Era el favorito, pero debía demostrarlo. El seleccionado de Nueva Zelanda se consagró campeón mundial por tercera vez en su historia y por segunda ocasión consecutiva al derrotar en la final a Australia por 34-17.
La copa levantada por Richie McCaw premia al mejor equipo de la historia del rugby, que tan sólo perdió tres veces en 61 partidos, desde que ganó el Mundial 2011.
Brillante resultó el primer tiempo del equipo neozelandés, que redujo la final de una Copa del Mundo a un monólogo. Sí, Australia, que había ganado todos sus partidos hasta aquí incluyendo los del “grupo de la muerte”, se resignó a defender.
Todo fue de los All Blacks, que se fueron en ventaja por 16-3 sólo porque los australianos, liderados por los sensacionales Michael Hooper y David Pocock, defendieron en forma notable. Por eso, a pesar de tener la pelota durante casi tres cuartos de ese segmento, los de negro llegaron al minuto 39 ganando tan sólo 9-3. Pero en ese último minuto de la parte inicial, los de Steve Hansen marcaron uno de los tries más lindos del Mundial culminado por Nehe Milner-Skudder tras una gran jugada colectiva. Si en ese primer tiempo lo de los All Blacks había sido tremendo, en el inicio del segundo, Ma’a Nonu, con una corrida impresionante, pareció cerrar la historia al dejar a su equipo 21-3.
Pero ahí reaccionaron los Wallabies y aprovecharon que su rival se quedó con uno menos por la amarilla a Ben Smith. Los australianos achicaron con un try de Pocock y luego, ya quince contra quince, se pusieron a tiro de try tras una entrada de Tevita Kuridrani. Pero hasta ahí llegaron. Un drop de Dan Carter tranquilizó a los All Blacks y un penal del propio apertura cerró el encuentro.
El try de Beauden Barrett, tras un contragolpe letal, marcó una diferencia más real, que puso en evidencia la supremacía de este equipo neozelandés sobre el resto, sólo cuestionada por Los Pumas en el primer tiempo del debut, y por los Springboks, en las semifinales.