En primera medida, debe considerarse que la calidad de vida es una idea compleja y de amplio alcance, por lo cual para su elaboración y síntesis deben contemplarse diversos elementos que busquen reflejar las percepciones que tienen los individuos sobre distintos aspectos de su vida y de su entorno para, en una instancia posterior, construir el dato agregado: es decir la calidad de vida del colectivo (en este caso Argentina y sus regiones).
En gran parte de la bibliografía sobre el tema se ha impuesto el punto de vista médico-sanitario, por lo que muchos estudios de base empírica se han centrado, por ejemplo, en la calidad de vida en pacientes con determinadas patologías. Aquí, en cambio, se ha buscado el camino de intentar determinar los factores que, reunidos en un índice sumatorio, ayuden a interpretar el sentir de los y las argentinas.
Si bien en las últimas décadas se han vuelto habituales investigaciones que buscan conocer las subjetividades reinantes, por ejemplo sobre la “felicidad”, como The Oxford Happiness Questionnaire (https://www.happiness-survey.com) o encontrar la tipología predominante de los valores (https://www.worldvaluessurvey.org/wvs.jsp), la presente investigación encara un camino dado a la polémica ya que no se cuenta con estudios comparativos que tengan una concepción similar.
Profundidades sociales. Este estudio ha buscado determinar las percepciones relacionando preocupaciones individuales con la trama donde los agentes despliegan su vida. De esta forma, se realizaron diversas pruebas piloto para seleccionar un set de diez indicadores, sobre las cuales se formuló un cuestionario aplicado en forma telefónica mediante el sistema IVR que fue respondido por 2.368 personas durante el mes de marzo de este año. Desde ya, por tratarse de un índice sumatorio, un objetivo central será aplicarlo a futuro para determinar su evolución. Los indicadores seleccionados fueron los siguientes:
- Satisfacción con la situación económica del hogar
- Evaluación del estado de la vivienda
- Evaluación de la seguridad del barrio
- Acceso al sistema de cloacas y agua potable
- Facilidad para resolver problemas de salud
- Acceso al sistema educativo
- Satisfacción con el tiempo libre disponible
- Evaluación de su salud física
- Evaluación de su salud psicológica y emocional
- Nivel de confianza con la dirigencia política
Como se observa, hay tres indicadores plenamente individuales o personales (salud física, psicológica y tiempo libre), dos del entorno del hogar (economía del hogar, estado de la vivienda), cuatro de su inserción en su entorno mediato (seguridad percibida del barrio, acceso a cloacas y agua potable, acceso al sistema educativo y al sistema de salud) y uno totalmente contextual (confianza en la dirigencia política).
El valor del índice para la primera medición de 2022 es, del 1 al 100, 46,7. Es decir, en promedio, los y las argentinas se ubican debajo de la mitad de la escala.
Analizado el índice en torno a otras variables escrutadas, se hallan diferencias relevantes según las regiones del país. En efecto, como se observa en tabla correspondiente, la mejor calidad de vida se obtiene en el Área Metropolitana de Buenos Aires (50,7) y la peor calidad percibida es en el NEA (Chaco + Corrientes + Misiones + Formosa, con 42,6) cerca del NOA (Catamarca + Jujuy + La Rioja + Santiago del Estero + Salta + Tucumán, con 43,2). Estas cifras sugieren un desarrollo menor de las provincias del norte del país con respecto al resto. Se debe observar que los datos del desvío son las diferencias dentro de cada región (las respuestas más heterogéneas se encontraron en el NEA).
Habitualmente se considera a la calidad de vida solo desde un punto de vista médico y sanitario
El siguiente cruce relevante se da en relación con el nivel educativo de los encuestados. La diferencia entre quienes tienen estudios universitarios completos y quienes no han podido terminar el secundario es de 12,3 puntos, lo que realza la relación entre el sistema educativo y la realización integral de las personas.
Otro punto de interés surge al observar la edad de los entrevistados, para llegar a la conclusión de que manifiestan una peor calidad de vida los más jóvenes y los adultos mayores, siempre comparado con el valor del índice global.
Finalmente, para concluir el análisis del índice y su comportamiento en torno a los datos de clasificación, se observa un elemento sumamente de interés y que debe impulsar ulteriores investigaciones: las mujeres expresaron una mejor calidad de vida que los hombres y que las personas que plantearon otros géneros. Este dato nos lleva a evaluar la propia concepción de las percepciones y puede proponer una hipótesis osada: las mujeres expresando un mayor optimismo que los hombres.
Esta primera ola del Índice de calidad de vida, si fuera una persona, estaría dando sus primeros pasos y tiene todo un camino por delante para recorrer en mediciones posteriores.
* Carlos De Angelis es director del Centro de Opinión Pública y profesor de la carrera de Sociología (UBA).