En una postal de los años veinte de saludos para el Año Nuevo publicada en los Estados Unidos por la Near East Relief se muestra una foto en blanco y negro del Orfanato de Alexandropol. La administración del Near East Commettee, organización que tenía su sede en Nueva York, fundándose en el año 1915, tenía como fin el socorro humanitario a los armenios y a los asirios expulsados del Imperio Otomano. La localidad de Alexandropol actualmente corresponde a la ciudad de Gyumrí, Armenia. La postal muestra el edificio del orfanato en cuyo techo se lee “Near East Relief” y un gran patio donde los niños huérfanos uniformados se alistan formando la frase “America We Thank You”. Debajo de la foto reza una leyenda: “Una contribución americana a la paz mundial –cientos de niños felices y sanos, futuros líderes del odiado Medio Oriente. Dos mil quinientos niños en el Orphan City de los doce mil en Alexandropol expresan su agradecimiento por la ayuda americana–. Estampado sobre la foto en blanco y negro, las letras en rojo dicen: Happy New Year”.
En armenio, estar agradecido se dice shnorhagalellal, gracias es shnorhagalutiun que deriva de la palabra shnorh don, favor.
La palabra perdonar proviene del latín tardío y es derivada de donar, dar. Per-donare, dar totalmente, dar a alguien su deuda, anular todas las deudas.
Don. Donativo, María Moliner, en su Diccionario del uso del español nos dice que es aquel realizado por un ser superior, particularmente por Dios, también se usa en los cuentos y leyendas (cuando se conceden dones). Pero también, en su primera acepción hace alusión al dominus latino como tratamiento que se antepone al nombre propio.
Decíamos reciprocidad; la deuda, la ontología de la deuda exige restablecer la correlación. En la deuda mayor, el delito, el perdón actúa como la suspensión del tiempo del crimen. En el crimen originario, tras el asesinato, cuenta el relato, el criminal fue marcado e indultado. Una señal, para que nadie olvide el crimen. El mal por el mal se extiende desde el Código de Hammurabi hasta las Tragedias griegas. Las marcas taliónicas encuentran su frontera en la clemencia y en la ley. La ley determina una tabla de equivalencias: una vez cumplido el castigo, no se demandará más. El perdón convive con la maldición. Quien no puede vengarse (según los ritos clásicos) o quien no obtiene su justicia (según la ley) suele pedirla más arriba; maldice.
La maldición exige un ritmo, exige palabras precisas. No alcanza con remover el odio, son necesarias las palabras.
Dios maldijo a Caín; la maldición cree en la eficacia prodigiosa de la palabra. Una memoria de las palabras, la maldición tiene carácter operativo entre los griegos y acaba cuando aparece la noción de responsabilidad.
El perdón supone que la deuda no se reclamará.
¿Puede perdonar el agraviado?
Si ha convocado a la Justicia, ella se hace cargo y actúa. Porque el perdón no es justo, pertenece a un orden distinto al mundo conmutativo de la Justicia. Perdonar no es justo, escribe Amelia Valcárcel, es otra cosa.
El Occidente cristiano viene repitiendo desde hace siglos “perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores” o cuando dice: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y le pide al padre, porque en definitiva ¿quién es un condenado para perdonar?
Y la pregunta vuelve: ¿puede perdonar el agraviado?
Hubo un tiempo retórico de una potencia divina devenganza, le siguió otro, secularizado, donde la vara hegelianade la razón y su ley ponían el precio a la deuda.Hoy, cuando la confianza providente ha sucumbido, habrá que inventar una lengua nueva para reclamar el pago.
Gracias, escriben los huérfanos en la postal con sus cuerpos.
Son los cuerpos que hablan, todavía. ¿Cómo se lee y quién? En una tarjeta escrita en inglés, para ser repartida entre americanos la fotografía de los líderes futuros del odiado Medio Oriente. ¿Cómo podrían agradecer esos niños ser los futuros líderes de un sitio que les pertenece y se adjetiva como odiado, cómo se verán a ellos mismos escribiéndose un gracias que ni siquiera entienden?
Jankélevich es claro, no se puede perdonar lo que no se puede castigar.
Oh, amor, tiende tus manos otra vez sobre mí./Algunos de los frutos maduran y son recogidos y son deliciosos./ Algunos caen y son un deleite para las hormigas./ Algunos se esconden bajo la nieve y los ciervos hambrientos pueden salvarse. [Mary Oliver, El pájaro rojo].
¿En qué lengua se podría perdonar el genocidio armenio? ¿Acaso en inglés, en un armenio ya muerto, en un turco cuyo alfabeto luego de advenida la República dejó de ser el mismo que el de los perpetradores?
Si el derecho de gracia es la facultad del Estado de renunciar al ejercicio efectivo del iuspuniendi, es decir, si es una excepción al derecho; y si ese derecho está íntimamente dañado en su constitución por haber legitimado la violencia inusitada del Estado, ¿quién podrá dar ese don,esa gracia?
Ellos, los americanos constituidos en la lengua inglesa,sacan una foto de dos mil quinientos niños formando la frase “America We Thank You”.
Entre la víctima y el perpetrador, desde el momento que aparece un tercero, puede haber una sentencia condenatoria, una amnistía, una reconciliación o una reparación.
Entre la víctima y el victimario, cuando no hay un tercero se escribe una lengua que maldice o lo que hoy puede denominarse como narrativas de odio ensamblándose aún más esa pareja perversa. Estar sitiado igual que una ciudad puede estar sometida a su cerco. Toda cultura aspiraa los estigmas gloriosos de sus propias heridas. Y ese es el peligro, que la víctima se acondicione en la gloria de su lugar y viva de sus propios escombros.
Imponer los escombros al vencido es prohibirle sus ruinas, quebrar el tiempo de su mitificación. En una de las salas del Museo del Genocidio Armenio en Ereván una serie de pedestales de mármol sostienen unas urnas de cristal que albergan manojos de tierra de Erzerum, Van, Bitlis,Sivas, Kharpert y Diarbekir, territorios pertenecientes a la Armenia histórica cuya población fue exterminada entre los años 1915 y 1923. Los pedestales se encuentran a los lados de un árbol también de mármol cuyas ramas simbolizan el renacimiento del pueblo. Unas urnas donde están enterrados manojos de tierra. No un cuerpo. No un objeto encontrado y recuperado. Tierra en urnas como relicarios.
Una tierra que solo puede recordarse con un nombre inscripto sobre una piedra. Tierra enterrada para el culto del recuerdo. El derribo de una geografía, en urnas.
Shnorhagalutiun es gracias en armenio.
El que le sigue al sobreviviente no agradece por no haber muerto. Diría gracias por la creación de una lengua.
Ese es el don. El perdón se constituye en el momento de un habla de una lengua nueva. Una lengua que no sea aquella gramática legal paterna que sacrificó al hijo. La gratitud del sobreviviente se expresará en una lengua que dé lugar al padre, una lengua materna que no entregue al hijo.
¿Quién es la parte acreedora de esta deuda? ¿Quién la parte acreedora del discurso, en tanto que discurso de una ley siniestra, cuando solo hay restos de palabras que sentencian un reconocimiento entre desechos? ¿Se tratará como lo define Pierre Legendre, de volver a hacer presente la función clínica del derecho, en ese entramado de víctima,acusado y juez?
Dos mil quinientos huérfanos forman con su cuerpo la palabra gracias, dos mil quinientos huérfanos que no hablan inglés ponen su cuerpo para formar la palabra gracias en inglés.
En la filigrana del perdón, cuando no hay ningún juezque separe al asesino de su crimen, se trata de preservar el futuro deseante de esos niños. El relato bíblico escribe que se debe ser nacido de padre para entrar al lenguaje. Un padre que acuerda, que pacta, que legisla suspendiendo el tiempo del crimen.
En el caso del genocidio armenio la ley está manchada de sangre y no hay sentencia. Solo tenemos una postal donde posan niños huérfanos.
*Escritora. Fragmentos del libro La guerra es un verbo.
Madres para tanta orfandad
A.A.
Dar el don del sentido más allá del contrasentido y la desmemorización del Estado kemalista. Si el hecho fundador de la identidad diaspórica armenia ha sido la muerte, tomar una posición ética será inventar la vida. Ética que es, inevitablemente, un acto de lenguaje. Una lengua que nos haga sujetos. De manera que al pensar en la lengua pensamos en lo político. Un lenguaje que no substituya el cuerpo a cuerpo, que no haga del rito eucarístico un reparto de comida que son cuerpos. Un lenguaje cuyo don sea no dar al hijo.
Una leyenda de los tiempos del genocidio cuenta que las mujeres moribundas y extenuadas que se escapaban en el desierto, escribían las letras del alfabeto armenio con sus dedos sobre la arena. El viento del desierto llegaba y borraba lo que ellas habían escrito, pero ellas eran tan tenaces que no se resignaban y volvían a escribirlo. Así fueron salvadas las letras. Sin embargo, los manuscritos enterrados no pudieron ser hallados hasta hoy. Esperan el día en que los armenios vuelvan a juntarse. Se dice que en la mano del último armenio habrá una llave y, apenas se acerque a las piedras, los libros murmurarán desde el fondo de la tierra.
El don, la llave, los libros, esa identidad en una lengua, la gracia. Madres para tanta orfandad.