Un día antes de su llegada a Buenos Aires, el staff del Hotel Faena tenía una sola indicación: asegurarse de que no falten chocolates durante la conferencia de prensa del jueves 22. Esa parece ser la única adicción de Chris Martin, cantante de Coldplay, que dista mucho de comulgar con la clásica trilogía que liga el sexo y las drogas al rock and roll. Ningún exceso, ni siquiera de público. Para su primera visita a la Argentina la banda prefirió hacer tres presentaciones en el Gran Rex a tocar en un estadio. En menos de cuatro horas agotaron 9.801 entradas de entre $ 90 y $ 440 para este jueves, viernes y sábado. Una muestra del fervor del público local y también de la viveza de siempre: los valores de reventa en Internet llegan a mil pesos por un ticket.
Como muchas bandas, Cold-play surgió entre las aulas, pero ninguna otra tiene tantos universitarios en sus filas. El guitarrista Jon Buckland es licenciado en Matemática; el baterista Will Champion, antropólogo; el bajista Guy Berryman –el único sin título– abandonó Ingeniería y Martin egresó como profesor de Historia Antigua, todos de la Universidad de Londres. Alumnos aplicados, pidieron esperar a rendir sus exámenes finales antes de entrar a grabar Parashutes, su primer disco. En 2000, el disco debut superó el millón y medio de copias vendidas sólo en el Reino Unido y atrajo la atención de la prensa especializada. La de los fotógrafos invasivos llegó en 2002, cuando se conoció el romance entre su cantante y la actriz Gwyneth Paltrow . “ Si vas a un restaurante esperás ver cucarachas, pero si estás casado con una actriz esperás ver paparazzi”, ironizaba Martin hace un año en una entrevista para Clarín. Lo único que parece poder apartarlo de su comportamiento ejemplar es el asedio de la prensa.
Expectativas. La gira latinoamericana empezó el 14 de febrero en Chile, desde donde viajaban en la tarde de ayer. En Santiago, la crítica se dividió entre los que destacaron la eficacia de Coldplay y los que no vieron en el show más que una cita original para San Valentín. “ Una canción para todos los enamorados”, dedicó Martin antes de Sparks. El alto precio de las entradas (US$ 70 y US$ 180) condicionó el tipo de público y fijó el tono: “ Recital con sushi y modelos top”, fue el título de La Tercera. El cantante había regalado 25 tickets entre los seguidores que lo esperaban en la puerta del hotel. “ Los precios son un poco vergonzosos, no lo sabíamos”, se excusó en una entrevista con El Mercurio.
Más allá de las críticas, 5 mil personas cada noche disfrutaron 90 minutos de canciones, que no incluyeron adelantos de un nuevo disco, como se especulaba. Después de Fix You como último bis, los afortunados de las primeras filas recibieron souvenirs de manos de su ídolo, siempre atento.
Buenos muchachos. Sensible en sus letras que siempre hablan de amor, Martin rechaza el mote de sex symbol y no teme quedar fuera del estereotipo de una estrella, o siquiera del joven promedio: ha declarado que no cree en el sexo casual y que no perdió la virginidad hasta los 22 años. Exaspera su humildad cuando insiste en que aún no puede creer el éxito de su grupo después de 30 millones de discos vendidos. Y como “los ganadores no usan drogas”, tienen un acuerdo interno que surgió después de un incidente que pudo haber sido devastador: Martin echó al baterista cuando supo que consumía, pero la situación lo angustió tanto que él mismo comenzó a beber alcohol, a pesar de haber sido abstemio toda la vida. Champion, que había aprendido a tocar sólo para poder ser parte de Coldplay, siguió en la banda y ahora es también un hombre ejemplar que no sale de gira sin su esposa e hija.
A menudo comparado con el líder de U2, Martin se define como “ un Bono de tercera categoría”. Adhiere a la ONG Oxfam por un comercio más justo y, según El Mundo de Madrid, la banda dona a caridad el 10 por ciento de sus ingresos, que divide en partes iguales y que –los cuatro coinciden– nunca provendrán de usar su música para la publicidad. “ Nosotros lo consideramos tan importante como Beyoncé considera importante su compromiso con L’Oréal”, dispara Martin, que ya se perfila como el galán más políticamente correcto que haya tenido el rock and roll.