Una espada de Damocles se yergue sobre la mayor cosecha de trigo de la historia argentina.
La Argentina batió sus propias marcas y logró una súper cosecha de trigo. Con más del 90% cosechado, esta campaña marcaría un récord histórico estimado en 22,1 millones de toneladas, arriba de las 19,5 del ciclo 2019/20. Una combinación de buen clima –aunque no sobró el agua llovió en los momentos justos–, y altas dosis de fertilizante por las expectativas de buenos precios internacionales fueron las claves.
Unas 14,7 millones de toneladas de exportaciones aportarían US$ 4.500 millones y US$ 540 millones por retenciones, según cálculos de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Sin embargo, esta gran noticia para los productores y para las cuentas públicas está amenazada por el riesgo cierto de perder mercados de exportación ante una posible contaminación de los embarques argentinos con trigo transgénico, grano que ningún país del mundo autorizó a importar, pero que por segundo año consecutivo se sembró en el país.
Efectivamente ésta fue la segunda campaña en la que se sembró trigo genéticamente modificado (OGM), conocido como HB4 (tolerante a la sequía), un desarrollo de la empresa Indear SA, perteneciente a Bioceres, cuyas acciones cotizan en la Bolsa de Nueva York a un valor de entre 13 y 15 dólares (valían US$ 8 cuando salieron a la Bolsa en 2019). Fueron casi 53 mil hectáreas –unas 7 mil en el ciclo anterior–, una proporción menor de las 6,9 millones totales de esta campaña, pero suficientes para poner en riesgo todas las exportaciones del cereal argentino si un solo grano se filtrara en los embarques internacionales, algo posible se piensa en la cantidad de cosechadoras, sembradoras, tolvas, camiones, etc involucrados en la logística del trigo.
Así lo afirma el ex subsecretario de Mercados Jesús Silveyra: “No se entiende cómo se autorizó la siembra de más de 50 mil hectáreas de trigo HB4 cuando ningún destino de exportación del país lo acepta”.
Según Silveyra, si se encontrara un grano transgénico en los embarques externos del país, los compradores podrían tomar represalias comerciales que podrían reducir el precio de nuestro trigo en unos US$ 30 por tonelada, un costo total de unos US$ 440 millones para esta cosecha. Por eso, recuerda lo que le sucedió con la carne cuando, en el 2000, durante meses se negó el brote de fiebre aftosa y nuestro país dejó de ser un proveedor confiable en los mercados internacionales, daño que llevó años remontar.
La siembra de semillas de trigo HB4 estaba condicionada a que Brasil, nuestro principal comprador del cereal, lo aceptara. Esto todavía no ocurrió. Está en vías de autorización el ingreso de harina de trigo transgénico. Sin embargo, el Instituto Nacional de Semillas (Inase) autorizó a la empresa Bioceres la producción de semilla y a conservar el 20% del total cosechado de la campaña pasada y el 50% de la actual.
Según Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC), “el riesgo latente de contaminación de los embarques existe y existirá por varios años, lo que nuestros competidores mundiales miran con mucha atención”.
Desde el sector oficial afirman que los inspectores del cuadro fiscalizador que creó el Inase por fuertes presiones de la cadena comercial son suficientes para garantizar que el trigo de exportación sea libre de OGM.
Los exportadores no están tan confiados: incluyeron en sus contratos de compra venta una cláusula que estipula que se rechazará cualquier cargamento que tenga presencia del trigo HB4 bajo costo del vendedor. Además, instalaron scanners en las terminales portuarias para detectar la eventual presencia del trigo transgénico y apartar el cargamento. Por eso, es llamativo que a la fecha, cuando ya se está exportando la cosecha nueva, no exista un plan de contingencia nacional por si apareciera trigo OGM en nuestros embarques. Recién la semana pasada, en una reunión en el Ministerio de Agroindustria de la que participaron la empresa Bioceres y representantes de la cadena triguera se esbozaron algunos borradores. Pero hay cuestiones prácticas sin resolver: ¿quién se hará cargo del flete de un camión rechazado? ¿Hacia dónde se enviará esa carga? ¿Qué destino se le dará?, solo algunas incógnitas en medio de fuertes rumores en el mercado que dicen que ya habrían existido camiones rechazados por presencia de trigo transgénico que se habrían derivado para ser rápidamente industrializados en el mercado interno.
Oficialmente, se desconoce el destino que Bioceres le dará al 50% de la producción que hoy se encuentra embolsada y georreferenciada en los lotes donde fue cosechada hasta que la empresa solicite moverla.
¿Podrían transformarse en harina? Todo depende de la interpretación de la legislación vigente, algo que según una fuente oficial está aún en una “nebulosa”. Demasiadas incógnitas que podrían opacar una de las pocas buenas noticias que en materia económica tiene la Argentina.