Pablo Fernández Meijide fue secuestrado y desaparecido en octubre de 1976. Desde entonces su madre, Graciela Fernández Meijide ha sido parte de una búsqueda continua que la convirtió en una figura emblemática de la política nacional. En 1997 ganó la diputación por la provincia de Buenos Aires derrotando al duhaldismo; como senadora por la Ciudad de Buenos Aires dirigió la Asamblea Constituyente, pero por sobre toda esta actividad política, recordamos hoy su notable labor en la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep) donde encabezaba la Secretaría de Denuncias.
Recordamos también que llegó a la Conadep por sugerencia del obispo de Neuquén, Jaime de Nevares, quien había quedado admirado ante su capacidad de trabajo en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
Hoy, muchos años después, se vuelve a hablar de la Conadep, pero pensando en una Conadep de la Corrupción.
Frente a esto Graciela se muestra escéptica:
—Aquí yo marcaría un cambio de épocas, explica. Este cambio de épocas se dio en 1983. Como un empezar y dar de nuevo. Cuando llegó Perón, en 1973, se esperaba que aquellos que integraban la guerrilla o actuaban en la represión pudieran llegar a algún tipo de pacificación. Creíamos, y supongo que el general Lanusse también, que con la llegada de Perón iban a aquietarse estos enfrentamientos. Pero nadie pensaba en esto. Por el contrario, la tragedia siguió adelante. Y fue tragedia en 1976 desde el asalto al poder, una represión perversa con mucho ocultamiento de pruebas y, justamente, desapariciones. Hubo allí mucho sufrimiento y la violación a las normas básicas de lo que son los derechos de los ciudadanos. Fue también un quiebre institucional muy, muy fuerte. Cuando la sociedad elige un candidato que ofrece la reinstitucionalización y, como en el caso de Raúl Alfonsín, lo hace leyendo el Preámbulo de la Constitución y explicando cómo hay que recuperar la República, también acepta una forma de juicio que Alfonsín pensaba con las tres responsabilidades a cargo de los propios militares, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que no tuvo un desempeño satisfactorio. Pero, al mismo tiempo, el propio Alfonsín advirtió que en la investigación sobre el tema más doloroso, el de los desaparecidos, era necesario crear la Conadep. Yo quiero poner las cosas en este contexto: nunca antes hubo una comisión con estas características ni creo que pueda repetirse después.
—¿Por qué razones?
—En primer término, por el contexto. Segundo porque, salvo aquellos diputados que aceptaron formar parte de ella, la mayoría de sus integrantes,aún teniendo conexiones políticas, carecían de militancia partidaria. Salvo el caso del doctor Rabossi y dos de los secretarios: Daniel Salvador y Leopoldo Silgueira de militancia radical. En cuanto al resto no tenía compromiso político, pero sí formalizó un compromiso muy fuerte con un bien superior. Poco a poco esa comisión en la que algunos se conocían y otros, sólo de vista o de oídas, eran todas personas notables en sus trabajos lo que también, a veces, es una dificultad para ponerse de acuerdo. Pero, por el contrario, lograron acuerdos políticos, no partidarios, acerca de qué metodología utilizar. Se puso la Conadep en marcha y tuvo un muy buen contacto con la sociedad.
—Claro, todo se comunicaba.
—En efecto. Y la sociedad se sentía partícipe. De hecho, hubo gente que se acercó a la Conadep para ofrecerse como voluntarios para trabajar en la Comisión Nacional. Es cierto, también, que fue un organismo de puertas abiertas al que se incorporó parte de los organismos de Derechos Humanos. ¡Lo cual no es poca cosa!
Graciela sonríe levemente seguramente recordando que cada organismo tiene sus propios parámetros.
—El otro día, cuando la Suprema Corte llamó “Sala de los Derechos Humanos” a aquella en la que la Cámara Federal realizara el Juicio a los Comandantes, me encontré con Luis Moreno Ocampo, que fuera ayudante del fiscal Strassera, y me dijo textualmente: —Graciela, si no hubiera habido un acercamiento de los organismos de Derechos Humanos, la Conadep no hubiera podido existir y desarrollarse como lo hizo.
—¿Por qué?
—Porque infundió confianza no sólo a los denunciantes que efectuaron las denuncias sino que, también, transmitió esa confianza a muchos sobrevivientes. Al mismo tiempo ocurrieron cosas paradojales: por un lado el peronismo se negó a integrar la comisión por la misma razón por la cual Italo Luder aceptó la autoamnistía de los militares.
Desde 1973 a 1976 la interna peronista estalló por sobre toda otra cosa. El combate entre la Triple A y Montoneros es todo un símbolo ¿no? Por eso, creo que no lo podían metabolizar rápidamente y también pienso que esta fue la situación por la que no delegaron ni designaron a nadie para que integrara la Conadep aún cuando la invitación era muy amplia.
—Recordemos, entonces, a quiénes se acercaron.
—Paradojalmente quienes se acercaron a la Conadep fueron los sobrevivientes, muchos de los cuales eran peronistas. Por supuesto que a quienes se acercaban no se les preguntaba cuáles eran sus preferencias, ¡o sus militancias políticas! Se les preguntaba, en cambio, “¿qué le pasó?”. Esto, y es importante recordarlo, nos brindó una cantidad de pruebas sobre todo porque muchísimos sobrevivientes aceptaron volver al lugar donde habían estado secuestrados y reconocerlo.
—Incluso recuerdo que la Comisión Nacional constituyó el primer grupo de civiles que, por ejemplo, entró a la ESMA acompañado por ex detenidos desaparecidos que habían estado prisioneros allí. Esos ex detenidos reconocían los lugares con los ojos cerrados por haber estado encapuchados durante el cautiverio.
—Desde ya que esto le daba un mayor sentido al ingreso a estos lugares. Anteriormente los ex detenidos habían hecho una descripción frente a un arquitecto de espacios por los que habían circulado vendados intuyendo subidas y bajadas de escaleras. Todo esto fue cargando la coincidencia de detalles y luego la comisión ingresó a 49 centros de detención ilegal. Entre ellos, Campo de Mayo, etc. Quienes fuimos allí repartiéndonos la tarea lo hacíamos con gente que recordaba lo que le había pasado, las torturas a las que habían sido sometidos, el nombre de gente a quien había visto en su cautiverio y que luego, usando un terrible eufemismo, habían sido “trasladados” o sea asesinados, en la forma que fuere. También estos sobrevivientes dieron nombres de quienes trabajaban oficialmente con militares, marinos o policías y que ellos identificaban como torturadores y asesinos. Todo esto formó el paquete de pruebas que permitió que la Conadep fuera importante, además del coraje de la gente que participó sin tener familiares desaparecidos. Es cierto que estábamos en democracia, pero todavía no se sabía hasta qué punto las Fuerzas Armadas no podían volver a intentar un golpe. De hecho lo hicieron en Semana Santa, Villa Martelli, etc.
—En la secretaría a tu cargo entraron varias veces de noche.
—Sí, en las oficinas. Querían revisar los testimonios. En fin, lo cierto es que todo esto permitió que, luego, en el Juicio a las Juntas se abasteciera al fiscal acusador, Julio Strassera, de toda esa información que habían dado siempre las víctimas se tratara de familiares o de ellas mismas con su testimonio. Por eso fue importante la Conadep. Entonces, cuando hoy se quiere recrearla... Ya se intentó otras veces. Por ejemplo, cuando se denunció la corrupción en el gobierno de Menem no faltó quien volviera a pensar en esa fantasía. Pero no podemos pensar en una Conadep de la corrupción. Por eso me permito decir: “¡Por favor hoy, en democracia, hagan funcionar la Justicia!”. Cuanto más dejemos de lado la Justicia menos República tenemos. Más corrupción habilitamos. Y la prueba está.
—Las condiciones son otras.
—Claro, hay apoyo social como está pasando en el caso, lamentable, en el que vemos quién es nuestro vicepresidente. El caso de Amado Boudou. Cuando hay apoyo social, se puede. Lo mismo cuando el doctor Campagnoli actuó como fiscal en el caso de Lázaro Báez. A él le cayó más fuerte, pero también, en este momento, hay una irresolución en este juicio de Campagnoli que yo apuesto a que no se va a hacer, porque también quienes están en ese juzgado tienen hijos y parientes que les preguntan “¿qué está pasando con vos?”. Ellos también se sienten mirados por la sociedad. Por lo tanto, cuando aparece la idea de una Conadep... En primer término recordemos que su título habla de “desaparición de personas” y aquí no se trata de “desaparición” sino de “corrupción”. Un delito que puede provocar muertes, recordemos la tragedia de la estación de Once cuando nos enteramos que no hubo inversión suficiente, control adecuado, etc. o mirando hacia el extranjero, en Belo Horizonte. Cuando cae el puente la gente se pregunta: “¿se habrá invertido el dinero que se había destinado para la edificación de ese puente?”. Yo no lo sé. Pero puede ser.
—¿Qué pensás sobre las denuncias de corrupción?
—El nivel de corrupción al que se ha llegado hoy casi no tiene parangón en la historia. No porque la Argentina no tenga desde antes historias de corrupciones, pero si fuera necesario podría crearse una fiscalía especial para que, después del 2015, quien asuma el gobierno lo haga como ocurrió en Italia con el caso mani pulite. Que se sostenga la división de poderes. No soy técnica, pero hay constitucionalistas que hablan de una ley que decretara la imprescriptibilidad, como si fueran crímenes de lesa humanidad, como algo que no es constitucional. A lo mejor es cierto. Sé que puede haber una discusión sobre esto. Como de costumbre, en estas cosas, puede haber la mitad de la biblioteca a favor, ¡y la otra mitad en contra! Mucha gente se ha olvidado que el entonces presidente Illia hizo votar una ley por la cual en caso de que un funcionario fuera sospechado de corrupción debía exigirse lo que se llama “inversión de la prueba”, es decir que tiene que probar su inocencia. No me parecería nada mal que se restituyan este tipo de exigencias desde la legitimidad y la ley. No me parece que sea necesario inventar cosas nuevas. Hay jueces dignos. Habrá algunos más temerosos, y no les falta razón cuando les cae todo el ejercicio del poder sobre los hombros. Tampoco hay tantos héroes, pero si la sociedad acompaña las cosas son más fáciles. Creo, también, que la sociedad, y hay que hacer llamados muy fuertes, debe ponerse de pie en este tema. Debe ser exigente con la política.
—¿Y en cuanto a la oposición?
—Bueno, todavía se está organizando. En la oposición hay opiniones distintas, y a veces, no hay tiempo ni espacio para discutirlas y salir con una sola propuesta. Pero también es verdad que quienes podemos, de alguna forma, decir nuestra palabra con toda humildad, recordamos que no es lo mismo la deuda muy pesada que le llegó a Alfonsín, como lo hubiera sido para cualquier presidente de una democracia restablecida, y no era sólo una deuda económica, sino y esto es lo peor, una deuda en sangre y de quiebre institucional. Aquí tambien se ha producido un quiebre institucional, tal como lo recordaba Beatriz Sarlo, al llevarse por delante el Indec que era absolutamente independiente y confiable. Es imposible planificar proyectos de planes sociales ni medidas económicas si no se conocen “en serio” los datos “duros”. Y en estos datos “duros” el Estado es quien tiene más herramientas. Ahora, en esta confusión de que un gobierno es el Estado o el Estado es el gobierno, lo que no hizo la dictadura acabó haciéndolo este gobierno llevándose por delante el Indec.
—Se llevó por delante muchas cosas. Recién hablábamos de la Conadep, pero también el tema del pañuelo de las Madres tomado como símbolo ha levantado mucha polvareda.
—Yo lamento que incluso en la oposición no haya habido suficiente claridad en este tema. La Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo explica que el pañuelo tiene otro significado. Nos pusimos el pañuelo para que nos vieran y vieran el dolor que significaba la desaparición o tortura de nuestros hijos. No quiere ser un símbolo como una escarapela.
—En el comunicado que firma Nora Cortiñas, de Línea Fundadora, subraya que el pañuelo es un lazo con los hijos.
—Ella lo siente así. Ese es el derecho que tiene cada uno frente a algo que no salió del “corpus” de la Nación sino, por el contrario, algo que salió de un grupito que durante mucho tiempo estuvo bastante aislado de la sociedad. Yo diría hasta la guerra de Malvinas. Todas las madres, aunque no perteneciéramos orgánicamente a Madres, yo estaba más en la Asamblea Permanente, estábamos con los grupos de Madres. Nos reuníamos los jueves y yo, luego, me iba a trabajar a la Asamblea. Siempre he guardado el pañuelo con el nombre de mi hijo Pablo.
—Este afán por apoderarse, ahora en el caso del pañuelo de las Madres, de la Historia es parte del famoso “relato”.
—Seguramente. Es profundizar el tema de los símbolos. Los Kirchner fueron muy astutos en el tema de la simbología. En la cuestión “Derechos Humanos” no hay antecedentes en cuanto a su participación durante la dictadura. Por lo menos yo no conozco que se hayan ocupado del tema aún cuando eran gobernantes en su provincia. Eran, sí, abogados que se dedicaban a temas inmobiliarios. Incluso existe la posibilidad, y yo se las concedo, que hayan tenido miedo. Es humano y es respetable. De ahí que muchísimos familiares firmáramos nuestros hábeas corpus porque la dictadura asimilaba al abogado con la víctima por la cual el abogado pedía. Esto con total injusticia y con afán persecutorio e intimidatorio. Por eso los abogados no aparecían. Hasta allí yo lo puedo entender. Todo el mundo tenía derecho a salvar su vida.