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Crítica de Cine

La quietud

La película muestra el pasado oscuro de una vengadora con un guión que quiere abarcar demasiados temas y falla.

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La quietud | Cedoc

Pa­blo Tra­pe­ro (El clan, Ca­ran­cho, El bo­nae­ren­se) in­da­ga es­ta vez en el po­der del ma­triar­ca­do y la ven­gan­za fe­me­ni­na que sa­le a la luz lue­go de so­por­tar años de mal­tra­to en si­len­cio.

Co­mo si fue­ra un dra­ma lor­quiano, Gra­cie­la Bor­ges res­plan­de­ce ca­si con­ver­ti­da en una Ber­nar­da Alba que es­con­de un os­cu­ro pa­sa­do y so­me­te con su au­to­ri­dad a to­dos aque­llos que tie­ne a mano. En par­ti­cu­lar, a una de sus hi­jas, pa­pel en el que vuel­ve a de­mos­trar sus na­tu­ra­les cua­li­da­des in­ter­pre­ta­ti­vas Mar­ti­na Gus­mán, es­po­sa del di­rec­tor.

Acá el re­la­to ad­quie­re in­ten­sas pin­ce­la­das me­lo­dra­má­ti­cas pa­ra ilus­trar lo que acon­te­ce puer­tas aden­tro de una es­tan­cia, en­tre esa mu­jer con dos hi­jas, una que vi­ve en Eu­ro­pa y re­gre­sa a la ca­sa pa­ter­na de­bi­do a un irre­ver­si­ble ACV su­fri­do por el pa­dre, y la otra que fue con­ce­bi­da a dis­gus­to, fru­to de lo que la ma­dre en­tien­de co­mo una vio­la­ción.

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Su­ce­de a me­nu­do en pro­duc­cio­nes lo­ca­les, en las que el guión quie­re abar­car de­ma­sia­dos te­mas y eso aten­ta con­tra el pro­duc­to fi­nal.

La his­to­ria co­mien­za con un ex­ten­so plano se­cuen­cia, en el que una de las hi­jas, a car­go de Gus­mán, va a bus­car a su pa­dre a la es­tan­cia y lo acom­pa­ña a una es­cri­ba­nía, en la que es­te de­be de­cla­rar so­bre las pro­pie­da­des que tie­ne a su nom­bre. En esa reunión el pa­dre se des­ma­ya y es tras­la­da­do a un sa­na­to­rio. Es­te es el pun­to de par­ti­da de una se­rie de acon­te­ci­mien­tos en la que los per­so­na­jes par­ti­ci­pan de si­tua­cio­nes in­ten­sas en las que mu­chos de los sen­ti­mien­tos guar­da­dos a lo lar­go de los años pa­re­cen sa­lir a la luz con un ím­pe­tu que los obli­ga a de­fi­ni­cio­nes tan do­lo­ro­sas co­mo trau­má­ti­cas.

La pe­lí­cu­la, ex­qui­si­ta­men­te am­bien­ta­da, no siem­pre acier­ta en sus cli­mas, tiem­pos y de­fi­ni­cio­nes dra­má­ti­cas, en lo que con­cier­ne a es­con­der he­chos que ha­cen re­fe­ren­cia no so­lo a la úl­ti­ma dic­ta­du­ra mi­li­tar, tam­bién a si­tua­cio­nes de in­ces­to y adul­te­rio que de­fi­nen los ca­rac­te­res de las her­ma­nas. Hay es­ce­nas en las que diá­lo­gos y cir­cuns­tan­cias se pre­ci­pi­tan y otras que exa­ge­ran en su desa­rro­llo, co­mo las que re­fie­ren a las re­la­cio­nes se­xua­les, o las del ve­lo­rio.

Su­ce­de a me­nu­do en pro­duc­cio­nes lo­ca­les, en las que el guión quie­re abar­car de­ma­sia­dos te­mas y eso aten­ta con­tra el pro­duc­to fi­nal. Aun­que en es­ta opor­tu­ni­dad cuen­ta con ac­tua­cio­nes tan es­tu­pen­das co­mo las de una Gra­cie­la Bor­ges atrac­ti­va­men­te exi­gi­da en ese pa­pel de ma­dre au­to­ri­ta­ria, a la que la ac­triz le en­tre­ga una ex­ce­len­te in­ter­pre­ta­ción. Bé­ré­ni­ce Be­jo y Mar­ti­na Gus­mán apor­tan cre­di­bi­li­dad a los pa­pe­les de esas her­ma­nas que fi­nal­men­te lo­gran en­con­trar sen­ti­do a sus frus­tra­das exis­ten­cias.

  • Puntuación: Buena
  • Dirección: Pablo Trapero
  • Guión: Pablo Trapero y Alberto Rojas Apel
  • Intérpretes: Graciela Borges, Martina Gusmán, Bérénice Bejo, Joaquín Furriel, Edgar Ramírez, Isidoro Tolcachir
  • Origen: Argentina, Francia (2018)
  • Duración: 117'