Las obras artísticas siempre nacen de una experiencia poética previa. La obra poético-teatral, La conversación infinita, comienza de una manera muy casual. Estando yo dentro de un teatro de la Av. Corrientes, descubro que un actor dice poemas míos, algo que me sorprende gratamente. Descubro a su vez en ese actor, una suerte de alter ego que yo no conocía. Nos saludamos como corresponde y le propongo entonces que asuma mi representación poética. El actor aceptó muy conforme asumir esa función.
A los pocos días nos encontramos para entrar juntos al mismo teatro en que él actuaba. Conversando se nos ocurrió que todo lo que yo había escrito en mis últimos libros lo podía presentar él mismo, mi propio alter ego. Descubrimos de esta forma que donde uno terminaba comenzaba el otro. El poeta también era el otro y el otro invitaba al poeta a una conversación. Con estas ideas, comienzan a expresarse en el escenario evocaciones sobre mi propia vida, interrogaciones, nuevas construcciones dramáticas, dichas por el poeta-actor y por las actrices invitadas. Nace así una obra construida por conversaciones superpuestas, circulares, constantes, sobre mi propia poesía. Pensar que todo fue producto de un encuentro y una experiencia poética totalmente casual. Mi alter ego, el actor, director, dramaturgo es Gustavo Pardi, quien fue armando este espectáculo cuadro por cuadro, poema por poema. A ello hay que agregar que La conversación infinita nace de dos libros míos: Públicos y privados, El corte argentino y algunos poemas inéditos. Por cierto, el actor protagónico que recorre toda la obra es el propio Gustavo Pardi, quien realizó la dramaturgia y la dirección de este espectáculo.
Luego de diversos encuentros Gustavo Pardi me dijo que la poesía en el teatro podría ser dicha de otra forma a la que estábamos acostumbrados. Existe una ceremonia poética que se supone canónica que indica que el poema debe ser dicho al público de una sola forma, de manera siempre solemne, con excesos de respeto hacia las metáforas y las imágenes. Gustavo Pardi me propuso salir de la ceremonia del decir clásico y hacer una obra donde el diálogo entre los actores sea estrictamente poético, actuar y conversar hablando poéticamente sobre una historia amorosa que subyace como conflicto permanente. Además que la forma fuera novedosa, recurriendo a cierta estética pop, disruptiva, coreográfica y musical.
Reflexionamos mucho sobre la necesidad de establecer nuevas formas del decir poético en el teatro, introducir la poesía en públicos no especializados, o no lectores. Crear una propuesta experimental desde las tradiciones más rupturistas, modernas, de espíritu contemporáneo.
Después de varios meses me invitó a un ensayo. Gustavo Pardi volvía a decir aquellos poemas míos que yo había escuchado por primera vez en un teatro de la Av. Corrientes. Otra vez la sorpresa para mí, el nuevo y total reconocimiento de mi poesía dicha con una gran fuerza interpretativa. Escuchaba de otra forma mi propia palabra y veía mi vida recreada en el teatro de una manera muy original.
Cuando yo escribía mi libro El corte argentino apostaba a una poética de la conversación, invitaba a otros personajes a dialogar con el poeta en el poema: la conversación como idea poética constante. Recordaba aquel hermoso ensayo sobre poesía de Rafael Felipe Oteriño titulado justamente: Una conversación infinita. Y con este espectáculo que dirige y actúa Gustavo Pardi descubrí que es posible decir la poesía de otra forma, creando una obra circular, constante y disruptiva, donde el poeta es el otro y el otro, el alter ego, invita a los públicos a conversar infinitamente a través de la poesía en un teatro de la Av. Corrientes.
*Gestor cultural y poeta.