“¿Dónde van todos? ¡Está helado! ¡Cierren las puertas! ¿Soy invisible o habré muerto sin aviso? ¿Todo esto estará armado para mí? ¿Tendré un papel que cumplir? ¿Qué tipo de juego es este? Esperemos que no sea una tragedia…”
De “El arca rusa” (2002), escrita y filmada en una sola toma por Aleksandr Sokurov. Primera escena: el narrador invisible recorre el Palacio de Invierno.
Argentina, simbólica y paradójica hasta lo increíble, entrampada en un ajuste económico padre –o madre, tratándose de madame Lagarde–, con la producción y el consumo congelados y el gas, que debería entibiar los hogares patrios, en cero por su tarifa impagable, también supo de un recorte más, esta vez no forzado. Lo comunicó la temblorosa voz de Jorge Saint Paoli, técnico de la Selección. Fueron los nombres de los 23 sobrevivientes de la lista de 35, los que sí jugarán el Mundial.
Un torneo que, por casualidad o causalidad, nunca se sabe, se hará en Rusia, el país del frío que aniquiló a los invencibles ejércitos de Napoleón y Hitler. Allá, el equipo de Messi –y un poquito de Saint Paoli– debutará con Islandia, una isla de nieves eternas entre Groenlandia y Noruega, con tan poca inmigración en sus 330 mil habitantes, que las parejas deben hacerse estudios genéticos antes de iniciar una relación, para saber si son parientes.
Sergio Romero lo sintió una y otra vez. Se le trababa la rodilla derecha en el primer entrenamiento y, antes de que se le secaran las lágrimas, con el despiadado timing de estos tiempos fugaces, lo desafectaron enseguida. Cosa que enfureció a Eliana Guercio, su mujer, que en un dialecto similar al castellano trató de “inexpertos” e “inútiles” a los médicos y al entrenador. Juró que Chiquito no tenía nada roto y podía recuperarse en poco tiempo.
La polémica duró poco. Al día siguiente ya entrenaba Nahuel Guzmán, el cuarto arquero descartado 24 horas antes, cuyo padre, hábil con el lápiz, había subido a su Facebook una divertida caricatura del hiperquinético técnico de Casilda con una careta, los logos de los canales deportivos tatuados en sus brazos y un texto sobre los sueños perdidos, y cosas así. Enorme derrape.
Mercado se recupera de su lesión, como Biglia. Hasta Agüero es hoy una incógnita. El público, flojo de esperanzas, formateado por programas como Gran Hermano o el “Bailando”, no se angustia demasiado y se entretiene eligiendo reemplazos para los posibles nominados. Pero en este país no hay justicia ni laterales derechos. Es un karma. Entonces, suena Pizarro, que es 5, o Jara, Bustos, hasta Zabaleta. Mmm… Ojalá, al menos esta vez, el Mercado nos juegue una a favor. Una.
Mauro Icardi de Wanda parece un 9 torpe que deambula por el área, hasta que le llega el balón. En ese instante se ilumina, toca con clase o define a lo bestia. Es un solista extremo, un eficiente. No hay alguien con esas características en la lista de Saint Paoli. Y mucho menos en la del equipo económico del ministro Chocoarroz, incluyéndolo.
La falta de noticias que genera un grupo hermético que convive desde hace años se neutraliza con la fantasía de colegas y allegados. Ellos aseguran que la sorprendente y políticamente correcta declaración de la señora Nara al enterarse de que su marido estaba afuera tiene que ver con la chance que podría darle la compleja recuperación de Agüero.
Me parece disparatado. Lo que no quiere decir nada, porque esto es Argentina y sabemos lo que puede pasar. De todo. Biglia, por ejemplo. Las mismas fuentes juran que a él sí lo esperarán, esté como esté, porque para Saint Paoli es irreemplazable. Lo dicho. Todo es posible; y de tanto en tanto, hasta lo bueno.
Alguien convenció a Lautaro Martínez, ay, de que estaba un segundo por debajo de los defensores que juegan en Europa, y la idea fue recitada en coro griego por la cátedra. Lo que me parece muy extraño, porque esa misma gente afirmaba antes que las Eliminatorias sudamericanas eran las más difíciles, con marcas durísimas, siempre al límite, no como en Europa, que son como conitos para que los esquive Messi. La verdad, diría Foucault, la impone el poder.
Lautaro tendrá mil chances, pero para Centurión este era “su” Mundial. No hay en este plantel un jugador como él, impredecible, gambeteador, guapo, potente y con gol. ¿Pavón? Es muy bueno, pero lo veo como una versión de Centurión tuneada por Duran Barba.
Centurión estaba adentro y lo borraron a último momento. Un curioso cambio de opinión de Saint Paoli, alguna cuenta pendiente con Angel Easy, o esa estúpida foto del cumpleaños de Benedetto: cada uno tiene su motivo. Para mí, hace falta.
Para los que llegan al orgasmo cuando repiten: “Es gente que no quiere cambiar”, recomiendo ver En la Rivera, el video que en 2005 hizo Bersuit Bergarabat en la Villa Luján, a la vera del pestilente arroyo donde nació y creció Centurión. Eso no lo hace ni mejor ni peor jugador o persona, pero explica algunas cosillas.
Estuve revisando los eslóganes que, por concurso, fueron ploteados en los micros que transportaron a la Selección en los últimos mundiales. En Alemania 2006 usaron un avasallante “Pónganse de pie, Argentina avanza”. En Sudáfrica 2010 fue: “Ultima parada, la gloria”; y en Brasil, algo más conceptual: “No somos un equipo, somos un país”.
La frase de Rusia 2018 es más bien fofa: “Unidos por una ilusión”. Una idea que, en mi opinión, refleja muy bien el espíritu de este momento histórico, tan incierto, helado, demandante.
Una ilusión para soñadores, pasivos o activos, la ilusión de los ingenuos, o de los voraces que negocian su propio El Dorado en ambos lados del mostrador. La ilusión de la copa, pero más del oro; una montaña de “esos hermosos billetitos verdes”, como llamaba Mantequilla Nápoles a la única razón por la que aceptó la desigual pelea con Monzón, aquella noche de París que inspiró a Cortázar.
Es así nomás compatriotas; al final, todo tiene que ver con todo.