Algunos héroes de guerra son discutidos, pero Hermengildo Sábat es ahora un héroe unánime de las dos orillas más hermanadas del mundo, desde el Pocitos de sus primeros días hasta el Olivos del último respiro. “Héroe”: palabra que 'Menchi', un humanista cabal al que el raro atributo de la modestia le era inherente, no hubiera aprobado.
“Yo no tengo gestor, ni galerista ni nada. Entonces, me gano la vida con los dibujos del diario, y casi excepcionalmente con algún cuadro que venda. Así que me esmero mucho, porque tengo miedo de perder el trabajo”, declaró con inverosímil convencimiento en una entrevista publicada en 2011 en el semanario Búsqueda.
Pero la modestia era en este admirador de Sáez, de Torres García, de Barradas y de Figari una pincelada más del cuadro mayor que representaba su carácter, mezcla fabulosa de ascetismo, benevolencia, rigor y ternura. Algo que funcionaba naturalmente en un hombre que se sentía culturalmente oriental, lo que explicó en aquella entrevista de esta manera: “Yo sigo siendo un uruguayo en Buenos Aires, ese es el asunto. Acá me crie y estudié bien o mal, y la formación de la persona que soy se dio toda en Uruguay. También hay un hecho concreto: llevo trabajando en Clarín 37 años, y es mucho. Otros tipos hubieran largado antes . Creo que en Buenos Aires todo gira alrededor del dinero, y yo entiendo que de algún modo eso sea razonable, pero no necesariamente debe ser así, porque hay otras cosas. La idiosincrasia nacional tiene términos más modestos, no posee ilusiones demenciales, aunque al mismo tiempo el uruguayo puede llegar a ser más profundo, ¿sabés?”.
Por eso Sábat era un librepensador. Y por eso simpatizaba con el doctor Alfonsín y abominaba del peronismo.
Ciudadano ilustre de Montevideo y de Buenos Aires, doctor honoris causa de la Universidad de la República y de la UBA, ganador del Premio Homenaje de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, del Konex de Brillante y del María Moors Cabot, ex presidente de la Academia Nacional de Periodismo de la Argentina y ex expositor de lujo del Museo Nacional de Artes Visuales y de la Fundación Atchugarry de Uruguay, Sábat aseguraba que las distinciones son “riesgosas”, y añadía: “Yo no trato de convencer a nadie, lo mío es muy sencillo y no me remonto porque no soy cometa. Tengo mis reservas respecto a lo que hago, y simplemente dibujo cosas que en cada momento me parece que vale la pena publicar”.
Cosas que, aunque Sábat no lo admitiera -y tal vez esto fuera más evidente en sus acuarelas que en sus dibujos- eran un prodigio de sensibilidad, de síntesis y del misterio que evocó Pablo Atchugarry consultado por PERFIL, opinó: “Su trabajo es hermoso y, cuando lo observo, lo que veo es pintura”.
Pero él era un excelente reportero, tal como recordó Andrés Alsina, periodista uruguayo de destacada carrera en ambas márgenes del Plata, quien explicó cómo Hermenegildo comenzaba una conversación con una idea inicial que, tras múltiples derivaciones aparentemente caóticas, retomaba más tarde para fortalecerla con la armonía, la calidad y el sentido de la improvisación de las leyendas de jazz que tanto admiraba. Justamente él, cuya obra era venerada por el inolvidable dibujante estadounidense David Levine.
“Era tal su compromiso con la democracia y con la verdad que, sabiendo cuáles serían las consecuencias de sus actos, 'Menchi' dibujó a Cristina Kirchner con una venda en la boca: para él era un deber cívico”, grafica Alsina. Y dice más: “el olor a redacción” era para su tarea un elemento insustituible. Una tarea cuyo resultado final, según Ignacio Iturria, procuraba siempre llegar a “lo más íntimo del ser humano”.
El año en que lo entrevisté, le llevé a Sábat -quien pocos minutos antes le había dibujado y regalado una caricatura al fotógrafo que me acompañaba- un cuadro de una botella flotando en un mar profundamente verde con la inscripción “Utopía”. No estaba seguro de que 'Menchi' lo hubiera hecho realmente, tanto por la época de la obra como por la reputación de la casa de remates donde la había comprado. Pero aquello era una belleza.
-¿Lo hizo usted?
-A ver… ¡Uff, sí, sí!
-¿Pero cuándo?
-Y ya no sé, hace como cuatro vidas, viejo. ¿Quéres que te la dedique?
-Me encantaría.
“Para Pablo, con toda simpatía y con la amistad de Hermenegildo Sábat. Montevideo, agosto-2011”, dice.
Una vez, Truman Capote se preguntó: “¿Qué es el estilo? ¿Y qué es, como pregunta el Zen Koan, ‘el sonido de una mano’?” Y concluyó: “Nadie lo sabe realmente y, sin embargo, uno lo sabe o no lo sabe. Pero para mí, el estilo es el espejo de la sensibilidad de un artista, en mayor grado que el contenido de su obra”.
Sobre los restos de ese hechizo original, sería un lugar común decir que, desde la Tierra hasta las alturas, imitaremos al maestro. Seamos realistas: ni en el mejor de los sueños.
*Desde Montevideo.