En nuestro país la educación es un derecho universal y, a la vez, una obligación desde la sala de 4 años hasta completar la secundaria. Estamos, otro año más, transitando semanas de paritarias e incertidumbre, con anuncios de paros docentes a nivel nacional y en varias provincias.
El 6 de marzo, fecha elegida por los ministros y ministras de Educación de todo el país para que comiencen las clases, se acerca como amenaza u oportunidad. Hoy tenemos la perspectiva de que, otra vez, el primer día de clases no haya clases, sino paro. Pero, sin desconocer la gravedad que ello implica, quisiera enfocarme en las oportunidades.
Hay un dicho africano que afirma: “Para educar a un niño hace falta toda la tribu”. Tenemos allí la primera oportunidad. Que comprendamos que la educación es demasiado valiosa para que siga siendo un botín de guerra de mezquindades políticas. Que nos encontremos en la escuela para construir, en ella y desde ella, una sociedad más justa para todos y para cada uno.
Para todos, sin excluir a nadie. Hoy la mitad de los estudiantes no logra terminar el secundario. Si a usted, estimado lector/a, no se le cayó el teléfono, la computadora o el diario al leer esta brutal afirmación, eso es una triste evidencia de la gravedad de nuestra “tragedia educativa”, como la denominó Guillermo Jaim Etcheverry hace más de dos décadas.
Reflexión aparte merece la equidad en la calidad de la educación recibida por los que sí logran acceder a un título secundario. Podríamos afirmar que la exclusión educativa conlleva la exclusión social, pero la inclusión educativa no alcanza para garantizar la inclusión social.
Una educación de calidad, esa que sí garantiza la inclusión social, es aquella en la que cada estudiante puede descubrirse a sí mismo y desarrollarse plenamente como persona, como ciudadano y en su plan de desarrollo vocacional. Esto supone una escuela que dote a cada uno de las capacidades necesarias para ser con otros.
Es hora de reencontrarnos en la escuela para construir, en ella y desde ella, una sociedad más justa para todos y para cada uno. ¡Qué inmenso desafío asumir esto en un país donde el 30% de sus habitantes vive en la pobreza y más de la mitad de sus niños se encuentran en esta dramática situación! Siempre nos autopercibimos como un país rico por la abundancia de recursos naturales. Hoy los recursos que importan para ser un país rico se miden en la fortaleza de nuestro sistema educativo.
Sarmiento decía: “Todos los problemas son problemas de educación”. Hoy podríamos parafrasearlo: “Todas las oportunidades son de educación”.
*Ex secretario de Gestión Educativa de la Nación. Director del Colegio Pilgrims’.