¿No es monstruoso que un actor como este, solo en una ficción, solo en el sueño de una pasión, pueda forzar su alma de tal modo hasta su idea entera, que por su efecto palidezca todo su rostro, haya en sus ojos lágrimas y desvarío en su expresión, se quiebre la voz y todas sus funciones se ajusten a su idea?, ¿y todo eso por nada?
Supongo que el lector habrá compartido alguna vez la fascinación que siente Hamlet al ver a un actor emocionado, por un hecho que es absolutamente falaz y que él sabe que es falaz. Pero por supuesto que la pregunta es válida también para nosotros los espectadores. ¿Cuántas veces mirando una película nos angustiamos por las desventuras del protagonista? Sabemos que el actor está representando a alguien que no existe, sabemos que aquello que le sucede al personaje es producto de la imaginación y sin embargo, nos emocionamos. En mi opinión este fenómeno de compenetración con la ficción es particularmente intenso en el teatro. Y acaso el más interesante. La capacidad de ser atravesados en el cuerpo por una experiencia ajena y ficticia. En definitiva: ¿qué puede ser más satisfactorio para un ser que se sabe finito, mortal, que multiplicar su experiencia vital transformándose, por un rato, en un otro?
Esta capacidad de vibrar a través de una ficción orienta mi búsqueda como director. Elijo obras que hablen de nuestra experiencia vital y en las que los espectadores puedan identificarse con lo que sucede en escena. Como por ejemplo Tóxico, la última obra que estrené. Veamos de qué se trata para después ahondar un poco en el proceso mediante el cual damos vida a los personajes de ficción.
Una sala vacía. Llega un hombre. Espera. Una mujer. Se saludan. Mantienen la distancia. Se conocen. Llevan mucho tiempo sin verse. ¿Cuál es el vínculo entre los personajes? ¿Dónde están? ¿Qué esperan? ¿Por qué están tan incómodos? A lo largo de las tres escenas de la obra, irán surgiendo los conflictos de esta ex-pareja que nueve años atrás se separó de manera abrupta. Dos visiones encontradas sobre cómo llevar adelante un duelo son las causas de las desavenencias pasadas y presentes de dos seres golpeados por la tragedia.
Retomemos ahora la pregunta sobre cómo dar vida a los personajes. La respuesta es demasiado extensa pero mencionaremos algunos puntos. En primer lugar, comenzamos los ensayos a cappella, por así decir. La clave para evaluar si sucede algo entre los cuerpos, es dejar de lado todo otro elemento de la puesta. Trabajamos en la casa de los actores con elementos cotidianos. Sin hacer uso de vestuario, iluminación, sonido o escenografía alguna. De esta forma nos concentramos en la actuación y así podemos percibir la potencia de la escena. En segundo lugar, cualquier historia debe primero captar la atención del espectador. ¿Y cómo se logra tal objetivo? Hace ya tiempo que la neurociencia descubrió que aquello está inconcluso, abierto: es fuente de atención para nuestra mente. Hasta que algo no se resuelve, seguimos pensando en ello. En escena esto se traduce mediante la tensión entre los cuerpos. Cuando dos fuerzas antagonizan el resultado es incierto, inconcluso. Así, a lo largo de las escenas, buscamos que la tensión entre esta ex pareja esté siempre presente y al mismo tiempo aumente gradualmente, de manera de evitar una situación monótona. Por último, hablemos del ritmo. Otro elemento fundamental en la actuación. Siendo una obra de fuertes enfrentamientos entre los protagonistas el ritmo es vertiginoso. Pero descubrimos que los desencuentros y la frustración entre esta ex-pareja cobraba más potencia en los momentos de silencio, especialmente cuando se daban a continuación de los momentos de máxima tensión.
Hasta aquí nuestra motivación para hacer Tóxico y algunas decisiones que tomamos para alcanzar nuestro objetivo. Ahora le queda a usted, querido lector y espectador, comprobar si lo hemos logrado.
*Pablo Di Paolo es el director de Tóxico de Lot Vekemans, obra que se presenta todos los sábados 22.40 hs en El Extranjero Teatro, de Valentín Gómez 3378.