“¡Qué dice!, ¿cómo anda?”, era su primera frase en cada encuentro.
Lo conocí en el viejo conservatorio de French cuando era vicerrector y tengo el privilegio de su firma en mi título fechado en 1974. Allí produjo una verdadera revolución pedagógica con maestros que eran faros de conocimiento como Juan Carlos Gené, Beatriz Matar, Saulo Benavente, Luis Diego Pedreira, Luis Agustoni, Francisco Javier, Doris Petroni y tantos otros que jerarquizaron cada una de las cátedras que tenían a su cargo.
El flaco Alezzo con Augusto Fernández y Carlos Gandolfo en el Teatro La Máscara buscó la maestra que pudiera enseñarles el método de las acciones físicas de Konstantin Stanislavsky de quien solo llegaban algunos libros en inglés. Así fue que encontraron a una austriaca judía que había estudiado con Max Reinhardt que se llamaba Hedy Crilla.
La “vieja” Crilla como cariñosamente le decíamos fue la creadora del método “ la palabra en acción” que consistía en valorizar el texto de acuerdo a la intención que emanaba del cuerpo haciendo vivida esa inefable enseñanza que Hamlet le transmite a los actores: “que la acción corresponda a la palabra y la palabra a la acción. (Yo iba al departamento de Hedy en la calle Agüero y recibía clases personales entre meriendas y charlas. ¡Qué lujo!). Ella fue la gran madre de estos geniales discípulos que constituyeron el árbol genealógico de dónde venimos todos los actores y docentes que fuimos formados en ese maridaje entre la escuela rusa y el método del Actor’s Studio de Strassberg y Kazan.
La trinidad Alezzo, Fernandes, Gandolfo venerada durante la segunda mitad del veinte y lo que iba de este siglo veintiuno promovió la búsqueda de la verdad en la actuación y la legendaria organicidad en una situación dramática.
Fundador del grupo de repertorio con Tiempo de vivir aglutinó actores, directores y autores consagrados con jóvenes que se iniciaban y llegamos a tener veintidós espectáculos simultáneos en el circuito independiente. Así se conocieron en el trabajo quienes luego darían vida al emblemático Teatro Abierto. Dejó su impronta en el Teatro San Martín con un Romance de lobos protagonizado por Alfredo Alcón y en el Cervantes un Jettatore protagonizado por Mario Alarcón. En televisión dirigió un ciclo de unitarios encabezado por Norma Aleandro y Federico Luppi.
Tuve la gracia de tomar sus clases y también de impartirlas en el taller de adolescentes de donde surgieron talentos a granel y trabajar en Despertar de Primavera y Mary Barnes.
Le encantaba ir a cenar y conversar de cine teatro y música mientras saboreaba unas mollejas bien doradas acompañadas de un chablis bien frappe. Reía mucho y siempre estaba de buen humor. Amaba la vida, los amigos y la lectura. Entraba de pasada en las librerías de la calle Corrientes para llevarse algo a su departamento de Colombres.
Lo vi varias veces en su proceso de montaje admirando pinturas de la época de la obra elegida para impregnarse de la luz, los colores y el clima. Jugaba con objetos o muñequitos moviéndolos en la planta de la escenografía para llegar al ensayo con su borrador en la cabeza que luego adaptaba según lo que recibía de los actores. No escatimaba su tiempo, se quedaba después de finalizados los ensayos a hablar sobre temas técnicos o artísticos y si era necesario, escuchaba con profunda atención temas personales aportando su sabiduría de vida que por cierto era frondosa.
Sabía cuidar a sus intérpretes dando libertad para crear y al mismo tiempo limitándolos si la expresión era excesiva o estimulándolos si no llegaban a dar la nota que él buscaba. Era un placer trabajar con el. Se divertía jugando sin perder la profundidad de la mirada del hecho artístico. Era sanguíneo, apasionado y al mismo tiempo cerebral.
Dueño de una sensibilidad extrema atravesó múltiples y variados autores, aunque su especialidad o quizás lo que más disfrutaba eran las obras intimistas.
Tennessee Williams era su autor preferido y últimamente se había adentrado en el universo de Harold Pinter. (Tuve el privilegio de protagonizar El Invernadero hace tres temporadas.)
Querido Agustín: estarás siempre con todos los que aprendimos a respetar y amar el arte del teatro. Gracias por la gracia de haberte conocido.
*Actor y docente teatral.