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Escarbadientes para pelear con ‘Gladiador’

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El Perro Molina, mi película estrenada esta semana, no fue difícil de hacer gracias a Clúster Audiovisual de la Provincia de Buenos Aires, una ONG muy activa, de la cual soy presidente y que trabaja junto al Municipio de Marcos Paz. De otra forma no hubiera podido. Es una película como las otras hechas en Cinebruto, mi productora: intensamente comunitaria. Todo nuestro cine lo es. Llegué a esta forma de producción ascendiendo: primero filmando con nuestros recursos, y en breve estaríamos en condiciones de presentarnos a primera vía. Es una cuestión de crecimiento mancomunado.

El Perro Molina, como mis otras películas, es un film que tiene como base la integración de la comunidad en materia de contenidos, producción y posterior distribución. Es otro tipo de apuesta, que gracias al apoyo de gente como José Martínez Suárez, que nos abrió la puerta en el Festival de Mar del Plata, nos permitió demostrar que tenemos, si se quiere, un estilo. No queremos emular ni otras cinematografías ni a otros directores. Sí queremos estar empatados con lo que provee la comunidad, y creemos que ahí hay una gama de recursos que hemos usado, pero que lo hemos hecho en menos del 1%.

Si vamos a demandar al cine argentino, tenemos mucho para demandar a la hora de filmar, pero Argentina produce más cine que Alemania, más que México y más que Brasil. Ni en Suiza tienen los beneficios audiovisuales que nosotros tenemos. Eso hay que defenderlo y no perderlo desde ningún punto de vista. Ninguno de los que estamos ligados a esta área, desde los críticos hasta productores, realizadores, actores y administradores, tenemos que confrontar entre nosotros: nadie quiere que Argentina no produzca o que no compita a nivel mundial.

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Muchas veces hay pequeños sectores, creo yo, en cada una de estas áreas, que son fundamentalistas de la nada. Que creen son dueños de algo, como puede haber sido en algún momento la dirección del Bafici, que felizmente ya no lo es. Estuvo comandada por gente que se había apropiado caprichosamente de un espacio que no es de ellos, como tampoco es el espacio “mío” el cine comunitario: simplemente soy una persona que aporta lo mejor de sí. Venimos a ser gente que facilita que otras personas tengan el camino más allanado en el futuro. Todos peleamos por el bien común, muy contrario a eso de que haya gente presa del miedo y del ego, que se apropia de cosas que no se puede apropiar. El ego es un niño de cuatro años: entonces, no puede ser director de un festival, criticar el trabajo de otros o maltratar a un grupo de actores y técnicos.

No me gusta criticar el trabajo de mis colegas en Argentina. Había un pequeño sector, si hablamos de fundamentalismos, que compuso cine en función de los caprichos del hemisferio norte. Esos festivales tienen cinco herramientas para generar patrones falsos de legitimación: la clínica de guión, los fondos de coproducción, la prensa, la programación y la premiación. No tenemos que darles poder: ellos no tienen poder si no es a través de nosotros. El Incaa nunca me dijo que sacara un plano. No necesitamos que nos digan qué es óptimo y qué no lo es. Ellos tienen connivencia con distribuidoras norteamericanas, no pueden evaluar más allá de las conveniencias del mercado. Acá hay, de forma fabulosa, un 80% de autor y 20% industrial.

En Argentina hay que hacer un ejercicio más exhaustivo de la Ley de Cine, porque la ley está. Tenemos que estar más organizados en las diversas asociaciones. Más unidos. La cuota de pantalla tiene que ser respetada en todo orden. Hay un tema que no se debe olvidar: lo que hace fuerte a lo dictatorial de las distribuidoras grandes son los cines, cines que están ubicados en centros comerciales donde hay estacionamiento, seguridad y comida. ¿Por qué no hay un multisala fuera de este circuito? Porque es un fracaso, ya lo han hecho. Hay que aprender de eso: por ejemplo, obligando a que una multisala esté en manos del Incaa. Tenemos que crear estrategias.

Nos dan como cine argentino dos escarbadientes para que peleemos con un gladiador, con el cine enorme de afuera. Es imposible. Dale dos escarbadientes al otro. No pidas a los que producimos y dejamos bien parado al cine afuera que peleemos en desiguales condiciones. Si queremos más resultados, necesitamos duplicar los presupuestos. Ofrecen un cine que es inocuo, que no se compenetra con nada, que no le deja nada a su comunidad: en el hemisferio norte no hacen películas con planos de diez minutos y no las hacen porque saben que se genera un divorcio con el público. Las premian, pero no las hacen. Los espacios no deberían estar cooptados únicamente por otro tipo de producción.

*Director de El Perro Molina, Vil romance y Vikingo.