Esta semana Jennifer Lopez brindó una conferencia de prensa en México por la película Atlas que se estrena hoy 24 de mayo en Netflix. Estuvo en la capital junto a su coprotagonista Simu Liu y el director Brad Peyton. Todas las preguntas fueron en inglés, leídas por la presentadora, y al final JLO se quejó en perfecto castellano de que "¡nadie me preguntó en español!". Es probable que esa frustración se traslade al pobre resultado de este film que también produce.
Ella, encantadora y comunicativa, dista del protagónico de este largometraje, en el que encarna a una solitaria analista de datos cuyo único objetivo en la vida es desconectar al robot que fue el responsable de la muerte de su madre. Lo que quiero decir con esto es que, como intérprete, está muy bien. Sobre todo porque se la pasa haciendo caritas, gritando y asustándose adentro de un robot/armadura con cuya voz interactúa y que es su única compañía durante más de una hora de film. Esa es la mayor parte de esta película que, pese a ser de ciencia ficción, es de un presupuesto bajísimo para Hollywood.
La trama es simple: en un futuro no muy lejano en el que la inteligencia artificial quiere destruir a la humanidad por sus constantes errores, al descubrir en qué planeta se encuentra un escuadrón tiene la misión de aniquilarlo. Y la analista los convence de llevarla. El problema es que, ni bien aterrizan, son ellos los aniquilados y JLO, para salvarse, tiene que meterse por primera vez dentro del robot/armadura y así emprende la aventura de aprendizaje y salvataje a la vez. Una aventura bastante aburrida y predecible.
Acá el guion pasa por todos los lugares comunes del cine de acción y de ciencia ficción, más cercano a los de Clase B que a las buenas ideas que cada tanto aparecen. Ella sale airosa de la travesía, tanto como su personaje, mientras que sus acompañantes no tienen tan buena suerte. Ellos son Sterling K. Brown, completamente desperdiciado en esta propuesta, y el ascendente Liu, que pasó de ser un Ken en Barbie a convertirse en el malo de esta historia que no sirve ni para entretenerse en una tarde de domingo.
