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Nir Barkat, alcalde de jerusalen

“Judíos, cristianos y musulmanes cada vez se llevan mejor”

Como Donald Trump o Mauricio Macri, el líder de la nueva derecha israelí, secular y moderna, es un empresario exitoso. Cree que una política enérgica es garantía de paz y tolerancia. Galería de fotos

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Desde Jerusalén

Nir Barkat (56) es alcalde de Jerusalén desde el año 2008, y ya va por su segundo mandato. Se trata de una de las estrellas ascendentes de la política israelí. Es un político emergente del partido Likud: se habla de él como un posible futuro líder. Barkat no está hecho con el molde convencional de los políticos israelíes. No es un general, y el suyo no es un perfil cargado con una larga trayectoria militar. En cambio, proviene del mundo de los negocios; más específicamente del entorno start-up, de las empresas innovadoras, las incubadoras, y el emprendimiento. Por ejemplo, en 1988 fundó una de las primeras empresas informáticas de antivirus.  

Su éxito empresarial ha sido tal, que hoy es el político más rico de Israel, y uno de los hombres más adinerados del país. Según él, como no necesita el sustento, a modo de salario simbólico cobra menos de un dólar al año. En términos políticos, se posiciona en el ala de la centroderecha secular, y, no obstante, se piensa a sí mismo como una suerte de facilitador, de mediador entre las distintas comunidades de Jerusalén. Por otro lado, en función del conflicto con los palestinos, podría decirse que Barkat se inclina por medidas duras. No está dispuesto a dividir Jerusalén, y piensa que un Estado palestino es una mala idea, un proyecto inviable que traerá más daños que beneficios. En contraste con otros políticos, algunos analistas marcan que la suya es una visión práctica que –errada o acertada– se sustrae de experiencias y apreciaciones prácticas, y que no necesariamente parte de una narrativa religiosa. Pero, aunque pretende levantar puentes entre las distintas comunidades de la ciudad, Barkat no ha tenido ningún problema en erigir barreras de cemento en las calles (árabes) de Jerusalén Oriental, o en arrestar a cientos de palestinos.

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—A raíz de la última ola de acuchillamientos y violencia en la ciudad, el año pasado dijo que los israelíes tienen que armarse a sí mismos para protegerse a sí mismos. ¿Pero cómo puede ser frenada esta ola violenta?  

—Tuvimos una ola de violencia hace un año, y, en los últimos tres o cuatro meses, Jerusalén se ha vuelto una de las ciudades más tranquilas del planeta. Cuando mirás en retrospectiva, queda claro que Jerusalén ha lidiado con la situación, incluyendo el desarrollo de pensamiento innovador para pensar la cuestión de cómo hacerle frente al terrorismo. Hoy el mundo nos está preguntando, “¿cómo lo hicieron?”. Estamos compartiendo nuestra experiencia con otras ciudades. Que los israelíes porten armas es una ventaja local, que no necesariamente pasa en otras partes del mundo. Debo recordarte que, en Israel, hasta la edad de cuarenta años, muchos reservistas son soldados de combate. No lo permita Dios, pero se los llamará si hay una guerra. El nuestro es uno de los ejércitos más profesionales del mundo. Así y todo, sólo el 2% de los ciudadanos israelíes portan armas licenciadas. En caso de emergencia, si hay una ola de ataques terroristas, el hecho de que lleven armas es una gran ventaja a favor de Israel. Si te fijás, un tercio de los ataques fueron neutralizados por civiles antes que por agentes de seguridad. Así que ésta es una gran ventaja. Funcionó. Ayudó. Y ahora que las cosas están tranquilas, no necesariamente se necesita de esta ventaja. Pero queda claro que se necesita en el caso de otra ola de violencia, y estamos muy agradecidos con nuestros ciudadanos por tomar responsabilidad, y estar dispuestos a asistir a las fuerzas de seguridad. No me cabe la menor duda de que la participación ciudadana permitió bajar el nivel de violencia.

—Se dice que Israel crea las condiciones que posibilitan la aparición de extremistas...  

—La mayoría de los árabes de Jerusalén quieren vivir en una ciudad unificada; y la violencia no tiene nada que ver con el progreso que estamos haciendo con las comunidades árabes de la ciudad. La tendencia es positiva. La violencia tiene que ver con las incitaciones que vienen haciendo los extremistas y radicales. La realidad es que la relación entre musulmanes, cristianos y judíos en Jerusalén está mejorando muchísimo.

—¿Es posible pensar una realidad que integre a los barrios árabes en, llamémosle, los barrios judíos?

—Si realmente querés entender la ciudad, y si realmente querés ver su futuro, tenés que irte atrás tres mil años. La ciudad de Jerusalén nunca fue dividida. Su filosofía, su rol, y su futuro, son inclusivos. Jerusalén les pertenece a todos. Todos pueden venir, y cuando ves a la gente que se interesa por Jerusalén, te das cuenta de que hay judíos, cristianos, musulmanes… y en definitiva más de cuatro mil millones de personas interesadas y preocupadas por la ciudad. ¡Nunca podría funcionar como una ciudad dividida! La filosofía, y el éxito milenario de Jerusalén como centro del mundo, como lugar en donde todos los peregrinos pacíficos son bienvenidos, descansa en una visión inclusiva.

—Muchos actores de la comunidad internacional insisten con que la situación no es sustentable. El liderazgo palestino ha dejado en claro que no está dispuesto a alcanzar un acuerdo de paz si no se divide la ciudad. ¿Cree usted que, si las cosas se dieran, y las condiciones para la paz fueran las indicadas, estaría dispuesto a ceder soberanía sobre algunos barrios de Jerusalén? Si fuera por usted, ¿estaría dispuesto a sacrificar la unidad de la ciudad para alcanzar la paz?

—No. Eso no pasará jamás.

—¿Ni aunque fuera un buen negocio para Israel?

—Israel ha demostrado en el pasado que sabe cómo conseguir acuerdos de paz. Lo hizo con Egipto, que por lejos era el enemigo más grande que tenía Israel en ese entonces en Medio Oriente. Creamos un acuerdo de paz con Egipto, y lo mismo con Jordania. Creo que Israel demostró que sabe cómo hacer la paz con sus vecinos.

—Usted, en su condición de alcalde, no concurrió a la Marcha por el Orgullo LGBT que tuvo lugar en la ciudad días atrás. Faltó para no ofender a los sectores religiosos. Como parte de un debate más amplio, ¿piensa que esta brecha puede ser subsanada enteramente?

—Vivimos juntos en la ciudad, y hay lugar para todos. Hay lugar para la gente gay y lesbiana, hay lugar para la gente ultraortodoxa, y la pregunta es cómo hacemos para vivir juntos. Durante mi gestión, ¡nunca se quejaron! Recibieron lo que les corresponde por ley, y, lo que es más, recibieron consideración. Y, sin embargo, como alcalde de Jerusalén, nunca fui a la Marcha por el Orgullo Gay. Siempre les digo que tengo muchas circunscripciones en la ciudad, y si bien siempre defenderé sus derechos, al mismo tiempo tengo que considerar a otros vecinos de Jerusalén.

—¿Cómo se ve así mismo en diez años? ¿Se ve involucrado formando el futuro de Israel?

 —Tengo el inmenso honor de servir como alcalde de Jerusalén. Es un papel asombroso en muchos aspectos… la influencia, y la habilidad para crear nuevos estándares para la ciudad. Fijate que tengo 31 miembros en el Consejo Municipal: treinta son parte de mi coalición. Otra vez, eso es parte de nuestra filosofía inclusiva. Soy un emprendedor, y actualmente soy un emprendedor público. Vine acá a hacer cambios. Vine a mejorar la calidad de vida de todos los vecinos. Estamos trabajando para mejorar la economía, para crear increíbles modelos innovadores, para traer seguridad; que no solamente está a cargo de las fuerzas de seguridad, pero también en nuestras manos como civiles.

Cuanto más se concentre el mundo en mejorar la vida en el planeta, más alineados estarán los intereses del mundo libre. Por un lado, combatiendo el terrorismo, pero más importante, trabajando en colaboración para hacer un mundo mejor, lo que impacta positivamente sobre las relaciones diplomáticas y el crecimiento económico. Eso será un gran factor para estabilizar las relaciones entre países en conflicto.


*Analista internacional especializado en Medio Oriente.