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Cinco formas para descubrir la historieta actual

Lejos de los modos del cine y las series, las viñetas han logrado una libertad lúdica excepcional que va desde el relato personal hasta los superhéroes entrelazados.

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Potencia. Seth editó Ventiladores Clyde, una obra premiada y excepcional en el panorama del cómic. | gza. salamanca

No, no, no es la famosa nota sobre “las historietas ahora son adultas” o cualquier otro fulgor condescendiente que implica poco cariño al cómic y mucho al titular dúctil. Es tan solo, en tiempos de cuarentena, descubrir los rincones donde el cómic ha llegado y las razones, si las hubiera, de esa pluralidad y esa capacidad de inventar que nunca sufre el grillete de Hollywood y su siempre falsa libertad para los relatos nuevos. 

Ventiladores Clyde (Ediciones Salamandra), de Seth, es un buen lugar donde comenzar: acaba de recibir el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de la Bande Dessinée de Angouleme (uno de los eventos más grandes e importantes del mundo del cómic). Pero este libro exhala el talento de su autor desde su diseño (obviamente, responsabilidad del canadiense que alguna vez visitó Argentina como autor). Seth crea relatos sentidos, sentimentales y orfebres, que poseen una textura que de una forma que solo podría definirse como alquimia mezcla el pasado, los recuerdos, aquello que no vuelve y que quizás nunca estuvo, con la fisicidad de ese pasado (formas del diseño comercial, de moda e industrial que definen una época de otros modos y otros espacios). Y su potencia, que solo puede traducir lo enorme de su mundo hecho de diarios personales, diseños minuciosos y una obsesión con el medio que lo define, logra que eso que él hace, esa mezcla de pasados, mute no en una reflexión la forma que le damos a la melancolía y como puede ser una partícula de rincones que ignoramos día a día. 

Persépolis es un clásico moderno de la historieta, y lo es al punto que hasta el cine animado decidió adoptar el relato de Marjane Satrapi (hoy directora de cine). Pero más allá del cine, lugar que suele considerarse una validación de los cómics cuando es únicamente la prueba de su inventiva y novedad, Reservoir Books publicó recientemente una edición definitiva de este relato sobre la revolución islámica contada desde los ojos de Satrapi, desde niña hasta adulta. Persépolis logra aquello que solo el cómic puede: que la historia personal se cruce de un modo único con la Historia, y eso sea definido gráficamente desde una sola mirada, la de su autora. Es decir, es una obra que lejos de buscar el documento histórico (que se filtra, obviamente) consigue mostrar sentimientos de esa vivencia y sus esquirlas como ningún otro medio. Es una obra fundamental y nunca fue mejor editada.

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El mundo de las series le debe mucho a determinada inventiva que han tenido los cómics independientes (no Marvel, ni DC, sino editoriales grandes que permiten a los autores mantener los derechos de su obra). Saga es una prueba de ello. La historia galáctica escrita por Brian K. Vaughan y dibujada por Fiona Staples es, sin dudas, de lo más adictivo en términos de relato que ha generado la historieta norteamericana reciente. Y cualquiera que sueña con un Game of Thrones para pasar estos días debería leer los ocho volúmenes de esta saga disponibles en castellano gracias a Utopía Editorial. En el aspecto local, una recomendación reciente es Norton Gutiérrez y el experimento del profesor Maglione, una nueva entrega de Juan Sáenz Valiente (La sudestada) de las aventuras muy Tin Tin y enamoradas de este tipo de historias de Norton. Es más, si es posible, ambos volúmenes editados por Hotel de las Ideas representan un punto muy alto de los cómics locales recientes. 

 

Batman conoce a Rorschach 

¿Y los superhéroes? Bueno, entre los hitos recientes, y editada por Ovni Press, encontramos Doomsday Clock, que se ha convertido en motivo de peleas, histeria y, claro, devoción. Explicar Doomsday Clock implica contar como funcionan los superhéroes como entramado comercial y lúdico. Bueno, quizás no tanto. Pero sí activar un pequeño manual de instrucciones: Watchmen, maxiserie que usó como piedra basal de su lógica interna el show de HBO del mismo nombre, fue crucial. Redefinió el paradigma de los superhéroes allá en los años 80, y lo hizo por su mezcla de seriedad, denuncia (sobre la lógica del superhéroe y supervillano) y cariño, eso sí, por los relatos del género (y no por quienes los viven como entidades sagradas). Fue publicada por DC Comics, hogar de Batman, Mujer Maravilla y Superman. Nunca, en décadas, se cruzaron ambos universos lúdicos. De un lado, los Watchmen, del otro la Liga de la Justicia. Salto temporal entonces a Doomsday Clock, escrita por Geoff Johns y dibujada por Gary Frank y publicada en 2019, donde se viola esa regla y se cuenta el cruce de ambos universos y que también funciona como continuación de la famosa Watchmen. Así de complicada como suena, poco de complejo tiene para el lector con ganas de héroes.