Vera Malaguti Batista es una socióloga brasileña, especialista del miedo. Ella trabajó en sus estudios de posgrado el uso del miedo como un arma de control dentro de las sociedades, en relación con la aplicación de políticas de seguridad. La actual profesora de criminología de la Universidad de Estado de Río de Janeiro, secretaria general del Instituto carioca de Criminología, visitó Buenos Aires para presentar su libro El miedo en la ciudad de Río de Janeiro, reeditado por Unsam.
—Hay una frase en tu libro muy fuerte que dice: “Las fuerzas del orden están encargadas de inspirar confianza en las elites y difundir terror en los morros”.
—Sí, esa es una frase que yo descubrí en un periódico de 1835 que dice que necesitamos de una policía que a nosotros nos inspire confianza y a ellos les inspire terror. Yo digo que ese es el paradigma histórico de la policía brasileña. Inspirar confianza a las elites y terror a los pobres.
—Esa idea aún hoy se mantiene. De todas maneras, en Argentina la mirada sobre la policía no es impoluta, sobre todo por los casos de corrupción.
—Sí, es que eso lo aclaro en mi libro. Ustedes son más críticos, más conscientes del problema. Argentina ha estado a la vanguardia del debate criminológico. Creo que esto tiene mucho que ver con el espacio político que se ha dado a lo que yo llamo de escuela Zaffaroni. De una visión más crítica, más cualificada y menos fetichizada de la cuestión criminal. En Brasil estamos más retrasados.
—De todas maneras, la postura de Zaffaroni no es la generalizada. Su discurso es mucho más progresista.
—Pero yo creo que ha podido influenciar en las políticas. Argentina tiene la pauta criminológica mucho más avanzada que Brasil. La academia está muy alejada de las decisiones. El único saber académico sobre la cuestión criminal que se utiliza es el funcional a la letalidad policial.
—Hay un punto que vos planteás en tu libro que también sucede en Argentina que es cómo la pobreza pareciera ir de la mano con el encarcelamiento.
—Hay una utilización de este miedo que hace que se naturalice el exterminio, la tortura, el encarcelamiento. En Brasil, los afrodescendientes son los blancos principales. Hemos sustituido las políticas públicas de bienestar social por políticas de seguridad máxima.
—¿Pensás que los gobiernos de Lula y después de revirtieron esta situación?
—Yo creo que han hecho, pero la política criminal de fondo no ha cambiado mucho. Sí avanzaron en políticas educacionales. Han sacado 30 millones de brasileños de la línea de la miseria. Yo, por ejemplo, trabajo en una universidad pública que antes era blanca. Hoy hay muchos afrodescendientes.
—¿Y qué análisis hacés de la situación actual de Brasil?
—Yo creo que la crisis financiera es alimentada por una crisis política y un golpe judicial-mediático. Dilma y Lula están siendo criminalizados por prácticas políticas que son las más utilizadas por quienes los acusan.”