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El Abierto de Australia de 2015 vivió su primer gran terremoto en la madrugada argentina del viernes con la eliminación en tercera ronda del suizo Roger Federer, número dos del ranking mundial, que se vio superado por el italiano Andreas Seppi por 6-4, 7-6 (7/5), 4-6 y 7-6 (7/5).
Fue un resultado inesperado, sobre todo porque Federer, campeón en Melbourne en cuatro ocasiones (2004, 2006, 2007 y 2010), había ganado sus diez partidos anteriores ante Seppi, un adversario que se le daba especialmente bien y con el que sólo había perdido un set, en los cuartos de final del torneo de Doha de 2012.
Los datos que explican el peso de la derrota se amontonan: el suizo no caía antes de los octavos de final en Melbourne desde 2001, cuando era todavía un jugador en progresión y todavía no tenía el nivel que alcanzó después y que le ha permitido ganar 17 torneos del Grand Slam.
En los últimos diez años, Federer pasó siempre al menos tres rondas en los grandes, con la única excepción de Wimbledon en 2013, un año desastroso para él. Entonces cayó en la segunda ronda de la hierba londinense contra el ucraniano Sergiy Stakhovsky.
El público australiano se quedó así sin uno de sus grandes ídolos, en una edición donde ya se habían vivido algunos grandes sustos, especialmente con Rafael Nadal y Maria Sharapova en la segunda ronda, donde ambos estuvieron cerca de quedar eliminados ante rivales situados fuera del Top 100.
Antes del juego, Federer parecía tener un partido accesible ante Seppi. Con los números en la mano, no hay comparación posible entre los 83 títulos del suizo y los apenas 3 del italiano, todos ellos de segundo orden (Moscú y Belgrado en 2012, Eastbourne en 2011).
Pero Seppi, de 30 años, hizo un partido valiente y castigó a Federer con bolas al límite y golpes devastadores. El italiano, 46º de la ATP, tiene ahora la oportunidad de conseguir su mejor resultado en un Grand Slam, si gana en octavos al australiano Nick Kyrgios.
Antes del partido, Seppi había dicho que era consciente de que ganar era casi imposible y se había fijado como objetivo “disfrutar” del partido.
No sólo disfrutó, sino que su tenis sorprendió a todos y Federer, con mucho menos acierto, multiplicó sus errores. Y se fue a su casa.