Existe consenso entre politólogos en establecer una brecha en la actualidad: la distancia que va del populismo –ya sea de derecha o de izquierda– al liberalismo –del que también se puede hablar de derecha y de izquierda– marcaría un nuevo escenario de conflicto político.
Sin embargo, la escalada de violencia de Francia de los chalecos amarillos (y su derrame hacia Bélgica y España) parece demostrar un nuevo punto de crisis aguda: la ausencia de ideologías, tal como a veces parecen pedir algunos populismos simplistas o liberalismos electoralistas (como el de Emmanuel Macron y no solo él) puede ser un caldo de cultivo para expresiones cuando menos caóticas.
WhatsApp e internet. Este es uno de los señalamientos que formula Jean-Jacques Kourliandsky, miembro de la Fondation Jean Jaures y profesor del Institut de Relations Internationales et Strategiques de Francia, además de responsable del Partido Socialista francés para Latinoamérica hasta 2008, de visita en Buenos Aires, que habló con PERFIL.
Kourliandsky ve en el movimiento de los chalecos amarillos puntos de contacto con otros momentos de violencia política de su país (que se remontan hasta la edad media, con los movimientos antiimpuestos) y algunos datos nuevos, como por ejemplo la organización por WhatsApp e internet de toda la movida. Y no encuentra a ningún partido político detrás de la organización, “que nació pidiendo que le bajen el precio de la nafta” y no quiere que su protesta sea capitalizada por ningún partido, “populista o no”.
El experto vislumbra que habrá una cierta calma hacia fin de año. Pero “no sabemos qué sucederá a partir de enero. Y podemos estar seguros de otra cosa: que en las elecciones europeas de 2019 el verdadero ganador sea la abstención”.
Un gobierno de ricos para los ricos. “Hay cada vez menos partidos políticos que buscan apoyo electoral a partir de programas estructurados –dice–. Se busca el camino corto, a través de ideas sencillas, de un líder carismático que habla bien. En este sentido, se puede decir que el instrumento del populismo de derecha y del populismo de izquierda se parecen, a pesar de tener objetivos opuestos. El riesgo es lo que sucede en Francia; que la gente se pase no solo de los partidos tradicionales al populismo, sino que descrean de la política en general.
“Esto también se ve en el proceso de las manifestaciones con chaleco amarillo: son autoorganizados. No querían el apoyo de nadie. Y rechazan el apoyo de cualquier partido que sea, no importa si es de centro, de derecha o de izquierda. Si queremos pensarlo en términos electorales, de cara a los comicios europeos de 2019, que son elecciones proporcionales, que permiten medir el estado de la opinión pública, diría que el partido que puede ganar es el de los que no votan.
—Ni populistas ni liberales.
—Es que el gobierno actual de Francia, que nació con una ideología antipartidista, recoge lo que sembró. Tiene electores apartidarios. Pero también ahora suma un problema muy grave: que es muy difícil controlar a los movimientos autoorganizados sin estructura, sin nadie con quien dialogar. Y que finalmente consiguen mejor resultado saliendo a la calle que con la vida partidaria. Rompiendo todo consiguieron lo que querían. Que el gobierno anulara el aumento de la nafta, primero. Y después consiguieron medidas para los jubilados y los estudiantes, también. Estamos frente a una cultura democrática nueva, basada en internet o WhatsApp.
—En eso sí se parecen al populismo de Bolsonaro.
—Pero en el caso de los chalecos amarillos, no hay ningún Bolsonaro que los sostenga. En Francia no hay nadie. Y tampoco los chalecos amarillos quieren el poder. Lo que manifestaron en su origen tiene un motivo muy concreto, que se suprima el aumento de las naftas, que se restablezca el poder adquisitivo de los jubilados. Cosas concretas y puntuales. Y lo que generan es que el gobierno quede totalmente atado a ellas. Macron ahora no va a poder impulsar la reforma constitucional que pretendía, como otras medidas que tenía planificadas. Quería cambiar la manera en que se elegían los parlamentarios. Y eso también fracasó. Lo mismo con el plan de reforma de las jubilaciones. Ahora, ante un descontento, los partidos no pueden mediar. Y se saldrá a la calle. Esto tampoco beneficia ni a Marine Le Pen ni al populismo de izquierda de Jean Luc Mélenchon.
—Lo que está en crisis es la representación.
—Es que el gobierno pertenece a un 30% de la gente, que vive bien con la globalización, en el sistema integrado a Europa. Es gente que tiene una cultura de elite, y que solo se conecta con personas en la misma situación. No pueden entender qué les pasa a los demás. Hubo diálogos en la televisión de gente del movimiento del gobierno (no es un partido) en los que se ven dos mundos con vidas completamente opuestas y que no pueden entenderse entre sí.
“Le Monde publicó un estudio sociológico sobre los nuevos diputados franceses. Un 70% de la Asamblea Nacional es del movimiento de Macron. El 66% de ellos es de clase alta o media alta, y viene de una cultura de empresarios, o ejecutivos. Personas de mando en organizaciones de este estilo. Son todos jóvenes, sin experiencia política. Y eso es nuevo: en la política tradicional, la derecha tuvo diputados de clase alta, sí. Pero venían de una cultura partidaria, en la que la conversación era necesaria. Y eso también es un antecedente que puede explicar lo que detonó ahora”.
Un ‘aleph’ francés
La situación política, económica y social francesa es hoy un concentrado de tiempo y sucesos; una suerte de “aleph” borgeano, reflejo de la actualidad europea, mundial.
En menos de dos años, ha comenzado a derrumbarse el último intento liberal, consecutivo al último socialdemócrata, de acabar con la crisis económica y social local, europea. Emmanuel Macron, vigesimoquinto presidente de la república, ostenta el nivel de aceptación más bajo de un presidente a esta altura del mandato: el 31%. François Hollande, que terminó con el nivel más bajo de la V República (4%), estaba mejor cotizado a esta misma altura: 32% (http://bit.ly/imagen-macron). Así, podría ocurrir que Macron acabe renunciando, si el movimiento de chalecos amarillos prosigue y se amplía.
Esto, a pesar de que Macron no es un liberal cualquiera. Grand maestre de la Legión de Honor; diplomado en Filosofía, Ciencias Políticas y Finanzas; asesor/asociado de la banca Rothschild y afiliado al socialismo desde sus 24 años. El más joven presidente desde Napoleón (39 años al asumir), brillante y sobrio orador, “pintón”, reúne todas las condiciones de un líder carismático.
Sorprenderá lo de “afiliado socialista”, pero ese es justamente el punto que lo une al fracaso anterior. Su predecesor, el socialista François Hollande, echó mano de su saber y contactos financieros, nombrándolo primero su asesor económico (2012) y luego ministro de Economía (2014). Renunció a mediados de 2016, para dedicarse al movimiento que había fundado poco antes, En Marche, con el que finalmente llegó a la presidencia. Un camino similar siguió Manuel Valls, primer ministro de Hollande, otro liberal adherente a una socialdemocracia que había emprendido ese camino desde los tiempos de François Mitterrand y que ahora se postula como… alcalde de Barcelona, gracias a su origen catalán.
O sea, un nuevo y estruendoso fracaso liberal en puerta, consecutivo a otro del social/liberalismo. Casi toda Europa va por el mismo camino (http://bit.ly/cuesta-abajo-rodada). Todo indica que en las próximas presidenciales francesas disputarán la presidencia la extrema derecha de Marine Le Pen y el populismo de Jean-Luc Mélenchon, un admirador del chavismo y el kirchnerismo (http://bit.ly/atolladero-frances). En mayo próximo, durante las elecciones al Parlamento europeo, tendremos un anticipo.
*Carlos Gabetta