Cuarto poder, ¿será realmente así?: uno de los valores culturales del triunfo electoral de Donald Trump del año pasado es que ganó aún con gran parte de la prensa en su contra. Trump, entre otras cosas, consiguió saltar el muro -una imagen que no le es ajena, por cierto- de un periodismo independiente que señalaba las contradicciones y límites de su discurso. Lo hizo especialmente a través de las redes sociales -y entre ellas, sobre todas, twitter-.
La historia atemperó muchas de las propuestas más alocadas de la campaña del presidente republicano. La democracia estadounidense encontró en equilibrios en los otros poderes -especialmente el judicial y también el económico- que frenaron algunas de las ideas más polémicas -por usar un adjetivo mesurado- del presidente.
Pero hubo un aspecto en el que esto no sucedió: la prensa siguió siendo objeto de la furia trumpeana (¿trumposa sería más atinado?) y le devolvió con dardos de igual intensidad. Quizás el paradigma de esta mirada más que irónica de la prensa, sea la grandísima imitación de Alec Baldwin del presidente y la de Melissa McCarthy de su ex vocero, Sam Spicer en Saturday Night Live. No solo se trata de impecables caracterizaciones físicas y de un humor tan mordaz como intenso. También, y por aquello de que la naturaleza imita al arte, a veces, el Trump de Baldwin es más Trump que Donald y el mismo Spicer -una vez que abandonó el cargo, al sentirse desacreditado- fue a la entrega de los premios Emmy a imitar él a su propia imitación. Como suele decirse, reíres para no llorares.
Debate. De visita en Buenos Aires, invitada por la UADE, la académica Carla Anne Robbins, ex editorialista de The New York Times y premio Pulitzer de periodismo habló con PERFIL acerca de esta situación. “Es un tema de debate permanente entre mis colegas. La irrupción del presidente y su estilo, nos obliga definitivamente a un nuevo camino en lo profesional. Los parámetros con los que trabajamos hasta antes de Trump son diferentes a los de ahora. Y, por tanto, tenemos un nuevo compromiso frente al poder, que nos obliga a ser diferentes”.
El presidente parece consciente de esa situación. Y es más, ha enfrentado a la prensa en más de una oportunidad, de manera directa. Desde el estrado en la Casa Blanca, desde su cuenta de twitter: acciones que bordean el límite de la libertad de prensa.
Una tendencia que ha ido in crescendo en los últimos meses.
Las expresiones “noticias falsas” y “periodismo basura” son frecuentes en sus redes sociales. El último julio en una misma semana criticó las cadenas CNN, NBC, CBS y ABC, el diario The Washington Post; su dueño, Jeff Bezos; The New York Times además de periodistas individuales.
Para Robbins, “se da un proceso en toda la sociedad en el que no solo hay que revisar los datos, la información, sino que hay que repensar el vínculo del poder y la verdad. No se trata de construir verdades parciales. Vivimos un momento en el que el poder miente deliberadamente, mientras le dice a los periodistas que ellos son los que mienten”.
Escalada. La escalada de violencia incluyó agresiones concretas a periodistas prestigiosos, como Mika Brzezinski y Joe Scarborough, a quienes insultó: llamó psicópata a Scarborough y loca a Brzezinski, también en twitter. Se refirió a su "bajo coeficiente intelectual" y dijo que la periodista "sangraba mucho por un estiramiento facial".
“Es algo más que una cuestión personal lo que hace Trump -concluye Robbins-: obliga a los medios a crear nuevas formas de investigar. Aún no se termina de saber qué pasó con Putin previo a las elecciones, cuál fue su incidencia. Pero lo que sí sabemos es que el presidente mintió al respecto”.