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El Messi de las finanzas

Luis Caputo y los acuerdos con el FMI.

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El arca de Milei es una hoja de ruta para comprender la trama de intelectuales, influencers, políticos reciclados, outsiders e insurrectos marginales que encontraron un lugar en la Argentina de Javier Milei. | juan salatino

El 10 de diciembre de 2015, Mauricio Macri bailaba y cantaba en el balcón de la Casa Rosada. Asumía la presidencia de la nación luego de dos mandatos consecutivos de Cristina Fernández de Kirchner. Horas antes, mientras se despedía en una Plaza de Mayo repleta, Cristina había advertido sobre “el aleteo de los buitres” que sobrevolaban la Argentina. 

Los funcionarios del área económica recibieron una orden clara del nuevo presidente: pagarles al contado a los fondos buitre. El mensaje también llegó al mundo financiero en boca del propio mandatario, que en enero de 2016 viajó al Foro de Davos y manifestó la voluntad de pago de la Argentina. La pelea con los buitres en los tribunales llevaba catorce años, pero el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, confiaba en destrabar el conflicto y envió a Nueva York a Luis Andrés “Toto” Caputo, el secretario de Finanzas, con excelentes antecedentes en el sector financiero. 

Primo de Nicolás Caputo, el “hermano de la vida” del presidente Mauricio Macri, Toto era considerado “el mejor trader de la Argentina” por su habilidad para conseguir ganancias a partir de la compra y venta de activos y bonos. Venía del sector privado con la chapa de haber logrado importantes rendimientos para sus clientes incluso en situaciones adversas. 

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Durante enero y febrero de 2016, Caputo viajó reiteradas veces a Nueva York. Conocía la ciudad porque había trabajado para la banca privada. Junto a su equipo pasaba horas en las oficinas de Daniel Pollack, el mediador designado por la Justicia norteamericana, a quien Toto consideraba un “aliado de la Argentina”. 

En medio de jornadas que se extendían por cerca de diez horas, el secretario de Finanzas dialogaba con la prensa y transmitía tranquilidad asegurando que el objetivo del gobierno argentino era dejar atrás el litigio.

Representantes de tenedores principales de bonos que no habían sido reestructurados así como abogados de los bonistas conocidos como “me too” pasaron por las oficinas ubicadas en el 245 Park Avenue de Manhattan. “Si los holdouts también tienen la misma intención, deberíamos llegar a un acuerdo”, afirmaba Caputo mientras Pollack anunciaba acuerdos con bonistas individuales. 

El mayor tenedor de bonos en litigio era Paul Singer, quien encabezaba a los buitres que reclamaban en los tribunales neoyorquinos casi diez mil millones de dólares y no estaban dispuestos a aceptar ninguna quita. En ese contexto, Argentina recibió el apoyo de la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde: “Estamos muy animados de ver que el nuevo gobierno argentino ha tomado la iniciativa de negociar con sus acreedores”, señaló la titular del organismo. 

El acuerdo conseguido por el equipo de Caputo estaba supeditado al fallo del juez Thomas Griesa, quien solicitó la derogación de la Ley Cerrojo y de Pago Soberano, que en conjunto impedían la reapertura de las exitosas reestructuraciones de 2005 y 2010, a las que se adhirió el 93 por ciento de los bonistas. El 1° de marzo de 2016, en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, Mauricio Macri anunció que se les pagaría a los holdouts todo lo que pedían. El proyecto del Poder Ejecutivo ingresó al Congreso y se convirtió en ley antes de que terminara el mes. 

Toto Caputo estaba contento, todo marchaba acorde al plan. El objetivo de la negociación acelerada era poder endeudarse otra vez: “Si no tenemos un horizonte para financiarnos, si alguien no nos presta, no hay margen para el gradualismo en bajar el déficit fiscal”. 

No era el único que celebraba. Mauricio Macri había sido incluido dentro de la lista de los cien personajes más influyentes del mundo según la revista Time.

Paul Singer no escatimaba elogios y, a horas de comenzar a recibir los pagos acordados, dijo que Macri era “el campeón de la reforma económica” y destacó que el presidente argentino había logrado “remover los controles monetarios en Argentina, permitiendo más libertad”. 

Su rol de negociador con los buitres puso a Caputo bajo la lupa. Con casi treinta años de trayectoria en el mercado financiero, la agencia de noticias Bloomberg lo señalaba como “un ex Wall Street”, por su pasado en JP Morgan como trader de Bonos y Acciones en Argentina y América Latina en Estados Unidos (entre 1994 y 1998), y jefe de bonos de su filial Europa del Este y América Latina en Londres (entre 1998 y 2003). En la City porteña se valoraba positivamente su presidencia de la sede argentina del Deutsche Bank (2003-2008) y la creación y conducción de Axis, una administradora de fondos comunes de inversión. Mientras el reconocido economista Aldo Ferrer le cuestionaba que hubiera aceptado las condiciones de los buitres relegando soberanía, el mundo financiero lo celebraba. Dime quién te defiende y te diré a quién beneficias. 

En junio de 2017, Toto fue noticia nuevamente. Por primera vez en la historia, Argentina colocaba un bono a cien años por una suma de 2.750 millones de dólares. “El país se convirtió así en el primero de Sudamérica en emitir deuda a tan largo plazo”, advertía la entonces periodista Marcela Pagano. “En un siglo esta deuda no representa nada”, se defendía el ministro de Finanzas. 

En noviembre, el segundo funcionario más rico del gobierno se vio involucrado en un escándalo internacional. La filtración de documentos Paradise Papers, que alcanzaba a autoridades de diferentes países, incluía su nombre entre los documentos que se hicieron públicos y se lo presentaba como administrador de una red de sociedades en paraísos fiscales a los que ahora beneficiaba desde la Secretaría de Finanzas del Gobierno. 

El impacto de la investigación obligó al ministro a dar explicaciones. “No hay ningún conflicto de interés, hoy no tengo nada que ver ni con Axis ni con Noctua. Es más, hoy desfavorezco a mis exsocios. Ningún fondo que haya litigado contra la Argentina estuvo vinculado a Noctua, no lo creo. Pero la verdad es que no lo sé. Si fuera así, me trago este teléfono y me tiro por la ventana”, respondió ante las consultas de los medios locales involucrados en la investigación. 

A pesar de sus declaraciones, aparecieron documentos oficiales de la Comisión Nacional de Valores estadounidense (SEC) que confirmaron que Caputo había omitido declarar ante la Oficina Anticorrupción que, entre 2009 y 2015, fue accionista –de manera indirecta– de Noctua. A través de un entramado societario, controló Noctua Partners LLC junto a Martín Guyot, un argentino radicado en Miami. Ambos tuvieron, a su vez, a título personal y de forma directa, el “cinco por ciento o menos” de las acciones de Noctua. Pero el funcionario no declaró ante la OA esa participación accionaria, ni aludió a sus intereses en las firmas Princess o Affinis, ni la incluyó en sus declaraciones juradas correspondientes al período fiscal 2014 y 2015. 

Según publicó La Nación, esos fondos movieron 251 millones de dólares. El esquema accionario cambió en 2016. En el formulario de la SEC de ese año, Caputo salió del negocio y es Guyot quien figura desde entonces como accionista de Affinis International. 

Ya sin acciones en Noctua, Caputo asumió sus tareas como secretario de Finanzas del macrismo, puesto desde donde negoció la deuda con los fondos buitre y estableció el valor de los bonos de la deuda argentina defaulteados. Luego de esta investigación, el ministro fue denunciado por “administración fraudulenta, delito de uso de información privilegiada, incumplimiento de los deberes de funcionario público, lavado de dinero, negociaciones incompatibles con el ejercicio de funciones públicas, omisión maliciosa y tráfico de influencias”. La Justicia se toma su tiempo. 

La crisis económica y los escándalos que rodeaban al “Messi de las finanzas” comenzaron a ser cuestionados por figuras como Guillermo Nielsen, quien consideró que debía renunciar a su cargo. “Cuando sos ministro y vas al exterior a buscar inversiones, es un papelón tener la plata afuera”, dijo el economista y diplomático, que sabía del tema. “Debés presentarte al mundo con una limpieza que no están teniendo. Yo le pediría la renuncia a Luis Caputo, hay reglas de juego que no se cumplieron”. A pesar del triunfo en las elecciones de medio término de 2017, el equipo económico del macrismo no hacía pie. El año cerraba con números en rojo. En el Día de los Inocentes el gobierno llamó a una conferencia de prensa de urgencia con el objetivo de anunciar las nuevas metas de inflación. La jornada marcaría un hito que se recordaría como el 28D. La figura central de aquella puesta en escena fue Marcos Peña, el jefe de Gabinete y hombre fuerte del macrismo. A su lado estaba el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, y los ministros de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne y Toto Caputo. La meta para 2018 era del diez por ciento anual y se cambió al quince por ciento. El anuncio fue considerado por “los mercados” como una intervención del poder político en la autonomía del Banco Central y la figura de Sturzenegger quedó debilitada.

En abril de 2018, Caputo acudió al Congreso para rendir cuentas ante la bicameral de seguimiento de la deuda, donde dio definiciones sobre el plan económico del macrismo y explicó que reducir el déficit primario en cinco puntos iba a generar “un tremendo impacto en los que menos tienen”, por lo que se había tomado la decisión de reducir el déficit fiscal a razón de un punto del PBI por año. Para el ministro, la preocupación de la gente no debía ser el endeudamiento sino el cumplimiento de las metas fiscales.

Una vez más, las predicciones de Caputo fallaron. El 7 de junio de 2018, el ministro de Hacienda argentino, Nicolás Dujovne, y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, anunciaron en medio de una crisis financiera autoinfligida que Argentina volvía al Fondo Monetario Internacional tras quince años. 

Una semana después, Sturzenegger presentó su renuncia y fue reemplazado por Caputo. El 20 de junio, el acuerdo era aprobado por el directorio ejecutivo: Argentina recibiría, en el marco de un acuerdo stand-by de tres años, cincuenta mil millones de dólares. 

El organismo multilateral de crédito había autorizado al gobierno de Macri un préstamo en dólares equivalente al sesenta por ciento de su capacidad. Inédito. El país se endeudaba más allá de sus capacidades y comenzaba un período nefasto para la Argentina. El flamante presidente del Banco Central consideraba beneficioso el acuerdo que reforzaba la autonomía de la institución y mejoraba sustancialmente su hoja de balance: “Se soluciona el tema del financiamiento porque el paquete es lo suficientemente grande para cumplir las necesidades financieras hasta la finalización del mandato del presidente Macri”, explicó Caputo. 

Una de las voces más críticas del macrismo y su plan económico provenía de la Patria Panelista. Un economista liberal que cuestionaba duramente el “gradualismo” del gobierno de Cambiemos y se había ganado un lugar en los medios. Era Javier Milei, que se paseaba por los canales de televisión y escribía en sus redes lo que se preguntaba frente a las cámaras: “¿El préstamo del FMI estará destinado a fondear la salida hacia el dólar y evitar la devaluación que confirme el fracaso del gradualismo, Mauricio Macri?”. 

Al asumir Caputo al frente del BCRA, el dólar estaba en veintiocho pesos. Al terminar su gestión, había superado los cuarenta. En el medio, un escándalo volvió a ponerlo en el ojo de la tormenta. Las fotos de su viaje a Brasil en el marco de una corrida cambiaria tras sufrir un escrache público en un restaurante fueron las últimas postales de su gestión. 

Milei estaba en lo cierto. En septiembre de 2018, el gobierno debió acudir nuevamente al FMI y un equipo del Ministerio de Economía viajó a Washington para negociar con el Fondo nuevos desembolsos. Toto no fue de la partida ya que se fue de su cargo a ciento tres días de haber asumido. 

Caputo anunció su retiro definitivo del gobierno de Mauricio Macri a través de una carta en la que señaló que su renuncia se debía a “motivos personales” y que se iba “con la convicción de que el nuevo acuerdo con el FMI restablecerá la confianza acerca de la situación fiscal, financiera, monetaria y cambiaria”. 

Los buenos deseos y las convicciones de Toto no surtieron efecto, tampoco los desembolsos posteriores del FMI, que no lograron revertir la caída de la economía.

Las críticas más fuertes llegaron de un grupo de economistas liberales mediáticos, entre los que estaban José Luis Espert, Diego Giacomini y Javier Milei, que dejó un registro virtual y detallado de sus opiniones acerca de Cambiemos: “El 28D dije: más inflación y devaluación, mayor tasa de interés, vuelta al FMI, recesión, desempleo, caída del salario real, más pobres e indigentes. Me gustaría saber qué dirán ahora las focas amarillas aplaudidoras como Amadeo, Iglesias... que en su momento salieron a pegar furiosos”.

2018 fue el año en el que los problemas económicos en Argentina aumentaron al ritmo del endeudamiento. El “Messi de las finanzas” era considerado entonces por Javier Milei como un “ineficiente”. En diálogo con Mauro Viale, lo acusó de “fumarse” quince mil millones de dólares y terminar en el Fondo Monetario Internacional: “Vino Caputo, lo echaron a Sturzenegger acusándolo de manejar mal la mesa, se fumó 15 mil millones de dólares de reserva, irresponsablemente, ineficientemente, dejándonos este despiole de las Leliqs. Es uno de los responsables del 28D; es uno de los grandes desastres que se hicieron en el Banco Central y lo hizo Caputo en solo tres meses”, explicaba en los estudios de América. Toto Caputo intentó despegarse del programa stand-by con el FMI y sus consecuencias. En su red social manifestó que él siempre había estado en contra del préstamo y que no había participado en la negociación. Fue un exdirector del organismo multilateral de crédito, Alejandro Werner, el que aplicó un freno al corredor que trataba de alejarse de su responsabilidad: “Creo que había, de parte de él, una visión muy desordenada de cómo implementar la política monetaria y cambiaria, con la que nosotros no coincidimos. Si te ofrecen encargarte de la implementación de un programa en el que no creés, o no lo aceptas o pedís tiempo para ir a renegociarlo. Caputo no hizo ninguna de las dos cosas. Aceptó el compromiso”.

El veredicto de Milei sobre Cambiemos era demoledor: “El gobierno en economía 2018 se sacó un cero”.

¿Los motivos? El aumento del desempleo, la caída del salario real en casi quince puntos porcentuales, el aumento de los pobres y los indigentes. “Por ende, no tenés más que ponerle un cero, porque además fue todo por errores no forzados”. 

Sin dudarlo, ubicaba al gobierno de Mauricio Macri como el peor de la historia argentina. “Tenés menos PBI per cápita, más pobres, más indigentes y más inflación. Y si tomás el déficit fiscal consolidado, contando nación, provincias y municipios y los pasivos remunerados del Banco Central, encontrás cerca de nueve puntos de déficit fiscal. Hizo todo mal. Este gobierno fue lo peor que le pasó a la Argentina en toda su historia”. 

El libertario ya estaba en campaña para 2019. Unos días atrás, en un evento organizado por el Instituto Amagi, que contó con el respaldo de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, había coreado junto a un grupo de economistas: “¡Se siente, se siente, Espert presidente!”. 

 

DE MONT PELERIN A LA CITY 

El 30 de noviembre de 2018, Mauricio Macri se golpeaba el corazón con un puño, con la otra mano saludaba desde un palco en el Teatro Colón, emocionado y al borde del llanto. A su izquierda, la canciller alemana, Angela Merkel, sonreía distendida y aplaudía. La gala de la primera jornada de la reunión de G20 en Buenos Aires había sido un éxito y la gente cantaba: “¡Ar-gen-tina, Ar-gen-tina!”. 

Por primera vez en sus diez años de historia, la cumbre de jefes y jefas de Estado se realizaba en un país sudamericano. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires permaneció blindada para recibir a los líderes más importantes del mundo. Cerca de treinta mil efectivos se desplegaron en un operativo de seguridad sin precedentes. La ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, les recomendó a los porteños irse de la ciudad para evitar inconvenientes. A pesar de la agenda apretada, el presidente argentino se hizo un espacio para recibir a la directora del FMI, con quien tenía una amable relación. Mauricio no había logrado aún que los argentinos se enamoraran de Christine, pero no perdía las esperanzas e insistió en dar cuenta de las bondades de Lagarde: “Está comprometida en lo que nos pasa, en ayudarnos, en realmente acompañarnos, este es el único camino”, supo decir entonces el presidente.

En aquella conferencia de apertura, los elogios no solo fueron para la titular del Fondo: “Es momento de agradecerte el enorme apoyo recibido por parte de Estados Unidos y de tu gobierno –Macri se refería a la intervención en las negociaciones con el FMI–, especialmente en este último año, donde estamos atravesando momentos difíciles”. El destinatario de las caricias significativas era Donald Trump.

“Hace años que soy amigo de Mauricio –recordó Donald Trump en el Salón Blanco de la Casa Rosada–. Era un hombre muy joven, muy apuesto, nos conocemos muy bien. Hice negocios con su padre (Franco), excelente, muy buen amigo mío”. 

La conferencia se hizo sin micrófono y fue notable el fastidio que le produjo al estadounidense que no funcionara el dispositivo de traducción que terminó tirando al piso. “Creo que entendí mejor en tu idioma que al traductor”, se escuchó decir al presidente norteamericano. Frente a los periodistas, le preguntó a Macri en tono cómplice: “¿Quién iba a pensar que nosotros íbamos a ser presidentes?”. 

El documento final de la cumbre del G20 reconoció que el sistema comercial mundial no estaba logrando sus objetivos y, por primera vez en diez años, no se mencionó la palabra proteccionismo. Hubo disidencias con relación con el calentamiento global, se acordó la puesta en marcha de un plan de acción contra la corrupción y se remarcó que la igualdad de género era crucial para el crecimiento económico y el desarrollo sustentable. 

Entre los principales líderes mundiales que participaron de la cumbre y con quienes Macri se fotografió se encontraban Xi Jinping, Vladimir Putin, Angela Merkel, Emmanuel Macron, Justin Trudeau y el príncipe saudita Mohammed bin Salman. 

El gobierno participó de diecisiete bilaterales y surfeó la incertidumbre de las primeras horas cuando se sintió un pequeño temblor que alertó a la organización. En las redes sociales la oposición se burlaba de Macri por el confuso episodio en Costa Salguero, cuando Trump lo dejó pagando en la recepción de los jefes de Estado. 

Las apostillas y el detrás de escena del G20 le dieron al gobierno de Cambiemos un respiro en medio de la crisis. Abundaban los informes que ponían en valor la organización y las voces que celebraban el regreso de Argentina al mundo. La tensión que marcó la cumbre entre China y Estados Unidos pareció quedar de lado y Macri le respondió a un periodista que no veía al gigante asiático como una amenaza sino como una oportunidad para el desarrollo de los argentinos.

 

☛ Título: El arca de Milei

☛ Autora: Valeria Di Croce 

☛ Editorial:  Futurock
 

Datos de la autora

Valeria Di Croce nació en 1979 en Neuquén, Patagonia argentina.

Es magíster en Comunicación e Imagen Institucional (Ucaece - Fundación Walter Benjamin); técnica en Comunicación e Imagen (Instituto Walter Benjamin); especializada en comunicación, política y género.

Fue directora de la Agencia Cadena del Sur entre 2016 y 2019. Es productora radial y de contenidos. Sus redes son IG @valescribesur y en X @valdicroce.