Pasada la transición y el cambio de mando de poder con Lula, en 2003, Fernando Henrique Cardoso convirtió la figura del ex presidente brasileño en una auténtica institución.
Lo logró, en parte, por haberse llamado a silencio durante el primer tramo del gobierno de su sucesor, para facilitarle la tarea.
Lejos del poder y sin nuevas ambiciones políticas, FHC, como es más conocido en su país, le dio así prestigio a la posición de ex presidente, una figura que no lo tenía antes en Brasil y que se da, más allá de las posturas ideológicas, en muy pocos países del mundo, como Estados Unidos.
Ser ex presidente, suele decir FHC, “es mucho más fácil que ser el presidente de Brasil”.
Luego de su salida del Palacio del Planalto, el líder de la socialdemocracia brasileña prefirió tomarse un año sabático. Con su mujer, la antropóloga Ruth Cardoso (que falecció en 2008), hizo una gira por Europa y pasó algunos meses en Washington, gracias a una beca de la Biblioteca del Congreso, con el solo objetivo de estudiar y de escribir.
“Cuando se terminó mi gobierno, fui con Ruth a Europa, a Francia, sin ningún asesor ni gente de seguridad. Nos quedamos en la casa de un amigo. Cuando uno deja de ser presidente, tiene que ser realista”, relató en 2009, en una entrevista con la revista Veja.
Luiz Inácio Lula da Silva intentó seguir sus pasos, pero su pulsión por la política sigue siendo muy fuerte y hoy mismo es el precandidato más firme de su partido a las elecciones presidenciales de 2018.