Cada una de las declaraciones, mensajes y gestos del papa Francisco sobre la Argentina generaron resquemores en el seno del gobierno de Mauricio Macri durante estos últimos tres años, algo que también ha ocurrido cuando recibe a políticos opositores, al punto de que, incluso, han tomado esos gestos con recelo y como una forma de influir en la política nacional.
El secretario de Gobierno de Ambiente y Desarrollo Sustentable, el rabino Sergio Bergman, sostiene que el Sumo Pontífice está equivocado en su posición frente a la administración de Cambiemos, pese a que se considera su discípulo desde hace casi dos décadas y de haber escrito un libro en el que lo nombra su rabí (maestro).
—¿A qué se debe esta postura sobre el país?
—Creo que no se lo comprende. El me adoptó más por rebelde y discutirlo que por obsecuente, que es lo que menos quiere. Hay unos atributos de su actual posición, que para mí no cambian, que es: provocador, políticamente incorrecto, un rebelde y humano, mostrando la falibilidad del Papa. El les dijo a sus compañeros cuando lo votaron: están eligiendo a un pecador. La diferencia entre un pecador y un corrupto es que el primero sabe que se equivoca y acepta su dimensión humana y el segundo la niega y sistemáticamente la pone como una conducta.
—¿Eso implica que se está equivocando con la Argentina?
—No cabe ninguna duda, con varias cosas y no hay problema. Podemos no compartir, pensar diferente y hay que respetarlo. Tiene una posición ontológica existencial coincidente con el Evangelio. Al adversario y al enemigo, lo puede recibir; a aquellos que llegaron a decir que hasta el diablo viste sotana, los puede abrazar; a quienes son condenados, presos, cautivos, aún con Justicia, los va a consolar, porque vuelve a las raíces originales del cristianismo. A los pobres no solamente caridad. Tiene una visión teológica de ponderar la pobreza, de ponerla en un lugar elevado porque plantea que en vivirla con dignidad está la mayor expresión de los valores cristianos. Yo quisiera erradicarla. Sin embargo, su misión es que haya pobres, dignos, cubiertos con las necesidades básicas por un Estado.
—¿Por qué lo considera su rabí?
—No lo nombro rabino por religión ni sacerdocio sino por maestro, como Jesús, que en el Evangelio es llamado rabí (maestro). Es mi rabino de referencia para la actividad política, cívica y pública.
—¿Por qué lo consultó cuando Macri le propuso formar parte de PRO?
—Fui a verlo a Bergoglio porque era mi referente. Lo consulté como discípulo, porque nunca me puse en la categoría de ser su amigo. Le dije: Jorge, voy a meterme en política. Me respondió: “Pensalo”. Si pudiera ser obispo judío de la Iglesia Católica o su rabino oficial, jugaría en tu partido. Considero que la Iglesia a través de los años funcionó como uno de los partidos políticos más tradicionales de nuestra historia, con la gran ventaja de que no importaba quién ganara la elección ya que no podía participar. Como en el judaísmo no tenemos la posibilidad de meternos en política en nombre de nuestra religión, dije: voy a probar. Le pedí: rezá por mí. El tenía un genuino temor del costo que podía pagar.
—¿Cuáles fueron las consecuencias de su decisión?
—Perdí la mitad de la representación, porque si estás en un partido la otra mitad no te va a querer; mucho capital personal y el prestigio que tenía como referente social, por los prejuicios y una generalización injusta a la que nos llevaron 12 años de toxicidad y autoritarismo: perder el respeto por todo y todos. El desgaste que hace que la gente te insulte y te maltrate como si fueras un enemigo porque no pensás igual, en lugar de verte como a un argentino que, con todas las diferencias, piensa distinto. Estoy muy agradecido porque mi vocación rabínica se realiza plenamente en la función pública, porque sigo siendo un servidor.
—¿De qué forma?
—La política es una oportunidad de servir. Sigo siendo rabino, no estoy a cargo de una congregación ni de un púlpito, no ejerzo la parte pastoral, pero tengo la misma misión y vocación. Voy a poder ser reconocido en mi praxis rabínica y en términos de la política, mucho tiempo después de que no esté. Este es un camino en el que estoy continuando cosas que hicieron otros, que no empezó conmigo. A otros les costó muchísimo más. No podés pensar que todo es mérito tuyo, que la historia empieza porque vos venís.
—¿Por qué lo dice?
—Muchos de los que me criticaron por haberme metido en política, ahora están metidos, quieren ser diputados, representantes, se olvidaron de la comunidad y la ven como una oportunidad para trascender. Para mí, no hay nada disruptivo en ser rabino y político, porque cuando termine mi cargo en un plazo determinado, no voy a dejar de hacer las cosas que siempre hice.
—¿Qué piensa hacer cuando deje su cargo?
—La política partidaria va a depender mucho de la evolución de la Argentina. Mi primer compromiso es asegurar un segundo mandato de Mauricio. Todo lo que estamos haciendo requiere tiempo, nos hubiese gustado que a todos los argentinos les llegue la sensación de que este camino los lleva a un lugar para vivir mejor. Si no tenemos el tiempo de cocción de esa transformación, este intento va a ser testimonial. Por delante, hay tres reelecciones en 2019 y no tengo ninguna posibilidad de imaginarme qué voy a hacer después hasta no comprometerme para lograr que eso suceda, que fue el motivo por el que me metí. Los argentinos estábamos como en un tanque de reserva, porque íbamos hacia Venezuela. Mi participación tuvo que ver con la permanente violación de los derechos humanos que regulaba una ley que no se respetaba. En un esquema de tipo populista, demagógico y autoritario necesitamos volver a la República. Cuando me preguntan sobre mis expectativas: quiero seguir siendo funcionario del gabinete nacional y esperemos que con el apoyo de los argentinos también en el próximo mandato.
—En el pasado estuvo vinculado con organismos de derechos humanos, ¿qué opina de su posición frente al Gobierno?
—Hay una visión nostálgica y melancólica de un pasado en el cual hubo una lucha que hay que actualizar una vez más, como si hoy tuviéramos que volver a pelear por aquello por lo que ya lo habíamos hecho. Debiera ser una agenda proactiva de los pendientes del presente. Todas estas polémicas deberían iluminar y enriquecer el futuro de lo que vamos a hacer porque, de alguna manera, necesitamos que los derechos humanos, que requieren siempre de memoria, verdad y Justicia cuando fueron profanados en el pasado, no queden pendientes en el presente. La Argentina no tiene que militar más por los derechos humanos, debemos cumplirlos. Tenemos una deuda en su plena vigencia y no tiene que ver con buscar culpables sino con hacernos todos responsables. Debemos desarrollar un país en equidad, en justicia social, en estos derechos básicos. No hace falta hacer siempre referencia a los desaparecidos, al terrorismo de Estado, al terrorismo subversivo sino, nunca olvidar lo que pasó y actualizar hoy que la corrupción, el robo, la manipulación de más pobres y abusar de ellos es un abuso a los derechos humanos y me parece que es una agenda más proactiva y productiva que siempre estar en la polarización. Tenemos un problema: siempre seguimos en la antinomia y queremos ver quién tiene razón, en lugar de mirar la síntesis y razonar juntos sobre qué podemos aprender de todo los que nos pasó y, finalmente, en vez de ser un país adolescente como somos, ser uno adulto que se haga cargo de su pasado, que no lo repita en el presente y construya un futuro.
Nota concedida al programa Voces y memoria, que se emite los martes a las 20 por radio Eco Medios, AM 1220.