ELOBSERVADOR
Thomas Friedman

"Hoy, cada ciudadano es un periodista"

El editorialista del New York Times estuvo en Buenos Aires para presentar su último libro. Allí conversó con el autor de esta entrevista sobre cómo influye la globalización, tanto en la política como en la mente humana.

Amigos. Se conocieron en Washington.
Amigos. Se conocieron en Washington | Cedoc Perfil

Thomas Friedman es un periodista reconocido mundialmente, escritor y editorialista del New York Times. Estudió en lugares tan diversos como Oxford, Beirut, Egipto y Boston. Semanalmente, interpreta el mundo y da herramientas para lograr una mejor comprensión de este mundo globalizado. PERFIL invitó a Jorge Argüello a conversar con él en Buenos Aires, adonde llegó a presentar su nuevo libro. Gracias por llegar tarde. La charla, en la sede de la UADE Business School, en Recoleta, versó sobre un libro sobre el futuro, que podría hacer pensar que da una visión pesimista sobre el futuro. Pero no es así:

—La tecnología puede entenderse por dos vías –dice Friedman–. Puede ser muy democratizadora, pero también muy autoritaria. Una cosa que sucede ante estas tecnologías aceleradoras es que no tenemos superpoderes. Más bien, tenemos superimpoderes. Hombres, mujeres y máquinas. Podés leer el libro y ser pesimista, los hombres, mujeres y máquinas que tienen mucho poder pueden destruir todo. Creo que en la historia de la humanidad, por primera vez, estas herramientas nos abren la puerta para dar de comer, educar, dar ropa y un techo a todas las personas del planeta. Estamos en una intersección. Todo depende de los valores que traemos a esta intersección.

—La tecnología puede tener un sentido libertario o autoritario. No pude evitar pensar en la Primavera Arabe mientras te escuchaba. Los cambios tecnológicos, las redes sociales, provocaron la caída de viejos regímenes en algunos países árabes. Sin embargo, el resultado que observamos de ese proceso no es una revalorización de la democracia...

—Cito a uno de los líderes de la revolución en Egipto en el libro. Dice concretamente que no se podría haber lanzado la Primavera Arabe sin Facebook. Imposible. Les permitió organizarse con miles de personas. También democratizó los liderazgos. Era como si todos tuvieran un megáfono. Desde ahí, podría surgir cualquier líder. En la edad de las redes sociales, nadie quiere liderar nada, un diario, una universidad o un país. Cada ciudadano es un periodista, un paparazzi, un cineasta, un revolucionario o un dictador. La época transforma el liderazgo formal en algo muy difícil y el moral en muy necesario. La diferencia entre liderazgo formal y moral se vuelve mucho más importante.

—Hubo una serie de cambios profundos desde noviembre de 2006 y diciembre de 2007. Ahí aparece Twitter, el primer iPhone, evoluciona la inteligencia artificial, YouTube, Airbnb, Google y Android. En septiembre de 2008, quebró Lehman Brothers. Allí, 62 millones de personas se quedaron sin empleo por la crisis global. Los sistemas educativos, los gobiernos, los marcos regulatorios quedaron paralizados. ¿Vamos a un mundo de dos dimensiones en donde algunas sociedades van a convivir con el fenómeno generado en aquellos 15 meses y otras van a estar marginadas? ¿Es esta una versión nueva de la relación centro-periferia?

—Lo más importante que ocurre con estas tecnologías aceleradas es que la piedra fundadora de la clase media, la argentina y la estadounidense, fue algo llamado trabajos bien pagos de media calificación. En 1962, mi tío en Minessota era el encargado de los préstamos en un banco y solo tenía un título de secundario. Ahora nadie puede trabajar en un banco solo con un título secundario. Hoy no existen esos trabajos de salario alto para gente medianamente calificada. Solo hay trabajos bien pagos para gente bien calificada. Con el trabajo pasan otras cosas: si tuviera mi celular, iría al sitio de Airbnb y hay dos botones para apretar. Uno es para casas y me permite alquilar un departamento. Pero si apretás el otro botón, te ofrecerá experiencias. Seguramente alguien ofrecerá una clase de tango a 50 dólares por persona para cinco personas y con un mojito al final. Debe haber cien personas ofreciendo lo mismo. Alguien enseñará cocina o un tour a las villas. Las personas pueden monetizar su pasión. No hay que pensar que porque un trabajo desapareció no va a haber nuevas alternativas.

—El tema central del libro es la velocidad y la ansiedad que conlleva. La sensación de que los escenarios cambian permanentemente. ¿Habrá una rama de la filosofía que se ocupe de este proceso de cambio?

—Sí. Hay que cambiar la forma de pensar. Tenemos que convertirnos en aprendices de por vida. Si estuviera acá hace cincuenta años, hablaría con el decano de esta facultad y tendría un empleo de por vida. Hoy podés conservar un empleo mucho tiempo, pero solamente si te transformás en aprendiz permanente. Todos los ciudadanos deberían tener acceso al aprendizaje de por vida. En la Facultad de Derecho de Michigan State podés pagar una matrícula extra y tomar clases toda tu vida. La motivación propia se vuelve muy importante.

—En política, también la velocidad genera ansiedad, la ansiedad genera malestar. ¿La aparición de Donald Trump y el Brexit son intentos de pisar el freno que la gente espontáneamente realiza?

—Totalmente. El sentido de hogar fue desafiado, el sentido de normas sociales fue desafiado y el trabajo fue desafiado. El sentido de identidad fue desafiado. Hay computadoras que escriben noticias. No redactan aún columnas, pero va a ocurrir. Con estos cambios simultáneos, no sorprende que cuando un hombre viene y dice que puede parar el viento las personas le creen. Pero luego mirás el Brexit. ¿Hay algo más estúpido que desconectarte en un mundo conectado? Ves cuán estúpido es porque Brexit es como una nota suicida. Es tan estúpido que no saben cómo suicidarse. Hay un dicho en inglés que afirma que la estupidez es irreparable. Cuando un gobierno hace algo tan malvado y estúpido, no se puede arreglar lo estúpido. Brexit no es malvado, es estúpido. Trump está empezando una guerra fría con China y no se puede arreglar lo estúpido. Una cosa que me gustaba de Obama es que intentaba no buscar lo perfecto, sino encontrar una vuelta positiva a los temas. Eso es mucho. Trump cree que todo es fácil: la guerra fría hace recortes en los impuestos. Somos estúpidos, solo él se dio cuenta.

—Uno de los temas centrales de este libro es el cambio climático. El mundo celebró la decisión de Obama de sumar a Estados Unidos al Acuerdo de París. Así fue hasta la cumbre del G20 en Alemania. Allí Trump toma la decisión de apartar a Estados Unidos del acuerdo de cambio climático. ¿Qué impacto tuvo en la población norteamericana?

—Para Trump todo es una transacción. Sabe el precio de todo y el valor de nada. Mira algo como el Acuerdo de París y dice que está pagando más que los demás. Rezo para que pasemos pronto estos cuatro años.

—En tu libro hablás del “mundo del orden” en alusión a la arquitectura institucional y el sistema de reglas a partir de 1945, tras la victoria aliada de la Segunda Guerra Mundial. Ese mundo del orden funcionó eficientemente durante décadas. Ahora crece el “mundo del desorden”, para continuar citándote. Argentina va a ser sede de la cumbre del G20. ¿Qué visión tenés de esa cumbre y cuáles deberían ser las prioridades?

—Es muy importante para América Latina y para Estados Unidos que Argentina sea parte del mundo del orden. Ya estás atrayendo inmigrantes del mundo del desorden como Venezuela o Bolivia. Siempre hay desorden y orden y el desorden se va a mover al orden. Lo que no puede suceder es que países grandes como Argentina y Brasil caigan del otro lado. Por eso, el liderazgo importa más que nunca.

—Estados Unidos sigue siendo la superpotencia planetaria. Podríamos hablar de un G20 en el marco de la confrontación con China, pero lo cierto es que Estados Unidos sigue siendo el destino de la mitad de las inversiones en el mundo. Tiene diez portaaviones a reacción nuclear y China tiene uno. Todavía tenemos Estados Unidos para rato como superpotencia. Pero en tu libro afirmás que Estados Unidos ya no gestiona su fortaleza, sino que gestiona su debilidad.

—Totalmente. Puede que no te guste que Estados Unidos sea fuerte. América Latina tuvo malas experiencias en la historia al respecto, pero también Estados Unidos ha sido fuerte en el caso de México. No te gustaría que fuera muy débil. Si Estados Unidos no lidera, no significa que China vaya a liderar. No significa que Rusia vaya a liderar. Significa que nadie va a liderar.

—Ian Bremmer habla de un G0...

—Sí. Es obvio que los partidos políticos en todo el mundo están estallando. El Partido Republicano estalló. El Partido Conservador de Inglaterra estalló, el Partido Laborista estalló, Francia está gobernada actualmente por un partido que no existía hace tres años, Italia está siendo gobernada por dos partidos que no existían hace tres años. Todos estos partidos vinieron de un mundo lento. Las decisiones políticas en el mundo industrial eran fijas. Todos los partidos estallaron y tienen que ser completamente reconfigurados.

*Ex embajador en los Estados Unidos.