DEPORTES
fútbol y dictadura

Una final heroica, el horror y la gestión de un jugador de Boca

Hace 45 años Independiente consumaba la hazaña ante Talleres al consagrarse campeón con ocho jugadores. Esa noche, una familia que vivía en Caseros fue detenida por un grupo de tareas mientras miraba el partido. Fueron liberados diez días después gracias a la intervención de un jugador de Boca que vivía enfrente de la casa.

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Cordobazo. Bochini convirtió el gol del empate cuando el Rojo tenía tres jugadores menos. | AFP

El recuerdo de la final que Independiente le ganó a Talleres hace 45 años les genera a los hinchas del Rojo el orgullo por haber protagonizado la mayor hazaña de la historia del fútbol argentino. Pero aquel 25 de enero del 78, plena dictadura, marcó también el principio del horror para la familia Meza Niella. Esa noche comenzó una pesadilla provocada por detenciones, torturas y simulacros de fusilamiento que después de diez días logró destrabar un vecino que era jugador de Boca.

En el televisor en blanco y negro que la familia Meza Niella tiene en su casa en Caseros, Bochini ya revirtió la injusticia del gol de Talleres con la mano y las tres expulsiones, Independiente consumó la hazaña y los jugadores se preparan para dar la vuelta olímpica. Sobre la mesa ya no quedan rastros de las pizzas, y la familia está por cerrar el ritual de juntarse para mirar partidos de fútbol. Cuando de manera sorpresiva escuchan ruidos extraños en la terraza. Es el anuncio del horror.

Fortunata y sus seis hijos, aterrados, se encierran en la pieza de ella. Escuchan dos disparos, corridas en la vereda y un grito: “¡Salgan con las manos en alto!”. 

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Y salen. Walter es el primero. Tiene 14 años y la sospecha de que están buscando a su padre Néstor, militante de la resistencia peronista y miembro de Montoneros, que en ese momento no está en la casa. Uno del grupo de tareas agarra a Walter de los pelos, le pega con la culata de un FAL y lo sube a una camioneta. “Zafaste porque Independiente salió campeón”, se ríe otro represor. Hacen lo mismo con su madre, dos hermanos, dos hermanas y su cuñado. Destino: el centro clandestino El Campito, dentro de Campo de Mayo. En la casa quedan cinco niños que tienen entre 1 y 5 años: los represores los dejan hasta que horas después los rescatan unos vecinos que viven enfrente.

“Mi padre estaba en Corrientes trabajando en el campo de un pariente. Iba y venía. Había estado en nuestra casa hasta el día anterior”, recuerda Walter. Si bien esa noche no lo detuvieron, nunca más supieron de él. “No tenemos certezas sobre su destino. Nos dijeron que estuvo en Campo de Mayo, que murió en un enfrentamiento, hay distintas versiones. Mientras los militares mantengan el pacto de silencio no podremos saber qué le pasó a mi padre”, se lamenta Walter.

La familia Meza Niella está diez días desaparecida en El Campito. Sufre torturas, hambre, interrogatorios, simulacros de fusilamiento. Hasta que los liberan. Los suben en un camión vendados y con las manos atadas. No saben si es para soltarlos o para fusilarlos. Están aterrados. Pero al final dejan a tres hermanos en Haedo y a Walter, su madre, una hermana y su cuñado en unas vías de El Palomar.

Nunca sabrán las razones precisas de por qué los liberaron, pero todos los caminos conducen a Aníbal Cibeyra, un jugador de Boca que vivía en la casa de enfrente, ahí donde rescataron a los niños la noche del operativo. Cibeyra era un delantero que había debutado diez años antes en River, después pasó por Unión y Atlanta, hasta que en el 77 llegó al Xeneize. “Gracias a que jugaba en Boca tenía contactos, y llegó a hablar con el hijo de Viola. Es probable que esa gestión nos haya salvado”, comenta hoy Walter.

Esta semana se cumplieron 45 años, un aniversario que cruza una final gloriosa con el comienzo del espanto para una familia. El fútbol también tiene estas cosas: atraviesa la historia, se funde con episodios complejos, es testigo de alegrías intensas y de tormentos intolerables. Y de vez en cuando se anima a levantar las banderas de la memoria, la verdad y la justicia.