Habría que recuperar el foco en el crecimiento, este debe ser el norte que la sociedad ha perdido. Nuestra sociedad atraviesa cada crisis que siempre nos estamos preguntando cuando es el próximo evento disruptivo en lugar de discutir cómo crecer.
Es sencillo decir ‘de esto se sale creciendo’, el tema es cómo. La primera cuestión que debemos abordar es el rol del Estado en nuestra economía. El mercado asigna eficientemente los recursos en la mayoría de los casos, pero nuestra historia y las demandas sociales nos llevan a tener un Estado con participación en la actividad. Ya sea con un rol redistributivo como un agente que ofrece servicios públicos, un lugar donde la sociedad encuentra la solidaridad.
Atendiendo a esto, podemos pensar que los elementos para lograr el crecimiento debe tener los condimentos que indica la receta para cualquier país pero con esta particularidad de la economía argentina. Es por ello que la acumulación de capital desde luego va a tomar un rol importante en el proceso de crecimiento, pero no más importante que tener un Estado que funcione a un nivel de productividad alto, comparado con el sector privado y comparado con el resto de los países.
El problema es que para abordar estos elementos, el ciclo político le pone límites a la discusión. Suena hasta voluntarista decir que de este se sale con acuerdos entre distintos actores, incluso trillado. Sin embargo, nos damos cuenta de que las preocupaciones acerca de que cambie de signo político el Gobierno paraliza todas las discusiones. Por lo tanto, es necesario construir algunos acuerdos respecto a políticas de largo plazo relacionadas con la educación, la seguridad social, el grado de apertura comercial, la protección a determinados sectores para que ganen escala y sean competitivos, la política monetaria, la política de ingresos, etc.
El Estado no puede tener un rol de amplificador de shocks, por el contrario, debe contener a la economía de los factores externos y exógenos y reducir la incertidumbre. El Estado aparece como el problema muchas veces pero también como la herramienta para encontrar la solución a los problemas de una economía que tropieza desde hace años con las mismas piedras.
El actual Gobierno aún se muestra cerrado para emprender este camino, el afán de ganar elecciones hace que sea más rentable insistir con la grieta a sentarse a dialogar. Y si cambia el signo político del Ejecutivo, posiblemente quieran enterrar en esa grieta a la oposición, en este sentido no se puede dejar de ser pesimista respecto al futuro del país.
Existe la creencia que primero hay que resolver la crisis y luego preocuparse por el crecimiento. Primero lo urgente y luego lo importante. En los últimos 10 años siempre la administración de turno estuvo lidiando con lo primero, el crecimiento quedó soslayado a la coyuntura.
De esta manera se fueron deteriorando estrategias de crecimiento, instituciones que incluso han debilitado el tejido social. Desde luego que no es fácil, lejos estamos de haber pasado la recesión, pero esto no debería frenar la discusión acerca de acuerdos básicos para lograr el crecimiento.
(*) Director ejecutivo de la consultora LCG
