Es el espectáculo más necesario que he hecho” dice Martín Bossi, y el humorista, el suceso de la calle Corrientes, habla de Bossi Live Comedy, la propuesta que lanza el 16 de marzo. Otra vez al mando, Bossi se acompaña de un gran equipo, de siete músicos y crea un show que lo emociona y que conmueve. ¿Cómo creó el artista popular que nació en otro mundo, uno donde la fama la daba la TV, y que ahora, además de este show, encara una serie para plataformas? Bossi: “Hay un grupo de gente que me ayuda. Tengo un creativo que es autor que se llama Emilio Tamer, que me viene acompañando hace 12 años en la creación y escritura de los contenidos. Trabajo en conjunto con él. Después, por un lado, lo marca las necesidades que veo en el público y,por otro lado, las necesidades que tengo como ser humano y como actor. Mis espectáculos antes tenían la necesidad que vean como me parezco a los demás, a los personajes, y ahora por ahí la necesidad que tengo es ponerme al servicio de la gente, hablar cosas que tengo ganas. Tengo que ocuparme de lo que queres hablar por que el arte es una excusa, es una gran excusa.
—Considerando lo que me dijiste ¿el arte, al menos para vos, es una gran excusa para qué?
—El arte es una gran excusa para modificar. En algunos casos, claro. En mi caso para modificar. En otros para modificar y entender. Un gran pretexto, eso dice la frase. En realidad, hay algo que se habla poco. Estamos muy dormidos. Y yo creo que necesitamos despertar un poquito. Nos han quitado cosas que son elementales. Mira, los otros días
hablaba con una colega tuya: yo dije que la celebración del show tenía que ver con algo en conjunto, de poder celebrar el romanticismo, la risa y la melancolía. Y me habló de que el espectáculo entonces era algo basado en la nostalgia. Ahí está el punto: creer que ser romántico es ser antiguo. Nos quitaron las necesidades básicas, y no nos dimos cuenta. Esto que hago es una invitación, siguiendo la línea de la Scaloneta (que volvió a apuntar al grupo, a la familia, a la pertenencia). La única bandera es el amor, haters, banneadores y ghosteadores se van a sentir incómodos: nos vamos a despertar por un ratito.
—Hablabas de romanticismo, suena a que crees mucho en lo que puede llegar a hacer un show.
—Sí, soy un fundamentalista del amor. Y del cara a cara. Son un teatrogramer, soy un influencer teatral. La verdad que sí, pero no inventé nada. La gente que está despierta puede percibir que quizá el negocio para el espectáculo es que no seas feliz, porque si sos feliz, no consumís. No hay comedias, no hay melodías en las canciones, no hay
películas de amor: nos quitaron desde lo más trascendental a lo más absurdo. Hasta la posibilidad de gritar un gol… hoy gritas un gol y gracias al VAR te quedas por la mitad, es como un orgasmo por la mitad. Por eso el show es interactivo, la gente es protagonista. No es un espectáculo escrito por un inglés, y no es un best-seller. Es un espectáculo escrito por alguien de argentina, y que le habla a nuestras necesidades, es un show dirigido a nosotros.
—¿Cómo le hablas al argentino ahora?
—Hay algo que se llama comedia, stand-up, música, momento: es una celebración, un hecho cultural muy lindo, hay gente muy joven, hay músicos de mi edad. Es una comunión muy grande. No es un show para cualquiera… digo, si te queres “entretener” tenes muchos espectáculos para ver. El nuestro es para reírte, y ver que te queda, como te pega, vamos a abrir los ojos en conjunto. Sin verdades, porque yo no vengo a decir verdades, vengo, sí, a hacer preguntas.
—¿Qué momento de un escenario te emociona, incluso tanto años después?
—El teatro es para mí una religión. Lo más parecido a una misa es el teatro. Hay gente, un pastor, alguien en el centro. Los teatros tienen mucho de religión. Si
yo salgo de mi casa y sé que a la noche voy a hacer teatro, para mi es todo un acierto. Yo en el teatro me siento en el lugar adecuado, y el mundo hoy a mí, personalmente, siento que me ofrece muy poco. La verdad que poder comunicarme en persona con la gente es el lugar donde quiero estar.
—Si el teatro es tu religión ¿a quién le rezas?
—El Dios es el encuentro, es el amor. Hace 12 años que estoy en la calle Corrientes. Y la gente me ha dado la posibilidad pero también es muy díficil. No es que yo haga “El día que Nico le robaron”, “El romance de la gaviota”, “Los directores”... no sé si ha sucedido lo que me sucede a mí: estar con mi nombre, mi nombre al frente del espectáculo en plena calle Corrientes. Es en parte mérito mío, y mérito de la gente, que me ha consentido. Porque hay actores que han hecho una hermosa carrera, pero con el nombre propio como principal epicentro en la cartelera, el título, hay poco. Ninguno podría decirte hoy. Es terrible que la obra se llame con tu nombre y apellido y no te vengan a ver… cada noche es una apuesta. Y así ha sido durante 12 o 13 años. Son casi dos millones de personas que nos vieron ya. El Dios, entonces, es el amor.
—¿Por qué entonces hablar del amor con ese enfásis ahora?
—No nos quitaron el amor, nos han quitado cosas que nos hacían bien. Lo dijo Lennon, todo lo que necesitamos es amor. Un padre con los hijos en teatro, dos novios bailando en el teatro, y así: no hay algo tan grande para mí. Es es amor. El negocio del show del odio, de la catástrofe, no tienen que ver con el amor, tiene que ver con los deseos urbanos, con la violencia, esta adicción que tenemos en Argentina de agrietarnos por todos, entre partidos políticos, entre razas, entre sexos, entre banderas, entre pañuelos, todo todo es una división. Acá en el show es amarnos y hacernos preguntas, es una catarsis colectiva.
—¿Qué sentís que define a un artista popular en este momento?
—Es muy difícil hoy lo popular, porque está todo muy segmentado. Yo por suerte agarré en mi carrera la última parte de esa etapa donde toda la familia se sentaba a ver la televisión. Era más fácil, pero si alguien era bueno, te miraba toda la familia, de los 7 a los 90 años. Hoy hay mucha segmentación del público, cosa que no está mal pero que me permite, eso sí, ver, por ejemplo, en el humor, a gente que genera miles de likes. Pero sostenerte en el teatro es otra cosa, y sostenerte años con una carrera en el teatro es todavía más distinta. Yo creo que actor popular es uno que vive más allá que a través de los filtros, que hoy todos viven con filtros. Hoy tenes un actor que llena media Luna Park y celebra. Bueno, veamos si te da para estar siete meses llenado la calle Corrientes. Podes tener un millón de seguidores, pero no llenan tu teatro. El humor implica, a la hora de ser popular, que te sigan todos. No un showcito en Mar del Plata, o un ratito en el Gran Rex.
Lo universal al show
—¿Cómo logras trasladar un show que nos habla a los argentinos al mundo?
—Ni siquiera tiene que ver con los argentinos, tiene que ver con las necesidades humanas. Cuando vaya a Madrid, a Barcelona, a Los Angeles, la base “pinta tu aldea, y serás universal”. Por eso las películas argentinas que cuentan lo que pasó en nuestro país tienen éxito. Conocemos de lo que hablamos. Después hablamos de cosas universales, y no tengo que decodificar nada, ni cambiar una palabra. Por eso vamos a hacer una gira que va durar un año, y nunca me había animado una gira tan grande. El escenario me abarca dos horas de mi día, sobre 24 que tiene el día. En realidad, te diría que me dan miedo esas 22 horas restantes. Las dos horas del escenario me siento a salvo. Este show es una fiesta, pero yo me imagine algo: ¿viste cuándo caes en una fiesta y tenías una expectativa y es otra? Bueno, yo tenía unas expectativas sobre el mundo, y no se cumplieron. Esto es personal, no es una crítica. No me siento muy cómodo cuando veo lo que se transformó el mundo. No es algo que a mi me cope. Yo amor vivir, no sé cuánto voy a vivir, pero si me toca irme, no lo voy hacer con la angustia de antes. Esto esta lleno de gente individualista, violencia, mucho abdominal, mucha lengüita. Tengo derecho a no estar copado con esta fiesta. Esto no va a un lugar donde me copa mucho. El mundo tiktokea, y hay quilombos que implican alguien que capaz vuela un continente. ¿Cuán contento podés estar? Hemos sofisticado la forma de hacernos daño. Yo siento responsabilidad por eso, voy a vivir, pero no tengo ganas de sacar la lengüita y hacerme una foto.