Primero fue actor, en los años 90 en Montaña rusa. Después llegó el director, guionista, novelista, conductor radial e incluso panelista, nada de esto parece serle ajeno a Sebastián De Caro. Ya se puede ver la nueva película argentina en Netflix, Matrimillas, escrita por Gabriel Korenfeld y Rocío Blanco, con dirección de De Caro. Los dos papeles principales fueron asumidos por Luisana Lopilato y Juan Minujín, completándose el elenco con Cristina Castaño, Andrea Rincón, Julián Lucero, Santiago Gobernori, Vicente Archain, Aylen Malisani y Betiana Blum, entre otros.
Anticiparon que la palabra Matrimillas es la unión de términos latinos. Es un juego que propone sumar o restar puntos a partir de la convivencia. Invento que apareció en la década de los cincuenta en los Estados Unidos. Aquel que consiga obtener más puntaje tendrá “ciertos” beneficios dentro de la pareja. La película propone esta competencia con mucho humor y su director confirmó que fueron siete semanas de rodaje, más dos meses de pre producción, otros tantos de producción, sumándose luego la post producción,
—¿Cuál es tu sello en esta nueva película?
—Creo que un sello es algo muy difícil de lograr, porque más allá de las experiencias que tengas, no creo que necesariamente todos los que dirigimos lo tenemos. Pero hay algo que es que cuando uno se apasiona con el trabajo, allí aparece uno y lo hago extensible a todos los que hicieron la película. Porque te invita a un mundo extraordinario, aunque cuente cosas posibles, pero detiene el momento. ¿Qué hay mío?: tiempo, todo lo que pude, es como si todo lo que hice antes me preparó para ésta. Evitar errores y fortalecer las virtudes o ideas ingeniosas con las que me pude haber topado.
—Aparece el nombre de Juan Minujín también en la producción…
—Buffalo Films y Tieless Media son las casas productoras que se encargaron de la película y Juan (Minujín) es uno de los asociados. Más allá del rótulo, tanto él como Luisana son profesionales de una gran envergadura y siempre están comprometidos. Es como dirigir a Messi, aunque yo no sea Scaloni. Es una picardía no estar receptivo a lo que pueden decir. Tienen además muchísima experiencia y trabajaron con directores a quienes admiro. Todo contribuye. Son compañeros extraordinarios, siempre enriquece escucharlos. Aportaron desde el primer hasta el último día.
—El guión no es tuyo: ¿propusiste modificaciones?
—Los guiones siempre cambian, desde que se leen hasta la filmación. Aunque hubiera sido mío todo se modifica. Cuando se filma hay que negociar con lo que está escrito, a veces el guión tiene razón y en otros casos es la realidad, pero también se pueden sumar otras variables. Por eso es un trabajo tan apasionante y complejo. La luz o el ruido pueden cambiar una toma. Todo es dinámico.
—¿Cómo fue trabajar para Netflix?
—Me llena de expectativa. Es un sueño, Hoy para hacer una película o una serie no hay más. Es el escenario ideal. Desde mis ocho años que amo el cine y tener a Netflix es lo mejor que me pudo haber sucedido. Me intriga saber cómo es este escenario de estreno, de lanzamiento y de comunicación. Estoy muy atraído por todo alrededor.
—¿Qué sentís que define hoy a la ficción que quiere ser popular para bien y para mal?
—La comedia es a todo o nada. Porque te interesó, te hizo reír y te conmovió. Es el único género donde los personajes pueden sentir algo que los espectadores no. En las películas de terror ambos están aterrorizados y en los dramas todos sufren. Mientras que en la comedia cuanto más sufren los protagonistas más se divierte el público. Es un juego distinto. Creo que la vida es más parecida a una comedia que a una tragedia, a pesar de los momentos difíciles y duros, igualmente está llena de malos entendidos, ridiculeces y la no lógica.
—¿Los argentinos tenemos un plus para la comedia?
—Creo que sí por nuestra ascendencia europea, donde hay mucho italiano, español y judío. No voy a descubrir nada con lo que digo, tenemos la tradición del sainete y el grotesco. Se da tanto en nuestra literatura, en el cine como en el teatro. Por ejemplo, que esté en esta película Betiana Blum para mí fue un sueño. Una pequeña vuelta completa para cerrar un círculo. Son esos cruces que te llenan de orgullo y te convierten en el espectador que fuiste.
—¿Cómo ves a la industria cinematográfica argentina?
—Cada vez la veo mejor. Hay un nivel superlativo de gente en las áreas técnicas. Te diría que los que tenemos el privilegio de ejercer este trabajo nos encontramos con profesionales excelentes, además de una calidez humana y una formación impresionante. Después te pueden gustar más o menos las películas. En la actualidad te encontrás con sonido, fotografía, puesta, actuaciones que de arranque es una base muy competitiva a nivel mundial. Tuvimos interrupciones democráticas y crisis económicas. Nada que nadie desconozca. Este arte industrial -que es el cine- sufrió desavenencias muy grandes. Hemos pasado por lugares que nos hicieron retroceder, pero hoy estamos en un muy buen nivel.
—¿Cuánto te ayuda tu paso por la actuación?
—Hoy no me siento actor, pero me ayuda muchísimo los años de estudio que hice con Cristina Banegas. En el momento de vincularme con una actriz o un actor es impagable este plus.
—¿Cómo manejás tu creatividad en un país como Argentina?
—Desde mis dieciocho años trabajo de esto. Salí del secundario y entré en la televisión, de una cosa llevó a la otra. Al principio me daba vértigo, ahora la rareza es pensar cómo era antes. Empecé muy chico, un poco intuís, aprendés y tampoco se gana siempre. Un poco de fe, inconciencia y confiar en el instinto.
—¿Hubo cambios entre tu anterior película Claudia (2019) y la actual Matrimillas?
—Millones de cambios. Claudia fue una película independiente que abrió el BAFICI, que fue otro sueño, con Dolores Fonzi a quien admiraba antes de filmar y ahora la adoro. Fue espectacular trabajar con ella. Esta es la otra cara de la moneda. Las dos películas fueron muy importantes y me enseñaron. Creo que Matrimillas me completó de alguna manera, porque representó el tener que filmar un guión que ya estaba, como todo, desde productores hasta elenco. Hoy tengo más ganas de recibir proyectos, aunque tenga guiones míos para filmar.
—¿Crees que tu género es la comedia?
—20.000 besos, Claudia y ahora Matrimillas son variantes de comedia, con todas sus diferencias. Me veo en películas que tengan impronta en los personajes, también me gusta el terror, pero me son más afines los problemas de escala humana. Matrimillas implicó el desafío de hacer una comedia para la mayor cantidad posible de espectadores, sin perder personalidad, ni dejar de contar lo que había que contar. Tiene que tener una impronta y eso es interesante. Puntualmente ver actuar a estos intérpretes va a sorprender.
“Gran hermano me dejó un hermoso recuerdo”
A Sebastián De Caro se lo puede escuchar como conductor radial los lunes a viernes de 10 a 13 en Radio SI (FM 91.1 y radiosi.com.ar) en su programa Un mundo feliz. Su historia radiofónica se inició con A toda radio en el 2001, continuó en Perros de la calle y luego en Gente sexy. Quizás menos conocido sean sus publicaciones como sus cuentos bajo el título Mi método (2011) o sus novelas: Las nuevas aventuras de un biólogo recién recibido (2013), La flor más falsa del mundo (2017) y Cielo Drive (2019).
Su primera película, Rockabilly, en el año 2000 le permitió continuar filmando sus propios guiones como lo hizo con Vacaciones en la tierra (2001), De noche van a tu cuarto (2002) o Recortadas (2009) también codirigiendo como lo hizo con Piccola settimana – Semanita o Valeria, una película lyncheana.
Pero para sorprender aún más están sus recuerdos de las dos ediciones de Gran hermano (2011/2012). Asegura: “Fui parte del panel. Trabajaba en el debate de la tarde y el de la noche: en total diez a la semana. Estaba con Mariano Peluffo, un querido amigo y socio, al día de hoy. Nos conocíamos de antes. Fue uno de los trabajos donde más me divertí en mi vida. Me dejó un hermoso recuerdo. Lo pasaba muy bien. No lo haría de nuevo, porque ya lo hice, ya pasé por ahí. Lo disfruté, porque casi era una improvisación colectiva. Debatíamos como si fueran temas de estado el que alguien le había dicho algo al oído a otra persona. Me parecía un programa humorístico muy bueno. El chiste era que lo debatíamos con una seriedad total. Todos los días hacíamos de la nada un tema serio. Tengo una opinión política muy personal: el peligro no es cuando un programa entretiene de manera directa, para mí lo malo es debatir de manera frívola lo trascendental”.