El trabajo del gobierno en materia inflacionaria fue uno de los ejes más enfáticos del presidente Javier Milei, tanto en la campaña electoral como en sus intervenciones durante los ya nueve meses de mandato. Y no es para menos: Argentina es un caso extraño en el mundo sobre cómo elaborar todo tipo de políticas económicas que destruyen, una y otra vez, su signo monetario.
Somos el país con más inflación en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial y el único que le sacó 13 ceros a la moneda atravesando cinco denominaciones distintas. Como dice el dicho, para muestra sobra un botón. La situación a principios de año podría haberse desbocado en una hiperinflación y en la posibilidad de sacarle un nuevo cero al peso. Eso lo expresó Milei desde el día uno. Pero tal medida no fue necesaria.
Lo que sí fue necesario, y se aplicó con fuerza hasta el momento, fue el apretón monetario que llevaron a cabo las autoridades de Economía, Luis Caputo por un lado, y el equipo del Banco Central, con Santiago Bausili por el otro. En términos mensuales la inflación pasó del 25% en diciembre pasado al 4% en julio.
Inflación de septiembre: cómo evolucionaron los precios en la primera semana del mes
La causa principal de este logro tiene que ver con el cierre de todas las canillas de emisión monetarias, contabilizadas principalmente en cuatro vertientes: 1) el fin del financiamiento al Tesoro por superávit fiscal, 2) la eliminación de los pasivos remunerados vía licuación y traspaso de la deuda al Tesoro, 3) la recompra de los puts por parte del BCRA para eliminar emisión futura y 4) la esterilización de los pesos emitidos para compra de divisas vía operaciones en el mercado financiero.
Pero el sostén de toda esa política monetaria fue siempre la política fiscal, y de ahí que el plan de estabilización de esta administración se sostenga en sólo tres palabras: “no hay plata”. La disciplina del superávit primario y financiero es una de las escasas herramientas del oficialismo para reducir la inflación.
El objetivo más difícil: inflación anual de un dígito
Pese a todo, todavía queda una cuestión por resolver, quizás la más difícil, que es alcanzar una inflación anual de un dígito. Nadie espera que en 2025 se cumpla, pero sí es seguro que si el presidente logra tal cometido podrá mostrarlo tranquilamente como un trampolín de imagen para su reelección en 2027. Aún falta para eso. Porque para llegar a un dígito anual antes se deberá perforar el estático 4%.
La observación de los analistas sobre el dato que el INDEC publique sobre agosto habla de que el 4% seguirá firme, y quizás un poquito en alza. No debe alarmar a nadie una cifra de estas características a esta altura del partido porque todavía quedan desequilibrios por resolver. Por ejemplo, algunos precios que no son libres, como el dólar, que aunque la noticia de la reducción del Impuesto PAIS es alentadora para los mercados, la regulación del tipo de cambio seguirá por lo menos hasta diciembre. Otros precios que seguirán con correcciones son las tarifas de servicios públicos, que aunque se ha logrado avanzar, aún quedan ajustes por hacer.
También está el riesgo de mayor emisión si hay una buena cosecha y el Banco Central decide imprimir para fortalecer las reservas. Tampoco se puede obviar la debilidad en el Congreso, donde las simpáticas propuestas de aumentar el gasto público y la posibilidad legislativa de romper los vetos del presidente aplican un severo golpe a la credibilidad del gobierno en cuanto a su margen de acción para avanzar en sus reformas estructurales.
Es de esperar que el 4% esté en agosto y quizás también en septiembre. Al mismo tiempo se deberá prestar atención a la inflación núcleo, la de precios no regulados, que en julio dio 3,8%, un poco alta aún para las expectativas del gobierno.
Por ende, perforar el 4% no es soplar y hacer botellas. Es el gran desafío actual, pero tampoco hay motivo para alarmarse si eso no se logra ahora y se pospone, por ejemplo, para el primer trimestre de 2025. El gobierno ya hizo un arduo trabajo para llegar hasta acá y dada la convicción del jefe de Estado y su equipo económico, la sensación es que no van a quedarse de brazos cruzados y van a usar todos instrumentos constitucionales para evitar que le quiebren el rumbo macroeconómico.
Por fuera de la discusión de si la inflación mensual se estacionó o no en un número específico, lo que vale destacar es que 2024 cerrará con un índice positivo para el gobierno y que lo podrá presumir en la narrativa oficial. Según el último informe de expectativas de mercado, el cierre de la inflación para todo el 2024 será de alrededor del 123%, una disminución significativa en comparación con el 211% de 2023.
Como bien supo decir repetidas veces el economista norteamericano Henry Hazlitt, la diferencia entre un buen economista y uno malo, es que el primero mira la política económica a largo plazo y el segundo se somete a la presión del cortoplacismo. La preocupación debe estar allí, en cómo enfrentar el mayor desafío en términos monetarios: el de seguir desinflando la economía frente a las presiones políticas en un año donde la elección legislativa definirá gran parte del futuro del gobierno.
*Economista y Senior Research Fellow de la Fundación Internacional Bases