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Sueño y salud

¿Qué hacen todos estos científicos en mi cama?

De repente, en los últimos meses, un ejército de investigadores y científicos se metió en nuestras camas. No se trata de orgías académicas ni de profesores asustados que no quieren dormir solos: parecería ser que médicos y médicas alrededor del mundo se enteraron de que dormir es un asunto serio, y que hasta los sueños pueden ser un factor clave de nuestra salud.

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¿Qué hacen todos estos científicos en mi cama?

En los últimos tiempos se multiplican los estudios médicos que resaltan algo sabido: la importancia que tiene dormir bien para una vida saludable. Para muestra, un botón: un reciente cable de la agencia Reuters comenzaba diciendo que “los médicos se están dando cuenta cada vez más de que dormir lo suficiente es crucial”. Y recordaba que, en 2022, la American Heart Association “aconsejó a los médicos que preguntar a los pacientes cuántas horas duermen es tan importante como controlar su presión arterial, su condición de fumador, su dieta y sus hábitos de ejercicio”.

¡Chocolate (o valeriana) por la noticia! ¿Se trata de algo que no sabíamos? Posiblemente sea una moda de los centros de investigación relacionada con el avance de la informática y la inteligencia artificial sobre nuestras rutinas cotidianas, entre ellas el sueño. Ya hace algunos años que empresas como Apple vienen imponiendo “sleep trackers” o controladores de sueño en sus relojes inteligentes. Y también hace tiempo que su eficacia viene siendo puesta en duda. Por ejemplo, un artículo de 2019 en el New York Times hablaba ya de “la triste verdad” sobre esos dispositivos.

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Uno de los especialistas en nuevas tecnologías del diario norteamericano rastreó su sueño durante dos semanas con un Apple Watch “y algún software” y terminó escribiendo un artículo en el que afirmó que se trató de “un ejercicio sin sentido”.

Los fabricantes de este tipo de artefactos “y los científicos pueden estar de acuerdo en una cosa: las aplicaciones y los dispositivos de seguimiento del sueño pueden ser útiles para obtener una visión amplia” de esa etapa de la jornada, “pero las personas deben resistirse a sacar conclusiones sobre su salud del sueño”, apuntó el columnista del Times Brian X. Chen. “Mis estadísticas de seguimiento del sueño decían que necesitaba dormir más (¡Duh!) –dijo Chen–. Enterrada en lo profundo de los datos había información general”, pero “la aplicación no llegó a ofrecer consejos sobre cómo resolver mis problemas personales” para dormir, concluyó.

Otro artículo, en el portal de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, de Baltimore, en Estados Unidos, pone las cosas todavía más claras. Si bien los rastreadores “pueden recopilar mucha información sobre sus hábitos a la hora de dormir, hay una cosa importante que generalmente no hacen”, indica la nota de la universidad, abriendo un interrogante para que lo responda el director de su Centro de Trastornos del Sueño, el doctor Alan Schwartz: no puede “medir” directamente el sueño.

Así como los seres humanos prefieren invertir fortunas descomunales para explorar el espacio y solamente unas monedas en investigar las profundidades de los océanos, la ciencia apenas si rascó la superficie del misterioso mundo del sueño. Dice más Calderón de la Barca a través del Monólogo de Segismundo (de 1635, el de “toda la vida es sueño / y los sueños, sueños son”) que muchos libros científicos sobre el tema. Se puede trasplantar corazones, reparar tejidos, derrotar al coronavirus y el futuro de la medicina en casi todos sus frentes luce brillante, con la posibilidad de que pronto se puedan directamente bioimprimir órganos en 3D y colocárselos a quien los necesite. Pero del sueño apenas se sabe que está vinculado con el “procesamiento” de la memoria y la estabilidad emocional. Como decía el cable de Reuters citado al principio de este artículo, para la ciencia parece ser una novedad que “dormir lo suficiente” puede ser “crucial” para la salud, pero todavía no está del todo claro por qué dormimos como dormimos, por las noches, en general de un tirón, y a menudo soñando.

Es por eso que mucha prensa científica o tecnológica se lanza sobre el asunto como si el hábito de dormir o la necesidad de hacerlo bien para mantener la salud mental fueran novedades. O hasta regurgitan material para no perderse el trend, como hizo en estos días Wired en su página de Instagram, haciendo recircular en las redes sociales una nota titulada “Por qué te quedas despierto hasta tan tarde, incluso cuando sabes que no deberías”, que había publicado originalmente en 2021.

El sueño del ratón mutante. Hasta ahora, la ciencia logró descifrar varios de los procesos y etapas del sueño. Todos los animales necesitan dormir, pero lo hacen de maneras muy distintas. Hay canguros que precisan apenas dos horas, y ciertos murciélagos pueden hacerlo hasta por durante veinte horas. Puestos a estudiar, los investigadores descubrieron distintas condiciones de ondas cerebrales y de fases del sueño, en particular a partir de Sleep and Wakefulness (Sueño y vigilia), el libro del mítico científico ruso-estadounidense Nathaniel Kleitman, con sus hallazgos sobre la etapa del sueño de movimientos oculares rápidos (REM, por su sigla en inglés).

Más allá de los avances en esos terrenos, la pregunta básica persiste (¿por qué dormimos?) y las hipótesis abundan. “Al igual que los equipos de limpieza que entran a las oficinas vacías durante la noche y llevan a cabo un trabajo que sería casi imposible durante el ajetreo del día, un proceso esencial y restaurador está en marcha después de que nos dormimos, cuando la función cerebral normal se suspende, al menos en parte”, dicen, por ejemplo, dos profesores del Imperial College London, William Wisden, experto en Neurociencias, y Nicholas P. Franks (Biofísica y Anestésicos).

En su laboratorio, conocido como el Franks-Wisden Lab, estos investigadores buscan entender cómo y por qué dormimos. “Está claro que el sueño es fundamental para una vida sana, además de ser fundamental para la vida misma”, pero “las preguntas claves sobre el sueño siguen sin resolverse”, admiten los profesores británicos, con mucha más modestia que los columnistas que nos llenan de consejos para “dormir mejor”. Las preguntas siguen dando vueltas incluso después de haber estudiado –reconocen Franks y Wisden– “miles de ratones (de laboratorio) mutantes” a los que, de alguna manera (genética) buscaron “de-sactivarles” la necesidad de dormir.

No hay caso, confiesan: necesitamos dormir, sí o sí. O nos morimos. Sin embargo, sigue siendo “uno de los grandes misterios de la neurociencia” por qué “pasamos el 30 por ciento de nuestra vida en un estado de inactividad vulnerable: el sueño”.

Sueños lúcidos. Dejemos entonces a Franks y Wisden trabajando en su laboratorio con los ratones mutantes que intentan no tener que dormir y pasemos a una de las nuevas estrellas del periodismo de divulgación científica: los sueños lúcidos. Se trata, básicamente, y perdón por el juego de palabras, de un tipo de sueño en el que el soñador es consciente de que está soñando, mientras sueña. El término fue consolidado en 1913 en el artículo “Un estudio de los sueños”, del psiquiatra holandés Frederik van Eeden, aunque otros lo rastrean más lejos en el tiempo, hasta el escritor francés Léon d’Hervey de Saint-Denys y su libro Rêves et les moyens de les diriger (Los sueños y cómo controlarlos), de 1867.

Como sea, el concepto del “sueño lúcido” está de regreso y a todo ritmo. Otra vez Wired (en estos temas la revista estadounidense es siempre una referencia muy interesante, aunque a veces esnob) comentaba en marzo de este año que la nueva moda es intentar aprovechar la puerta abierta por los sueños lúcidos e intentar “tomar el control” de las películas que explotan en nuestras cabezas mientras dormimos. La nota incluso propone una serie de tips para el momento en que “usted esté tratando de tener su primer sueño lúcido o de aumentar su frecuencia”.

“Antes de controlar tus sueños, necesitas recordarlos”, recomienda la nota. Como si fuera sencillo, un profesor de la Universidad de Austin, en Texas, Benjamin Baird, citado por la revista, sugiere que esa práctica “se puede considerar como la construcción de un repertorio de habilidades que se refuerzan entre sí”. Hace falta “entrenar” el músculo del “recuerdo de tus sueños”, añade Baird, según el cual el primer paso para recordar un sueño “es bastante simple: tener el deseo de que suceda”.

Respondiendo a estos académicos que hablan como charlatanes de feria, una profesora de la Universidad Ben-Gurion del Negev, en Israel, le señalaba al portal Health de la BBC que, en los medios de divulgación populares, “todo el mundo habla de cómo los sueños lúcidos cambiarán tu vida, y cómo es genial... Pero casi nadie habla de los peligros o la precaución” que hay que tener antes de ponerse a jugar con esos mecanismos de la memoria. “Creo que se necesita más cuidado, en términos de pensar para quién es bueno y para quién no”, agregó la investigadora israelí, Nirit Soffer-Dudek.

Los sueños lúcidos, destacó la reportera de la BBC, Jocelyn Timperley, “también se han sugerido como una forma potencial de ayudar a las personas que tienen pesadillas frecuentes” o trastornos derivados de ese tipo de sueños. Según Denholm Aspy, investigador en psicología en la Universidad de Adelaide, en Australia, si una persona “puede volverse lúcida durante una pesadilla, puede cambiar su respuesta o hacer algo que la empodere en tiempo real y mejore su capacidad para hacer frente” a esos inquietantes y desalentadores sueños oscuros. “Algunas personas han informado que dejan de tener pesadillas por completo” aplicando este método, aseguró Aspy.

Tal vez soñar. Mientras nos sugieren “empoderarnos” a través de los sueños lúcidos y Apple nos sigue vendiendo relojes inteligentes que no se sabe bien para qué sirven, y al tiempo que leemos una entrevista al filósofo Yuval Harari en The Telegraph donde nos advierte que aplicaciones como ChatGPT van a terminar por quitarnos la capacidad de ser creativos (el historiador israelí propuso “imaginar lo que significa vivir en un mundo donde la mayoría de los textos y melodías y luego las series de televisión y las imágenes son creadas por una inteligencia no humana”), cabe preguntarse dónde está realmente la pesadilla: ¿en nuestros sueños o en el mundo real?

Hace muchos años, en 1948, Ray Bradbury publicaba el cuento Asleep in Armageddon (editado también con el título Perchance to Dream y que en español se tradujo como Tal vez soñar), un relato bastante aterrador donde el escritor estadounidense nos decía que quizá no sea tan buena idea sumergirnos sin oxígeno en nuestros sueños y pesadillas. La historia gira alrededor de Leonard Sale, un astronauta que se estrella con su nave espacial sobre el Planetoide 787. En ese universo el tráfico espacial es sofisticado y enseguida se organiza una expedición para ir a rescatarlo. A Sale solo lo queda sentarse a esperar mientras lee y consume sus alimentos sintéticos. Pero hay un problema: unas extrañas fuerzas en esa roca estelar son capaces de penetrar sus pensamientos, de acomodarse en sus sueños mientras duerme, infligiéndole tremendo dolor. Sale decide que, mientras espera a la misión de rescate, que debe tardar una semana, evitará dormir, usando pastillas y otros artilugios. Es una lucha desigual y va perdiendo. Dormir no es una opción, pero ¿cómo impedirlo? Pasan los días y sus fuerzas están a punto de acabarse, esos demonios que entran en sus sueños van a terminar por matarlo. Pero (spoiler alert)... ¡justo a tiempo llegan sus salvadores! Lo reaniman, lo encontraron moribundo, gastado, casi extinto. El médico de la misión de rescate elige el remedio más adecuado para el estado del astronauta Sale, y le aplica una inyección con un somnífero.

Una historia que se parece a un posible sueño lúcido al que nadie le gustaría controlar.

 

La vigencia de un clásico

Algunos tramos del monólogo de Segismundo en La vida es sueño, la obra de teatro de Pedro Calderón de la Barca, son ya enormes lugares comunes, pero repasarlos desde el siglo XXI puede producir sensaciones novedosas, algunas que, seguramente, el dramaturgo madrileño nunca imaginó que podría provocar.

Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir solo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive sueña
lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

 

*Ex corresponsal en Washington y en Israel. Escribe sobre temas de Estados Unidos y Medio Oriente y tendencias.