La Finalissima de la felicidad generó un debate que con el correr de las horas crece y dispara interrogantes hacia el futuro: ¿por qué la Televisión Pública no transmitió el partido? ¿Hay riesgo de no ver a la Selección de manera abierta en poco tiempo? Hubo festejos en el Obelisco y en diferentes puntos del país, pero el 3-0 de Argentina a Italia en Wembley le quedó vedado a un porcentaje importante de la sociedad. Solo pudieron disfrutarlo en vivo quienes tenían cable en sus hogares o trabajos: transmitió ESPN, que demostró su poderío con una extensa delegación técnica y periodística en Londres, y disfrutó de picos de 36 puntos de ráting. Más mercado, menos Estado.
No se trataba de un amistoso, sino de una competencia oficial de la Selección argentina, una figura abordada en el artículo 77 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (26.522), que establece: “Se garantiza el derecho al acceso universal a los contenidos informativos de interés relevante y de acontecimientos deportivos, de encuentros futbolísticos u otro género o especialidad”.
Pero no hubo acceso universal por un motivo central: el económico. La multinacional del Ratón Mickey les pagó 800 mil dólares a la Conmebol y la UEFA por los derechos televisivos de la Finalissima, un monto que quedó muy lejos de las posibilidades del canal estatal. “A veces no es querer, es poder: era un partido que iba a pérdida. ESPN lo paga porque tiene a Disney detrás. Pero si piden ese dinero, nosotros bajamos la mano”, le explican a PERFIL desde las oficinas de la Televisión Pública.
Disney les pagó 800 mil dólares a Conmebol y UEFA para tener la Finalissima, un monto que quedó muy lejos de las posibilidades del canal estatal
“El precio regular oscila en los 100 mil dólares por partido para competencias oficiales. Esa cifra que pagó Disney, con la que rompió el mercado, es un absurdo, imposible de recuperar aún con el éxito de rating de 36 puntos, pues las publicidades se venden antes de las transmisiones”, aclara Santiago Marino, doctor en Ciencias Sociales, docente e investigador de UBA-UNQ-San Andrés.
Como los algoritmos en redes sociales o las búsquedas en Google, la Selección posiciona. Y mientras en el canal estatal aluden “limitaciones económicas” en un año en el que deben erogar ocho millones de dólares para transmitir el Mundial de Qatar (tres millones en efectivo y los otros cinco en una coproducción publicitaria con Torneos), en Disney grafican a la transmisión de la Finalissima como “una jugada fuerte” de cara a lo que viene: desbancar a los canales asociados a la Selección en el imaginario –principalmente TyC Sports– y entrar de lleno en una puja económica de alto alcance para ofrecer eventos deportivos en las distintas plataformas de streaming. Además de ESPN, el miércoles la Scaloneta llegó a Disney Plus. Mientras tanto, Amazon y ViaCom empiezan a interesarse en el negocio de la pelota. Los dueños del entretenimiento del mundo también quieren jugar este partido.
Clima de época. Más allá del poder del dinero y de los actores en juego, la Finalissima disparó el verdadero alcance de una ley que, en muchos aspectos, se convierte en letra muerta. El artículo 77 fija que deberán transmitirse de manera abierta los “acontecimientos de interés general” y que todos los años el ENACOM deberá completar un listado con esos eventos.
En la Televisión Pública reconocen que ese listado se realiza casi sin anticipación, pero sobre todo enfatizan en lo “subjetivo” de argumentar como “relevante o de interés” este partido contra Italia. “No era una eliminatoria, un Mundial o un Juego Olímpico. Era un partido amistoso que le pusieron la chapa de una final y fue un negocio global de marketing”, aseguran.
"Era un partido amistoso que le pusieron la chapa de una final", relativizan en las oficinas de la TV Pública
Hay también lecturas políticas que completan y complejizan el escenario. Ivan Schuliaquer, politólogo, especialista en medios y profesor-investigador de la Universidad Nacional de San Martín, asegura que lo del miércoles va a contramano de lo que siempre hizo el kirchnerismo. “La apuesta era ‘calentar la pantalla’ y volverla competitiva, y si hay algo de lo que siempre se valió el kirchnerismo fue el fútbol. Ahora, en tiempos en que no hay Fútbol Para Todos, hay una Selección que convoca y mucho. Por eso es muy paradójico, a pesar de la normativa vigente y de que la Ley lo indica, que la TVP no lo haya dado, y que eso haya quedado en silencio, que no haya habido una disputa pública en caso de que algún actor le impidiera cumplir con la ley”, dice Schuliaquer.
¿Cómo se explica el silencio? Quizás en la historia reciente que enlaza a Disney con el Estado nacional, y en las tensiones que generaron –o generan– diferentes negociaciones. Uno de esos hitos sucedió con el fallo de diciembre de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, que anuló la fusión ESPN-FOX; o en las charlas que mantuvieron estos últimos días directivos de la multinacional con funcionarios para que Disney –dueño de la mitad de los derechos televisivos de la Liga Profesional– vuelva a ceder dos partidos por fin de semana para que se emitan por la TVP.
“El negocio del fútbol mundial tiene determinadas reglas de juego y actores muy poderosos, y eso está fuera de la realidad económica argentina”, deslizan en esa multinacional sobre las razones reales –no legales– de esa Finalissima ausente en la TV Pública. Un factor que, desde otro enfoque, también evidencia Schuliaquer: “Que no se haya transmitido a la Selección en el canal del Estado muestra también el momento que está pasando el Gobierno cuando se enfrenta con actores poderosos”.