ESPECTACULOS
Los técnicos en la pandemia

Pausar el espectáculo, darle play al artista

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CESE. La Red de Mujeres en el Sonido es una asociación civil argentina que agrupa a mujeres e identidades no binarias que ejercen varias de las disciplinas vinculadas con el sonido. Desde la grabación a la mezcla, pasando por operación en vivo y muchas instancias más. | gza. prensa sofia maldonado

Por primera vez en los últimos 100 años, las y los artistas escénicos nos vimos obligados a frenar y aceptar la imposibilidad de presentarnos ante una audiencia en vivo. El confinamiento por la crisis sanitaria abrió un espacio de tiempo que antes destinabamos a la materialización de nuestro trabajo, pero nos quitó la posibilidad de consolidarlo. Una vez parado el mundo, ¿dónde quedamos lxs artistas? ¿cuánto espacio queda para el arte? ¿sigue siendo necesario o basta con el entretenimiento que sobrevive en las aplicaciones y los vivos de Instagram?

El encierro nos hizo perder cosas a todas. Hay dos que hasta ahora se consideraban irremplazables. Primero, la experiencia colectiva de compartir un recital o una obra, de respirar junto con lxs demás artistas y con la gente; segundo, la posibilidad de reconocernos como trabajadoras de la cultura y existir a través de esa rendija que, aunque se achicaba con el paso de los años, nos daba un poco de oxígeno para ser y hacer. Como artistas independientes nos acostumbramos a vivir en un hábitat escaso en oportunidades donde los reflectores de los medios y de la industria están dirigidos siempre hacia las mismas personas, la presencia del Estado es insuficiente y la gente ve a la cultura más como un lujo que como un bien esencial. 

El presente terminó de cerrar ese resquicio y nos dejó en una situación de emergencia cultural. Al reemplazar lo presencial por lo virtual aumenta nuestra precarización laboral y disminuye la inteligibilidad de nuestro mensaje, tal como sucede con los streamings gratuitos en baja calidad. La dificultad de vivir al día, de recibir un pago casi siempre miserable y de luchar para llegar a fin de mes valía la pena porque entendíamos el valor simbólico y político de ser reconocidas por un público que elegía pagar una entrada para vernos. Pero ¿por qué empezar a desvalorizarnos nosotros mismos? ¿Toda visibilización es remuneración? ¿Pagamos el supermercado con los 50 likes del show que transmitimos por el mic del celular? Si el arte se explota a sí mismo, el sistema de explotación se perfecciona: los artistas pueden ser sus propios dueños pero siguen perdiendo porque regalan su fuerza de trabajo.

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Aún así, como artistas podríamos tener una tarea privilegiada: interpretar la realidad para hacer algo mejor de ella. El pasado, lleno de compromisos y acciones que tiraban en dirección a la inmediatez quedó atrás y hoy más que nunca hay lugar para mirar hacia adentro. ¿Qué sentido tiene hoy la inmediatez? ¿Podemos transformar sin transformarnos primero? Si pensamos el arte como una liturgia en donde lo insoportable, lo incognoscible y lo doloroso son aceptados como materiales valiosos para crear, entonces este momento parece inmejorable para que hagamos un aporte distinto. Pero si lo pensamos como un escaparate de nuestros egos el momento privilegiado se pierde y el arte se vacía de ese contenido.

Nuestras historias dan material cultural y emocional para la autocomprensión personal y para la interacción social. Nuestra relación con el mundo es particular porque necesitamos de la mirada del público para que la nuestra tenga sentido. Hay algo de este lenguaje que puede ser sustancial para el desarrollo humano, la solidaridad y la empatía, aunque paradójicamente se encuentre en los últimos eslabones del reconocimiento socioeconómico y político. Precisamente por esto, necesitamos cupos obligatorios que nos den visibilidad en los medios y en la industria, y mejores leyes y políticas que garanticen nuestra formalidad laboral.

Nietzsche decía que el camino a todo lo grandioso pasa por guardar silencio. A veces parece que como artistas somos incapaces de callar y el problema es que el ruido que generamos satura el espacio virtual en el que, sorpresa, no somos los únicos. La nueva realidad nos introduce un escenario que requiere protagonismos colectivos más que individualidades destacadas. Mientras sobrevivimos, ¿qué parte de nosotras debe morir para renacer en él?

*Cibrian es cantautora y productora musical. Integra la Red de Mujeres en el Sonido (RMS). 

**Chorny es actor y profesor de Filosofía del Derecho en la UBA. Cofundador de la ong mexicana R3D, en defensa de los derechos digitales.