Sus curvas poderosas y su 1,71 metro –potenciado por un par de tacos interminables– no les pasan inadvertidos a nadie, menos a los vecinos que pasean por Palermo esta tarde de jueves. Ximena Capristo no da señales de registrarlo, concentrada como está en que el flequillo se quede en su lugar y que el escote no muestre más de la cuenta. A punto de estrenar “La rotativa del Maipo”, los ensayos jamás bajan de las diez horas diarias. ¿Habrá imaginado que compartiría cartel con un hombre del periodismo como Jorge Lanata? “ Ni por casualidad”, dice ella, y repasa su historia.
Tendría unos 23 años cuando su mamá –viendo el furor de “Gran Hermano” I– la anotó para el segundo. “Fijate, Xime, puede ser una oportunidad”, le dijo. Es que veía a su hija algo desorientada. De noche trabajaba como camarera y de día estudiaba Ciencias Económicas en la UBA. Cuando tenía un hueco tomaba clases de teatro y se presentaba a castings de publicidad. Entre las 250.000 personas que se presentaron para entrar en “la casa”, algo de ella les cerró a los productores. “No sé bien qué”, asegura hoy, con ocho años más. Adentro se enamoró de su actual marido, Gustavo Conti; y al salir llegó su primer papel en Carlos Paz, trabajó con Sofovich y Gasalla y pasó con éxito por Tinellilandia: llegó a la semifinal de “Bailando...” y a la final de “Patinando...” ¿Y hoy sabrá por qué la eligen? "Sí", asegura, "siempre tuve una conducta intachable y traté de perfeccionarme. Creo que cumplo con las expectativas y las supero".
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