La lectura y la escritura no son meros contenidos escolares: son llaves de acceso al conocimiento, a la participación social y a múltiples oportunidades vitales. Entre todas las capacidades esenciales que una persona necesita para aprender, comunicarse y actuar en el mundo, comprender y producir textos ocupa un lugar central. Sin una sólida competencia lectora y escritora, no solo se resiente el desempeño escolar, sino también la vida cotidiana: interpretar un instructivo, completar un formulario o expresar una idea con claridad se vuelve un desafío.
La escuela ocupa un rol central en este proceso. Sin embargo, investigaciones recientes muestran que lograr que la lectura y la escritura sean prácticas significativas no depende únicamente del esfuerzo docente. Hay un factor que marca la diferencia: el liderazgo pedagógico de los equipos directivos. Las escuelas con mejores resultados en comprensión lectora comparten una característica común: directores que priorizan la enseñanza de la lengua y acompañan de cerca a sus docentes. Cuando la conducción escolar asume un compromiso activo con la mejora pedagógica y realiza un seguimiento constante de los aprendizajes, el impacto en los estudiantes es significativo. En cambio, cuando la dirección se limita a lo administrativo, los avances son menores.
Múltiples estudios han evidenciado que el liderazgo educativo centrado en la enseñanza es uno de los factores internos más determinantes en el logro de aprendizajes, solo superado por la acción directa del docente en el aula. Directores que se involucran explícitamente en el fortalecimiento de las prácticas pedagógicas logran mejoras sustanciales en el rendimiento de los estudiantes, particularmente en áreas claves como la comprensión lectora y Matemática.
En nuestro país, los resultados de las pruebas Aprender 2023 refuerzan esta urgencia: en Lengua, un 33,6% de los estudiantes se encuentra en los niveles más bajos de desempeño. La situación es aún más crítica en sectores de menor nivel socioeconómico, donde la mitad de los alumnos presenta desempeños básicos o por debajo del nivel esperado.
Diferencias profundas. Un reciente informe de la Escuela de Educación de la Universidad Austral arroja nueva luz sobre este fenómeno. Analizando la trayectoria completa de una cohorte escolar (2011-2022), el estudio elaboró un innovador Indicador de Desigualdad Educativa. Los resultados son impactantes: las brechas de aprendizaje en Lengua entre estudiantes de mayor y menor nivel socioeconómico, lejos de reducirse a lo largo de la escolaridad, tienden a profundizarse. La brecha crece un 47% entre el inicio y el final de la trayectoria escolar en Lengua: alrededor del 70% de los alumnos más favorecidos alcanzan los aprendizajes mínimos, mientras que los alumnos más vulnerables pasan de alcanzar el 50% de conocimientos mínimos en tercer grado al 34% en sexto año.
Estos datos reflejan un desafío profundo: el sistema educativo argentino, en lugar de compensar las desigualdades de origen, muchas veces las reproduce o incluso las agrava, especialmente en una competencia tan decisiva como la comprensión lectora.
Líderes pedagógicos. Detrás de cada porcentaje frío que indica déficit de comprensión lectora hay historias humanas. La imposibilidad de interpretar un texto no es solo un problema académico, sino una barrera que incide en las trayectorias vitales: un manual técnico, un contrato laboral o una convocatoria de estudios pueden volverse inaccesibles, restringiendo oportunidades y derechos.
Enseñar a leer y escribir no se reduce a enseñar a decodificar palabras; implica construir sentidos, interpretar realidades y proyectar futuros posibles. Es allí que el liderazgo pedagógico directivo sea un factor decisivo. Más allá de gestionar recursos o cumplir con tareas administrativas, liderar pedagógicamente supone guiar, sostener y acompañar a los docentes en una tarea tan compleja como decisiva: formar lectores y escritores capaces de pensar, comprender, crear y transformar.
Los sistemas educativos que logran mejores resultados comparten una convicción: la lectura y la escritura son el corazón de toda experiencia educativa. Ese compromiso se construye desde el trabajo cotidiano de directivos que priorizan el aprendizaje como eje de su gestión. Porque cada estudiante que aprende a leer con fluidez y escribir con sentido no solo mejora su rendimiento escolar: amplía sus capacidades, fortalece su autonomía y abre sus posibilidades de futuro.
En definitiva, liderar pedagógicamente una escuela es mucho más que administrar. Es liderar oportunidades.
*Profesores de la Licenciatura en Organización y Gestión Educativa (LOGE), Escuela de Educación de la Universidad Austral.