ELOBSERVADOR
frederic martel, sociologo frances

“Cuando hay propaganda no hay industria cultural”

Investigador de la cultura mainstream, dice que la lucha por el poder ya no se libra sólo con armas o dinero, sino con los contenidos culturales. Y en eso, advierte, Estados Unidos sigue siendo el “número uno”.

Educacion. “No se trata de dar una computadora a la escuela, sino de revisar qué voy a enseñar. Los profesores no están capacitados”.
| Marcelo Aballay

La lucha entre los países consiste cada vez más en instalar su cultura y convertirla en mainstream, cultura masiva, para que se consuma más y más, creando ideología. Lo que algunos llaman “la batalla cultural”. Pero el sociólogo francés Frédéric Martel piensa esa batalla desde cada país, hacia fuera, abriéndola al mundo, tratando de exportar contenidos, conquistar “poder”, pero a partir de la promoción de más y mejores contenidos culturales, fruto del trabajo de creativos y productores locales. “Yo no creo en las industrias culturales cuando la libertad del artista no existe, cuando algo no se puede decir, cuando hay mucha propaganda política, censura o cuotas económicas para financiar determinados temas y otros no”, declara a Perfil el investigador, de paso por Buenos Aires.  
Martel realizó más de 2 mil entrevistas a productores, músicos y creativos de cincuenta países para escribir centenares de páginas que plasmó en tres libros, sintetizando sus investigaciones: Cultura mainstream. Como nacen los fenómenos de masas (Taurus), que se publicó en 25 países y habla de la nueva geopolítica de la cultura y los medios; The Global Gay, donde se pregunta sobre la cultura gay, si es una contracultura que se convirtió en  mainstream, y Smart, una investigación sobre internet que en pocas semanas saldrá al mercado primero en México y luego en Argentina
 La lucha por el poder ya hace tiempo que no es sólo una pelea que se gana con dinero. Los contenidos que se imponen masivamente constituyen el soft power (poder blando) imprescindible para países que quieren crecer. Este soft power se opone al hard power (poder duro), que constituye las armas y la economía. Cuando un país tiene los dos poderíos, se convierte prácticamente en invencible. Internet es una herramienta fenomenal de globalización, pero lo que produce son culturas “fragmentadas”, dice Martel. Para él “no existe la conversación mundial” que muchos investigadores predecían que iban a generar las nuevas tecnologías.  
El principal problema que Martel detectó en los contenidos que difunde internet es “la abundancia”. “Está todo disponible, pero el problema es que haya tanto”, y mientras la educación de los niños y los jóvenes no mejore esa abundancia confunde y no facilita el diálogo entre las culturas.

La educación. La escuela tiene que cumplir, acorde con los tiempos, además de su función tradicional, otros desafíos.  Martel pone el énfasis en “la alfabetización digital”. Cuenta que visitó comunidades muy humildes en Sudáfrica, Kenia y Nairobi. “Los funcionarios me dijeron una y otra vez que planeaban llegar a toda la población dotándola de acceso a internet, pero eso no es importante para nada. Los jóvenes están con sus smartphones en las favelas y saben usarlos mejor que nadie. Hay 2.700 millones de personas conectadas y en cinco años vamos a tener 5 mil millones. Un teléfono con internet se consigue por 40 dólares, el acceso es fácil. El problema no se soluciona con dar una computadora a la escuela, sino revisando qué les voy a enseñar. Los profesores no están capacitados para transmitir ese conocimiento y no porque no sepan qué es WhatsApp sino porque tal vez tengan que desarrollar su propio punto de vista sobre las fuentes de Wikipedia, por ejemplo”.

La “curaduría” de los medios. El sociólogo francés en su país incursiona en el periodismo. Hace ocho años produce en Radio Francia un programa que se emite los domingos a la noche: Soft Power, que ahora está por lanzar su versión digital. “El futuro de los medios para mí está en la curaduría de los contenidos, una curaduría inteligente, que es lo que reclaman hoy las audiencias, frente a la abundancia de contenidos”, dice.
“Uno escucha radio online y es muy parecida a la que se emite por onda, o lee diarios digitales y son iguales a los de papel. No hay mucha diferencia”.
Pero sí encuentra cambios en lo que las audiencias reclaman. “Se quiere acceder a las bases de datos, las estadísticas, los algoritmos, y eso lo permite internet, pero la masividad de la información es tan grande que se necesita entender para poder encontrar y saber qué es lo más importante y qué relaciones se producen. Para eso se  necesita la perspectiva humana”.
Martel está convencido de que “el modo tradicional de pensar los medios, esa forma elitista de pensar que hay que dejar a la persona que decida por sí misma, esa forma de ver el periodismo, ya fue”.  

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EE.UU., líder mainstream. “Yo soy francés, no estoy aquí para promocionar a los Estados Unidos, pero hay muchas razones para asegurar que son los número uno del mundo en materia de cultura mainstream: los hippies, los “Castros” en Cuba, Hollywood, Broadway. La capacidad de la industria cultural de Estados Unidos es enorme y sigue mandando en cultura popular. Algunos franceses hablan del declive del imperio cultural, pero yo no lo creo”, dice Martel a PERFIL. En internet “todas las grandes compañías: Yahoo, Google, YouTube, Facebook, pero también los nuevos emprendimientos, son norteamericanos”.

No hay cultura latina. En relación a cómo ve la industria cultural latinoamericana, Martel declaró que le parece “un poco triste” la falta de códigos comunes y producciones conjuntas en la región. “Pese a que todos los países, con excepción de Brasil, hablan un mismo idioma, están tan desconectados”, dice.   
Aunque reconoce que hay excepciones, y cita por ejemplo la película Diario de motocicleta, señala que cada país se mira a sí mismo y no busca potenciar sus productos regionalmente. “Tal vez sea porque Argentina siempre fue un país más elitista y abierto a la cultura europea, Chile está aislado por los Andes, Venezuela y Cuba siempre están en contra de todo el mundo, México mirando hacia Estados Unidos y Colombia porque no tiene buena relación con sus países vecinos, pero es notorio que no existe la cultura latina. Y eso es triste”.   
Al preguntarle su opinión acerca de la industria cultural de China, país que acaba de ser declarado primera potencia mundial por el Fondo Monetario Internacional, Martel cuenta que allí su libro Cultura Mainstream fue un éxito de ventas porque están interesados en controlar los soft power.
Tienen su propia intranet, sus redes sociales, están prohibidos Google y Facebook y se invierten millones en “controlar la televisión, las industrias culturales, su TV por cable, que fue traducida a muchos idiomas”, pero opina que, a su entender, “no va a resultar” porque “cuando no hay libertad para el artista y hay mucha propaganda política, censura y cuotas económicas para tal o cual tema, se produce como consecuencia que el único éxito haya sido Kung Fu Panda, producida por Dreamworks, que funciona en Estados Unidos”.

“Insto a los Kirchner a creer en la cultura”
Frédéric Martel es amable y habla pausado, piensa bastante antes de dar cada respuesta. Sin embargo, cuando se le pregunta cómo ve las industrias culturales argentinas, casi no duda: “Insto a los Kirchner o a quien sea el próximo gobierno a nutrir la cultura. No se trata sólo de dar dinero, sino que es más complicado. Vi en Taringa cosas que me sorprendieron, telenovelas maravillosas. Acá hay innovadores que necesitan apoyo. Argentina no va a salir adelante sola, no es el centro del mundo, y pensar que no necesita ser parte de la globalización no me parece una idea coherente”, declara.
Y va más lejos: se refiere a la economía: “Honestamente no creo que el futuro del país vaya para el lado de la economía tradicional, el petróleo, la soja. Yo soy más bien schumpeteriano (en alusión al economista austro-estadounidense Joseph Schumpeter) y no keynesiano. El gobierno de los Kirchner sigue al keynesianismo tradicional, probablemente porque es un período de crisis, pero necesitamos políticas que permitan que crezca la creatividad, que se invierta en innovación, tecnología e industria cultural. Vi que la industria cinematográfica argentina está en auge, gracias a un sistema impositivo que se tomó prestado de Francia, pero no alcanza con eso. Yo creo que las personas creativas pueden cambiar un país como éste”.