ESPECTACULOS
BIANCA KUKS

Su novio es nieto de "El Ciudadano" Hearst

A los 18 se fue a Nueva York para perfeccionarse en canto y danza. Vivió en los suburbios y para pagar sus estudios, trabajó de “cocktail waitress” y limpió salas de ensayo. Regresó a la Argentina enamorada: hace cuatro años que está en pareja con Austin Hearst (53), 26 años mayor que ella, socio de Alan Faena y nieto de Randolph Hearst, magnate de los medios cuya vida Orson Welles retrató en El ciudadano. Con él vive entre dos ciudades, Manhattan y Buenos Aires. Hace un puñado de meses, Bianca grabó Obsesión, su primer CD con un repertorio bilingüe y múltiples ritmos.

0202bianca468
GLAMOUR FREAK. Lo suyo es una performance. Prefiere arriesgarse a posar como modelo. | Cedoc

Fanática de Madonna, Xuxa y de las coreografias de Michael Jackson, Bianca –su nombre verdadero es Luciana Kuks– estudió danza clásica y jazz, y en el subsuelo del Café Tortoni hacía covers de clásicos pop con Juliana Gattas, la voz femenina de Miranda. Con ella compartía, además, la profesora de canto y la psiquiatra “a quien llegamos a robarle los informes de las sesiones para saber qué escribía acerca de nosotras”, confiesa. De cuerpo menudo, fuera de escena parece tímida y con una actitud algo defensiva a la hora de hablar. En el escenario crece y pierde todo tipo de inhibición: cambia de vestuario con cada canción, pelea con bailarines que asemejan Power Rangers, y hasta interpreta una coreografia algo subida frente a un espejo cuando canta un tema propio cuyo estribillo dice “I like to masturbate” (Me gusta masturbarme).

—¿Por qué elegiste Bianca como nombre artístico?
—No es artístico, Bianca es mi nombre, me llamo así.

—Pero tu documento dice Luciana Kuks...
—Pero nunca me gustó, no pongas Luciana. ¿Por qué los padres te tienen que elegir el nombre?

—Lo podés cambiar.
—¿En serio? Bueno me lo voy a cambiar, voy a hacer lo que se pueda.

—Entonces, ¿por qué Bianca?
—No hay un porqué. Me quise rebautizar con algún nombre y surgió Bianca. Cuando era más chica yo decía que tenía dos personalidades: Bianca, que era la mas dulce, e Isabella, que canalizaba mi lado más agresivo, era la mas zarpada. Yo me iba a rebautizar Isabella, pero cuando una amiga le puso así a su hija, sentí que el nombre había perdido la magia.

El Luciana –o Luli, como la llaman familiares y amigos– quedó definitivamente atrás cuando terminó el colegio y a los 18 años vendió su auto, sumó unos ahorros y se fue con su primer novio a Nueva York para perfeccionarse en baile y canto. De un hotel de estudiantes pasaron a un departamento en el que compartían un único baño con sus vecinos de piso, “gente muy border, muchos borrachos”. Y para estudiar en el Broadway Dance Center audicionó y ganó una media beca: asistía a clases por la mañana y limpiaba las salas de ensayo por la noche. Además, trabajó en “miles de restaurantes” como “cocktail waitress” para subsistir y pagarse las dos clases de canto semanales.

—¿Cómo fue esa experiencia?
—Cuando me fui de Argentina yo había tenido una crisis, mezcla de locura con anorexia, enfermedades de adolescentes, y estaba como media desestabilizada. Irme de esa burbuja de colegio privado bilingüe me hizo muy bien. Tenía que bancarme sola pero me sentía totalmente libre, despegada de mi familia, de mi mamá que es rehinchapelotas, aunque ahora es mi fan número uno.

—¿Qué antecedentes artísticos hay en su familia?
—Ninguno. Mi papá, Cocho (López), es corredor de autos, mi mamá, Mónica, y mi hermana, Natalia, se dedican a la venta de ropa; mi otro papá, el biológico, también. Soy la única artista de la familia.

—¿Igual te apoyaron?
—La verdad, no mucho. De hecho, yo cantaba y mi mamá me decía: “¡Luciana, callate que sos un gallo!”. Cuando hacía los covers en el Tortoni, iba, me alentaba pero no quería que siguiera el camino de artista, prefería que trabajara con ella o que siguiera una carrera “seria”. Cocho, que ahora es como mi manager encubierto, me apoyaba un poco más.

Cumbia hot. Pasados cinco años sintió que ya había cumplido un ciclo en Nueva York, y segura de todo el bagaje acumulado, regresó a la Argentina decidida a formar un equipo con el que armar espectáculos que integraran música, danza, vestuario y actuación. De esta búsqueda surgió Obsesion, su primer CD con doce temas que da nombre al show –cuyos ensayos callejeros se hacían a veces en Plaza Francia– que presentó en 2006 en el Faena. También volvió enamorada: en Estados Unidos conoció a Austin Hearst y hace cuatro años que están en pareja. Radicados en Argentina la mayor parte del tiempo, ambos mantienen a ultranza el bajo perfil.

“Le tiro un galgo con la mirada/El me echa el ojo, quedo mojada/la situación que se pone porno/ ¡Se viene el chongo, estoy en el horno!/Achuchadito, ay pero cómo me calienta este changuito/Pasame el vino, pachangueame de poquito/camuflate que nos van a censurar...” Con estas estrofas de Achuchaditos, Bianca se alzó con los invitados que participaron en los shows que dio en una megafiesta en el Conrad de Punta del Este, en el Faena de Buenos Aires y en la reunión privada que el propio empresario organizó en su casa esteña. Aunque no lo reconozca abiertamente, sabe que con la difusión y el marketing apropiado su cumbia hot podría convertirse en un hit.

—Tenés un padre y una amiga famosa, un novio con peso propio y socio de Alan Faena, y sos extrovertida en escena... ¿Sos la candidata perfecta para estar en Bailando por un sueño 3?
—No me veo en Bailando.... Si bien es muy divertido, no sé si me gustaría.

El millonario número 410, aporteñado
Fue su primera pareja quien la acompañó en su aventura de vivir y estudiar en Estados Unidos. A los dos años se separaron y, para estar bien, juraron no volver a verse. Ella siguió sus estudios y trabajos temporarios en restaurantes y bares, y él finalmente abrió un restaurante en Manhattan. Cuatro años después, Bianca conoció a Austin Hearst, quien por entonces ya era el más importante inversionista de los emprendimientos inmobiliarios que Alan Faena desarrolló en Puerto Madero. Ubicado en el puesto 410 del ranking de millonarios 2006 de Forbes, Austin es nieto de William Randolph Hearst, magnate de las comunicaciones cuya historia inmortalizara Orson Welles en El ciudadano. Divorciado y padre de tres hijos, cultiva a ultranza su bajo perfil y vive con Bianca, entre dos ciudades: Buenos Aires y Nueva York.