"No todo lo que brilla es oro", reza el popular dicho. La frase viene a cuento del actual fenómeno: una balanza comercial fuertemente superavitaria.
Que haya superávit comercial puede considerarse un dato positivo. Por un lado, ciertamente es así. Pero, por otro, muestra una realidad dura. Porque ahora se ratifica una suerte de regularidad que se expresa en cada año donde la economía está en recesión.
Hay que ver la realidad. El superávit no es resultado de una situación virtuosa; surge de una reducción en las importaciones y no resulta de un aumento en las exportaciones. Las importaciones vienen en pronunciada baja, salvo las de bienes de consumo.
En rigor, la balanza comercial superavitaria está creciendo desde septiembre de 2018. Por lo tanto, el asunto no es nuevo ni responsabilidad total del actual período de gobierno. Aunque justo es decirlo, el populismo corporativo, que caracteriza esta etapa, acentúa las características del fenómeno.
Es paradójico pero es así: más del 70% de lo que se importa se dirige a completar la industria nacional, incluso la de exportación.
Medidas para reactivar y aumentar exportaciones
Afortunadamente (o lamentablemente) nos dirigimos a un nuevo récord en el saldo positivo de la balanza comercial. El lado oscuro de este saldo es que éste procede de una de las más severas recesiones de la historia local. No sería sorpresa alguna que la caída en el PBI para este año alcance el 13%.
Las recesiones suelen provocar aumentos en el superávit comercial. Para muestra, basta un botón: tres de los cuatro superávits más altos del siglo fueron en los duros años 2002, 2009 y 2019, con más de 16 mil millones de dólares, cada uno.
Pero acá no finaliza la cosa. ¿A qué me refiero? Pues bien, a la aplicación de una política económica abocada a incentivar el compre nacional. Con una clara influencia mercantilista, la estrategia oficial sería motivar la producción nacional, a través de una suerte de sustitución de importaciones de bienes y servicios.
Dicen que el humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. No sé si ello aplica, exactamente, para nuestro país. Debería decirse: “el argentino es un raro animal que tropieza muchas veces con la misma piedra”.
Crecieron las exportaciones de vino a granel
Si Douglass C. North (premio Nobel en economía) aún viviera, analizaría el caso argentino a la luz de “la dependencia de la trayectoria” (path dependence). La dependencia de la trayectoria explica la persistencia del sentido en los senderos recorridos a lo largo del tiempo. Y se pregunta por qué existen comportamientos que se perpetúan a lo largo de décadas.
Nuestra trayectoria habría comenzado en la época colonial, reforzada con las creencias del estructuralismo latinoamericano de las décadas de 1950 y 1960 y continuado, con ciertas variantes, hasta nuestros días.
Pero hubo una visible excepción, que se expresa en las décadas a partir de la Organización Nacional. Allí se quiebra la dependencia de la trayectoria con el pensamiento de la generación de 1837.
Lo importante es incrementar el valor de las exportaciones para aumentar la capacidad importadora.
Aunque el proceso no es completamente determinante, la realidad es que sigue vigente, en un país con una elevada dotación de recursos naturales donde la sociedad es más propensa a sufrir dislocaciones y, por ende, a dejarse arrastrar por un mercantilismo populista.
La dependencia de la trayectoria tiende a fomentar los conocimientos y comportamientos que apuntan a actividades redistributivas, escasamente innovadoras. Se fijan, así, sistemas de creencias y percepciones pre-existentes que racionalizan las estructuras económicas justificándolas con todo tipo de argumentos, en gran parte ligados a intereses sectoriales.
El punto es que el superávit no es en sí mismo un objetivo. De ninguna manera. Lo que importa es incrementar el valor de las exportaciones para aumentar la capacidad importadora. Sí señores, se trata de importar más, con el fin supremos de elevar el nivel de vida de la gente y de aumentar la producción. Y tal aumento productivo debería centrarse en las cadenas de valor competitivas para desarrollar nuevos eslabones, aguas arriba y abajo.
Lo grave es que la baja está centrada en la importación de bienes de capital que, justamente, hacen al proceso productivo y, así, a la generación de riqueza para la sociedad.
Que quede claro. No se deben castigar las importaciones. Se deben incentivar las exportaciones para acceder a un mayor nivel de importaciones. Es necesario, entonces, torcer el camino diseñado por arraigadas creencias que impiden el desarrollo.
* Profesor de la Universidad del CEMA.
Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA.