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Retratos digitales

Un torbellino llamado Paola Santana

Esta abogada dominicana de 36 años de Silicon Valley fundó una compañía que con tecnología avanzada, dota de más eficiencia a las compras de las organizaciones del Estado, sobre todo las menores, que no pasan por licitaciones.

Paola Santana.
Paola Santana. | Cedoc

En la vida de las personas, a veces los logros impensados, aun rimbombantes y lucrativos, son nada más que justificaciones de otra cosa. 

Dado que el tiempo plantea la sucesión de hechos vitales, para interpretar correctamente el sentido de aquello que alcanzamos en ciertas ocasiones, en vez de encandilarnos con los triunfos, vale más mirar desde dónde hemos partido, y en qué contexto decidimos actuar.

Paola Santana, a sus 36 años, tiene conciencia cabal de qué significa la innovación del más alto nivel en su vida: “Llevo ya doce años desarrollando tecnología aquí en Estados Unidos, últimamente en California, y aunque es difícil, no hay sitio mejor para hacerlo, porque salí de un país en el que todo era ‘no se puede’ o ‘y tú quién eres’, y aquí, cuando te oyen, la respuesta es ‘sí, y cómo te ayudo’, ‘qué necesitas para lograr eso que te propones’, y como los latinos somos tan audaces y resilientes, cuando estás en tierra fértil pues no tienes otra cosa que florecer”.

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Así de simple y sin ahorrar sonrisas ni calidez, esta dominicana enuncia la primera certeza en la conversación. Casi como para llevarle un poco la contra al viejo lema “It’s the singer, not the song”, la abogada ganadora de dos becas Fullbright, que estudió en la NASA y fundó su primera empresa a los 25 años, ofrece un optimismo razonablemente contextualizado.

“En países como República Dominicana –analiza– tú no puedes intentar cambiar las cosas. Todo el tiempo te dicen que nada es posible, mientras que aquí todo es crear, inventar algo nuevo. Silicon Valley nació invirtiendo indiscriminadamente en todo lo que fuera diferente. ¡Así es como se logran los cambios!”.

Al terminar su carrera de grado, la doctora Santana inició una maestría con toda la intención de hackear el sector público de su país, buscando aportar al bien común. Pero a poco de andar sintió que “era como un limón sin jugo; no importa cuánto lo exprimas, da lo mismo, no lograrás nada”. Entonces puso proa hacia el lugar donde sí hablaban la lengua de la innovación.

Pocos años después estaba desarrollando “el primer sistema automático de transporte por drones del mundo, llamado Matternet”, que fue la forma en que se le ocurrió resolver el problema de que los medicamentos le llegaran a la población rural de su país, resolviendo un problema de infraestructura vial que los políticos de tres generaciones y diferentes partidos no habían resuelto.

Crearon regulación para transporte con drones en Estados Unidos, diseñaron hardware de primer nivel mundial, cambiaron la mentalidad global respecto de qué se podía hacer con drones. Eso hizo Paola con sus socios, hasta que volvió a preguntarse “Oye, pero ¿cómo impacto yo en el sector público, que es mi verdadera vocación?… ¡porque yo no vine aquí a fabricar drones!”, abre los ojos, mira hacia arriba, usa ese acento que un porteño confunde fácilmente con el cubano, porque elimina algunas erres; escucharla es como ser espectador de un stand-up, por momentos.

Entonces fundó Glass. Una compañía en la que diseña tecnología especializada en dotar de eficiencia a los sectores de compras públicas de las organizaciones estatales, sobre todo en esos gastos que, por ser montos menores, no pasan por licitación ni procesos complejos, pero en conjunto se llevan, por lo general, la mitad del presupuesto.

“Yo vine a Silicon Valley a aprender a hacer tecnología, entonces vuelvo a pensar en los gobiernos, donde hay que cambiarlo todo, y miro compras porque es el sector donde trabajé en mi país antes de irme a estudiar a Estados Unidos”. 

Así pues, Santana se puso a investigar cómo se hacen las compras menores en todos los gobiernos, partiendo del modelo norteamericano. “Si los ministerios más poderosos son los que tienen más plata y determinan qué industria crecerá en virtud de cómo gastarán el dinero, pues tengo que entender de qué forma el Estado usa el dinero y apuntar a algo concreto, porque no podré cambiarlo todo de golpe”. 

La determinación de esta dominicana verdaderamente es digna de mención. Enfatiza que ni el Banco Mundial ni los organismos de registro estadístico de las naciones pueden dar cuenta detalladamente de cómo se gasta el presupuesto de compras menores. 

Entonces, Glass ofrece un Marketplace –una plataforma de comercio electrónico al estilo Mercado Libre– para gobiernos, que brinda todas las facilidades de la tecnología al mismo tiempo que aporta transparencia respecto de quién vende productos y servicios al Estado. 

“Tú te das cuenta de que la mitad de las compras se hacen en procesos simplificados, pero no optimizados, es decir, que los proveedores se repiten, que los gastos se duplican sin sentido. Pues Glass resuelve ese problema”.

Las pymes son las grandes protagonistas de la propuesta de Santana, que brinda espacio en la plataforma digital que diseñó, a “pequeños productores, que son la fibra de la economía nacional de nuestros países”. 

Lo primero que su herramienta aporta a la gestión pública es trazabilidad, porque en el nicho de las compras menores no queda registro claro y preciso de cómo se gasta la plata. “El sistema es transparente por diseño; aceleramos procesos, y la huella digital que deja cada compra de por sí elimina una porción del problema de las compras del Estado”.

Acelera y frena con agudeza. No por nada ha sido oradora en TED Fullbright. Le da lo mismo en castellano o en inglés. Es sagaz, al punto que se nota cuándo adivina la pregunta antes de que sea pronunciada.

Paola Santana se libró de los impedimentos de pequeños países con exiguas aspiraciones. Fue a estudiar a las mejores universidades, y se destacó. Se volvió emprendedora. 

Ahora innova en políticas públicas, y antes fabricó drones, porque su materia es el aire. Todo lo que hace, lo hace para seguir volando. Lo llaman “moonshot”; es lo que hacen quienes intentan aquello que otros ni siquiera pueden imaginar, sin medir escalas ni admitir limitaciones. 

Después de todo, el mundo es de los audaces.