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De Córdoba a Miami

Martín Sipicki, el teatro y un amor

En pleno éxito en el espectáculo en Argentina, dejó todo y hoy dirige el teatro del centro cultural que congrega a la comunidad judía argentina del sur del Estado de Florida.

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Éxito. Cuando era estrella de espectáculos que llenaban teatros argentinos. | cedoc

Martín Ezequiel Sipicki –nacido en Buenos Aires, pero adoptado por Córdoba, argentino, pero establecido en Miami– podría haber saboreado más tiempo las mieles de ese éxito tan fulgurante como poco confiable que ofrece el mundo del espectáculo.

Allá por 2013, cuando su carrera como actor y bailarín cobró un vuelo notorio (las salidas eran interminables) "empecé a ser reconocido y de pronto amanecíamos en discotecas, qué sé yo (...) pero nunca sentí que eso fuera realmente yo" reflexiona mientras almorzamos en Peppo, un restaurante argentino ubicado en Aventura, al norte de Miami.

En ese año impar Sipicki ganó el premio Estrella de Mar como actor masculino en la categoría Revelación, por su labor en Escandalosas, la revista protagonizada por Carmen Barbieri y Moria Casán en la que se lucía con un cuadro propio.

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Pero su camino había ido en ascenso desde que empezó a bailar, a los seis años. 

Habiéndose mudado a Córdoba por el trabajo de su padre, el pequeño Martín se encontró en un colegio nuevo, sin familia más que la que conformaban mamá, papá y sus dos hermanas, e inmediatamente ubicaron el club judío de la zona.

“El club siempre fue muy importante para nosotros, era un lugar de encuentro. Hacíamos un montón de actividades con mis hermanas y era fundamental sobre todo porque nos daba lazos con la comunidad”. Generar sentido de pertenencia fue algo que no tardó en asimilar Martín, y su inclinación por la creación de vínculos, como veremos, lo distingue hasta hoy.

La cuestión es que el pibe de ascendencia polaca se interesó por la danza judía coreográfica (no la ortodoxa o más tradicional, que se practica en ronda, con los participantes tomados de la mano) y a la familia le encantó la idea. 

El tiempo corría y el muchacho demostraba dotes histriónicas; era desenvuelto y perfeccionista. Bailaba bien todos los ritmos de la matiné, se entusiasmaba con instrumentos musicales, amagaba con la comedia, pero no había nada en el horizonte que presagiara el futuro artístico del chico rubio, nieto de inmigrantes, hasta que a los diecisiete pisó Europa. 

Él lo recuerda así: “Me becaron para ir a bailar a un festival de danza judía, en Londres. Estando ahí fuimos con el grupo a ver El Rey León, ¡y me voló la cabeza! Me di cuenta inmediatamente de que yo quería hacer eso. Cuando volví a Córdoba tenía que rendir una materia para la carrera, la desaprobé. Estaba en cuarto año de ingeniería en sistemas y largué todo”.

Claro, es que Martín entendía que su identidad de clase media le indicaba un camino de universidad y futuro estable, pero la experiencia británica lo había dejado tan loco que se les plantó a los padres. Ellos aceptaron, y el muchacho volvió a Buenos Aires a vivir con sus abuelos y dedicarse a la actuación.

Trabajó dando clases de danza judía en Villa Crespo, mientras estudiaba canto, baile, técnicas de clown, mimo, ritmo corporal, ballet.

Al mismo tiempo, iba actualizando un DVD –(N de R): para los centennials, un disco compacto en el que se almacenaba información– cuyas copias le entregaba a cuanto productor artístico y/o televisivo se le cruzaba.

Entonces, llegó la primera experiencia seria en teatro: “Con el grupo Zapping hacíamos calle Corrientes. Ahí aprendí a maquillarme, a trabajar el vestuario, la escenografía, tirar volantes. Era una compañía reconocida dentro del under, digamos. Y la verdad que hicimos bastante ruido”.

En 2008 la prensa comenzaba a destacar la actuación de Sipicki dentro de la obra Zapping Zinema, y Martín entendió que su mejor versión era la comedia. Participó en comerciales, hizo mil cástings, siguió dando clases de danza judía y repartiendo sus DVD.

Hasta que un día quedó seleccionado para trabajar en una serie de cuatro publicidades televisivas junto con Marcelo Tinelli. 

“Yo hacía de playero de una estación de servicio y aparecía Tinelli. A raíz de ese comercial nos seleccionaron junto a mi compañero para ir al piso de VideoMatch y hacer publicidad de la misma marca en vivo, en el programa, cada noche. La clave es que había que estar listo para improvisar lo que a Marcelo se le ocurriera, y yo podía jugarle al básquet tanto como cantar, bailar, o inventar un paso de comedia”.

De pronto, la vida de este joven de tremendo acento cordobés, pero inconfundibles rasgos de Europa del Este se aceleró. Caminaba presuroso los pasillos de la productora del conductor de televisión más exitoso de la Argentina, se presentaba y se hacía querer por todo el mundo.

Ahora lo recuerda en el silencio de su oficina, ubicada en el primer piso del club Michael-Ann Russell Jewish Community Center, un club y centro cultural de los más grandes de Miami, y no pierde la sonrisa.

“Obviamente estaba buenísimo lo que me iba pasando… de hecho, en esa época conocí a Carmen Barbieri, que fue como una madrina artística para mí. Pero yo sabía de lo inestable de la profesión, y también algo de todo ese brillo no sentía que fuera para mí”.

Sin embargo, a esta serie le faltaban algunos capítulos para dar el vuelco. La carrera del joven Sipicki, que ahora formaba parte de “los talentosos de Carmen”, como la diva los bautizó, siguió en franco ascenso y lo convocaron para trabajar en Escandalosas. 

De martes a domingos dos funciones llenas en Mar del Plata y un número en el que él se lucía sólo, haciendo juegos con el público, le valieron el galardón citado. Martín no lo podía creer. 

Brillantísimas fue la segunda revista en la que actuó, y de eso surgió que lo viera Enrique Pinti y lo eligiera para acompañarlo en Salsa Criolla, edición del 2015. Goles y más goles.

Como en una cascada, vinieron más comerciales, telenovelas, y Gran Cuñado, en 2016, interpretando a Diego Santilli, vicejefe de Gobierno porteño en ese entonces. 

Martín flotaba. 

A sus cuarenta años y desde su rol de director del teatro que se convirtió en referencia para las obras latinas que desembarcan en la Ciudad del Sol, se reclina en su asiento y parece que lo estuviera viendo de nuevo pasar, todo, delante de sus ojos celestes. 

“En ese momento conocí a Denise, mi mujer. Ella es coreógrafa de danzas judías también, y nos cruzamos en eventos. Vine a Miami, presenté un unipersonal, y ella trabajó en la difusión. Vive acá, en Aventura, desde que era chica. Nos fuimos enamorando. Yo siempre fui muy familiero, así que me encantó conocer a sus hijas, Tali y Noa, que eran muy chiquitas. Y nos tiramos a la pileta”.

En pleno vuelo, como planeando en aladelta, Martín Ezequiel Sipicki metió un viraje heroico a la edad de Cristo, y se jugó por un amor que se insinuaba a la distancia. A comienzos de 2017 aterrizó, y se puso el traje de esposo y papá de dos nenas hermosas, que hasta se le parecen.

Dos años después trajeron al mundo a Ellie, que hoy tiene tres y aparece en muchos de los videos de Instagram que papá Martín difunde con éxito. En ellos despliega todas sus dotes artísticas, y la pequeña Sipicki no se queda para nada atrás.

“Vine por Denise, los dos nos jugamos. Hoy dirijo un teatro de doscientas veintiuna localidades, sigo enseñando porque me encanta, y esta es mi casa”.

Caminando los pasillos del club y centro cultural que congrega buena parte de la comunidad judía argentina del sur del Estado de Florida, queda claro que Sipicki disfruta siendo anfitrión y referente. 

A la velocidad de los relatores de fútbol cuenta la historia de la institución mientras caminamos. Pero al entrar al teatro nos invade el silencio. 

Martín describe cada detalle, explica el origen de cada cosa.

Entonces, sube al escenario y posa para las fotos. Abre los brazos, juega con la cámara.

De alguna forma, aunque todavía no encendimos la iluminación escénica, lo envuelve un aro incandescente.

*Desde Miami.