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El bullshit, un nuevo fenómeno entre la desinformación y las fake news

Entre los fenómenos de la posverdad asoma un fenómeno que cada día cobra más presencia: el bullshit, un enunciado engañoso destinado a embarrar la conversación.

En la era del celular y las redes sociales, las fake news se multiplican.
En la era del celular y las redes sociales, las fake news se multiplican. | Thom Holmes / Unsplash

Mucho se habla hoy de las fake news, como si fueran algo novedoso, una creación subrepticia de las redes sociales. Donald Trump popularizó el término en Twitter: los medios tradicionales norteamericanos como The New York Times, The Washington Post o CNN son rotulados de ese modo por el presidente norteamericano. Impuso el término aún hasta sobre sus detractores, quienes trataron de instalar el de “desinformación”. Batalla perdida.

Las fake news son afirmaciones con apariencia de verosimilitud, pero con un contenido falso destinado a manipular personas e instalar mentiras por verdades. Tienen por detrás el supuesto que son enunciados susceptibles de ser calificados de verdaderos o falsos. Charles Sanders Peirce y Ludwig Wittgenstein. No es poco.

Otro concepto que hoy circula es el de posverdad. Este ya es más sutil e implica un análisis más detallado. La posverdad supone que no hay un criterio de verdad unívoco. Como decía críticamente el viejo aforismo de Georg Christoph Lichtenberg: “Si ni siquiera las estrellas fijas son fijas, ¿cómo puedes decir que todo lo verdadero es verdadero?” Desde la posverdad todo argumento se caracteriza por su borrosidad.

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Entre las fake news y la posverdad asoma un fenómeno que cada día cobra más presencia. Ha tenido poca difusión por fuera del mundo anglosajón debido a su dificultad de traducción. Es el bullshit.

¿Qué es un bullshit? Un enunciado engañoso, pero que se funda en un no sentido. No conlleva la pretensión de ser verdadero o falso. Está destinado a embarrar la conversación. Enturbiar la discusión, impedir el debate. Ni hablar de llegar a un diálogo. Es un instrumento de guerra que anula cualquier propósito de consenso o deliberación. Y como las hormigas, está por todos lados. El bullshit se reproduce en escala geométrica.

Confundir argumentaciones, no respetar la lógica formal y apelar a falacias no formales, confundir casualidad, correlación y causalidad, no definir datos ni usar criterios estadísticos confiables es la base del bullshit.

Harry Frankfurt, un filósofo de Princeton abrió el campo en 1986 con su ensayo “Sobre el bullshit”. Más recientemente, los profesores Carl Bergstrom y Jevin West pusieron en práctica un curso en la Universidad de Washington centrado en el bullshit. El curso tuvo éxito arrollador. La demanda excedió a los estudiantes de la universidad. Los pedidos llegaron desde otras universidades. Asimismo, volcaron su curso en YouTube donde puede seguirse si se sabe inglés.

  • ¿Qué efectos tiene un enunciado para ser catalogado como bullshit?

Al menos debe cumplir el requisito del principio de asimetría de Brandolini: la cantidad de energía necesaria para refutar un bullshit es un orden de magnitud mayor que para producirlo.

  • ¿Cuándo sabemos si un enunciado bullshit ha sido efectivo?

En este caso debemos seguir el principio instaurado por Nassim Nicholas Taleb sobre los rumores. Según Taleb, los rumores sólo tienen valor cuando se niegan. El enunciado bullshit es igual. Si una afirmación bullshit se niega, éxito rotundo para quien lo propagó.

  • ¿Quién emite algo que es bullshit?

Una persona (político, periodista, científico) que no se guía a partir de criterios de verdad, pero tampoco es un mentiroso. Su objetivo es ganar una discusión. Para Platón y Aristóteles los sofistas hubiesen encuadrado bien en quienes usan el bullshit como práctica discursiva.

  • ¿Cuál es el ambiente ideal para la proliferación del bullshit?

Aquel marcado por el escepticismo generalizado, donde no hay una autoridad clara o donde esta muta constantemente.

  • ¿Cómo reconocer un bullshit?

No es fácil. Requiere esfuerzo y cotejar fuentes y datos. Una vez identificado sí corresponde señalarlo. Como nos orienta Ezra Pound en el Canto LXXIV: “Name’em, don’t bullshit ME” (“Nómbralos, no ME jodas”).

 

Advertencia final: esta columna podría ser bullshit. A chequear.

 

* Dr. en Sociología (UCA). Docente UCA, UCES, UNTREF