Las denuncias por la relación entre Nicolás Caputo y Mauricio pusieron sobre la mesa, de manera temprana en la campaña nacional de Macri, algo que quedó más en evidencia con la jura del gabinete del nuevo presidente: los conflictos de intereses de muchos ejecutivos que dieron el salto a la función pública y que ahora deben regular a las empresas en las que hasta hace meses desempeñaban altos cargos y de las que, en algunos casos, siguen siendo accionistas.
El caso más resonante fue el del ahora ex ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, presidente de la petrolera Shell Argentina durante doce años antes de embarcarse en la función pública. A los diez meses de haber asumido, Aranguren debió vender las acciones que mantenía en su poder de la compañía que capitaneó durante el kirchnerismo, ante la creciente presión pública. Las investigadoras del Observatorio de Elites del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín, Ana Castellani, Paula Canelo y Mariana Heredia, relevaron los 367 cargos jerárquicos que conforman el gobierno de Macri y encontraron que el 31 por ciento de los funcionarios ocupó alguna vez un puesto de alta o media/alta gerencia en el sector privado. A su vez, el 22 por ciento de los funcionarios nunca antes había ocupado un cargo público. Son, según las académicas, dos rasgos inusuales en la administración pública. Esta tendencia se consolida en las áreas económicas del Gobierno. En el área de Energía, los funcionarios con trayectorias “privadas puras” (sin paso previo por el Estado) ocupan la mitad de las dependencias jerárquicas. En el Ministerio de Producción, los ex ejecutivos representan el 39 por ciento del gabinete. Pero los ex CEO también ocuparon el área política. Mario Quintana, accionista del Grupo Pegasus (un fondo de inversión que controla la cadena de farmacias Farmacity y que supo asociarse con Caputo en proyectos inmobiliarios), y Gustavo Lopetegui, ex CEO de la aerolínea Lan Argentina, se desempeñan como coordinadores entre los ministros y el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Distintas operatorias con contratos futuros del dólar evidenciaron el entrecruzamiento entre lo público y lo privado y los conflictos de intereses que genera.
Esos mecanismos financieros sirven como cobertura para productores y exportadores que dependen del valor de la divisa, pero sobre el final del kirchnerismo, ante la expectativa de devaluación inminente, empresas y particulares se volcaron a apostar cuál sería el valor del dólar en búsqueda de ganancias fáciles. Si el dólar futuro a marzo de 2016, fijado a fines de 2015, era de 15 pesos y la divisa oficial cotizaba en torno a los 9,50 pesos, quien compraba futuros a 10 pesos (el valor que fijaba el Banco Central al intervenir en el mercado con el objetivo de moderar expectativas) se cubriría de la devaluación y embolsaría una jugosa ganancia. En sus tiempos de ejecutivos, Quintana, el secretario y luego ministro de Finanzas Luis Caputo (primo de Nicolás) y otros funcionarios compraron “dólares futuros” ante este escenario. Luego, el Gobierno devaluó y les puso precio a los contratos que varios de sus ministros habían adquirido como ejecutivos.
El Estado decidió entonces gravar la operatoria con un impuesto extraordinario para recuperar parte de la pérdida que sufrió, porque el Banco Central se había comprometido a pagar por los dólares un 50 por ciento menos de lo que pasaron a costar. El mismo Nicolás Caputo debió declarar ante la Justicia, ya que la constructora de su familia también invirtió en futuros. (...)
El 20 de octubre de 2016, cuando el gobierno de Mauricio Macri llevaba diez meses y medio y los egresados estaban a punto de festejar los 40 años del último día de clases, buena parte del gabinete nacional se encontró en el lugar que los había cruzado por primera vez. Una recepción bandejeada de fiambres, empanadas y perniles fue el paso previo a la comida en el salón comedor del colegio. Estaban presentes ex alumnos de todas las épocas. Hubo un millar de asistentes. Entre ellos, Macri.
Mesas largas, con lugares asignados de antemano por el referente de cada camada de egresados, recibieron a los comensales. Los chicos de cuarto año oficiaron de mozos a cambio de una propina para ahorrar para su viaje de egresados. El plato principal fue un pollo relleno con papas rústicas, cocinado por la empresa que trabaja en el comedor del colegio todos los días, Cook’s SRL. Los organizadores compraron los vinos Portillo y Alaris en el supermercado mayorista Makro. De postre, un clásico bombón suizo y uno de los momentos esperados por todos: el discurso del Presidente. “Buenas noches. Me está resultando más difícil hablar hoy acá que en la ONU”, saludó a los Newman. Fue ovacionado.
Estaban presentes cuatro egresados de la primera camada, 1953, y 75 de la última, 2015. Esto último enorgulleció a los organizadores, porque los más jóvenes suelen mostrarse reacios a asistir a las cenas del colegio. Todos pagaron una entrada simbólica. La más cara era de 300 pesos. La participación del Presidente funcionó como un gran atractivo. Junto a él, estuvieron Torello, los ministros Alfonso Prat-Gay (por entonces en Hacienda), Jorge Triaca (Trabajo), el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Pablo Clusellas, y el director ejecutivo de la Anses, Emilio Basavilbaso. Todos ex alumnos. De los 45 egresados de la clase 1976, asistieron 25. Nicolás Caputo faltó. Horas antes del encuentro había sido operado, por vía nasal y oral, de una afección en el hueso cigomático que da forma a los pómulos. Una intervención programada.
Desde el escenario, Macri enfatizó que con su llegada al poder la Argentina inició un cambio cultural, un “reencuentro con valores centrales”. “Y muchos de esos valores yo siento que los aprendí aquí. Me los transmitieron los Brothers con su método, en su época… con la regla, la piña, la patada, pero finalmente lo entendías, ¿no?”, sonrió antes de seguir.
“Y de esos valores, el que yo más he aplicado en mi vida es el del trabajo en equipo, el compañerismo, la lealtad”. Para ello apeló a sus conocidos del colegio: Clusellas, que fue compañero de curso de Macri, y Nicolás Caputo; Torello, que estuvo un par de años en el colegio, en la secundaria, pero no egresó allí y es de los menores del grupo, al igual que el secretario de Planificación Estratégica del Ministerio de Justicia, Mauricio Devoto. También, además de Triaca, Prat-Gay y Basavilbaso, pasaron por esas aulas el jefe de la cartera de Interior, Rogelio Frigerio, y Gregorio Centurión, secretario de Comunicación durante la primera gestión de Macri en la Ciudad y uno de sus amigos cercanos. Centurión se suicidó en diciembre de 2010, a los 52 años, en momentos en que la oficina a su cargo era investigada por presuntos manejos irregulares en la asignación de la pauta publicitaria oficial. A ellos, Macri les dedicó un párrafo especial en su discurso. “Les agradezco a todos los que se han sumado a ayudar, que acá en el colegio hay varios. José Torello, Jorgito Triaca, Alfonso, Toto Caputo, que hoy no sé si vino, Emilio también. Y el más peligroso de todos, que ahora con el expediente electrónico firma los decretos y ni siquiera me consulta, que es el secretario Legal y Técnico, Pablo Clusellas”, enumeró en un repaso rápido en el que incluyó al ministro Luis Caputo, a pesar de que no egresó del Newman. Los ex alumnos se reían. (...)
De alguna manera, la devaluación del 17 de diciembre de 2015 que dio inicio al plan económico de Macri obligó a Nicolás Caputo a pasar por tribunales. Desde meses antes –sobre todo cuando Macri comenzó a encabezar las encuestas, después de la primera vuelta–, la Argentina supo que la depreciación del tipo de cambio era un hecho. En el último tramo de la gestión kirchnerista, el Banco Central, falto de reservas, defendía el valor del peso mediante contratos de dólar futuro. Estos instrumentos son pactos de cobertura que suelen usar exportadores para tener una previsión del valor de la divisa. Pero ante la sensación de devaluación inminente, empresas y particulares utilizaron en forma extensiva la herramienta. Pactaban, por ejemplo, en noviembre, un precio del dólar para marzo del año siguiente de 10 pesos. Como el Banco Central intentaba dar señales de que no habría una devaluación brusca, validaba esos contratos, aunque cuando finalmente llegó la fecha de liquidarlos terminó pagando 14 pesos por cada dólar.
Por esta maniobra, el juez Claudio Bonadio procesó a la ex presidenta, a su ministro de Economía, Axel Kicillof, y al presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli. Fue a raíz de una denuncia de Cambiemos, que entendió que la autoridad monetaria vendía contratos artificialmente bajos y eso perjudicaba al Estado. El perjuicio, sin embargo, se concretó a partir de la devaluación que promovió la gestión de Macri. El BCRA debió pagar 77 mil millones de pesos por esos contratos. Entre los compradores hubo empresas vinculadas a funcionarios del nuevo gobierno, como el fondo Pegasus, del vicejefe de Gabinete Mario Quintana, y Axis Sociedad Gerente de Fondos Comunes de Inversión, presidida por el secretario de Finanzas, Luis Caputo, luego designado ministro del área, tras la salida de Alfonso Prat-Gay y el desdoblamiento del ministerio. (...)
Primo de Nicolás, Luis Caputo había llegado al Gobierno de la mano, justamente, de Prat-Gay. Quintana y él fueron ejecutores del plan económico que incluyó la devaluación y negociaron con los operadores bursátiles la forma en que el Gobierno cancelaría esos contratos onerosos. También aparecieron en la lista de compradores de dólares futuros el jefe de asesores presidenciales, José Torello, y el coordinador del gabinete económico, Gustavo Lopetegui, según contó el periodista Iván Schargrodsky en la web El Destape.