Después de 20 años de negociaciones, en junio pasado se anunció el pacto comercial entre el Mercosur y la Unión Europea (UE). Aunque el pacto no parece entusiasmar a muchos, es de destacar que el mismo avanza hacia una visión liberal de la economía mundial, integrada vía acuerdos bilaterales e interregionales basados en normas consensuadas y bien establecidas. Es un modelo alternativo a los acuerdos empujados por al capitalismo de estado chino, o por las políticas comerciales norteamericanas actuales, basadas en el poder y marcadas por el proteccionismo, el nacionalismo y el uso de aranceles para presionar a sus socios comerciales.
La urgencia del pacto. Los negociadores concluyeron el acuerdo en los últimos seis meses, durante la presidencia argentina (protempore) del Mercosur, con sorprendente rapidez. Varios factores desencadenaron la aparente urgencia en finalizar el pacto:
1. La incertidumbre de la reelección del presidente Macri en octubre. Una victoria de la dupla Fernández-Fernández de Kirchner (que ya cuestionó el pacto) rompería el consenso regional actual sobre mercado libre y apertura comercial. Macri insistió en concluir el acuerdo para romper el proteccionismo y aislamiento de Argentina y consolidar su reinserción en el mundo. El presidente Bolsonaro de Brasil lo apoyó.
2. Brexit y una nueva Comisión de la UE están a la vuelta de la esquina. Ambos podrían haber retrasado las negociaciones. La nueva mayoría centrista, moderada, en el Parlamento Europeo, dio a los negociadores europeos la confianza de que el pacto sería ratificado.
3. La creciente penetración económica e influencia china en los países del Mercosur. China es su principal socio comercial; la UE es el segundo. Rumores de negociaciones entre Estados Unidos y el Mercosur sobre un posible acuerdo de libre comercio, pudieron haber motivado a los negociadores europeos a concluir el pacto con rapidez.
4. La inseguridad sobre la economía mundial. La imprevisibilidad y la preferencia del presidente Trump por el unilateralismo y los acuerdos bilaterales, su rompimiento de las negociaciones sobre la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP), su retirada de Asociación Trans-Pacífico (TPP) y las turbulentas negociaciones comerciales con China no auguran bien para el continuo crecimiento de la economía mundial. El FMI ya ha pronosticado su desaceleración.
Ganadores y perdedores. En ambas regiones, los ganadores serán los consumidores, quienes tendrán acceso a una mayor y mejor oferta de bienes y servicios, sin presión inflacionaria. El mercado integrado tendrá unos 800 millones de consumidores, con un producto interno bruto de casi 24 billones de dólares. A corto plazo, los ganadores en los países europeos serán la industria automotriz y la aeronáutica, así como la de maquinarias, química y farmacéutica. Empresas de la UE podrán participar en licitaciones públicas para contratos gubernamentales, un mercado considerable. Aunque para ser competitivas, tendrán que transferir parte de su producción a países del Mercosur, los que se beneficiarán de las inversiones, con sus nuevas tecnologías y conocimientos, y de la consecuente creación de empleos. También accederán a un mercado de 28 naciones con un per cápita anual promedio de unos 30 mil dólares al año; y podrán vender sin aranceles sus productos agrícolas-ganaderos y sus derivados industriales.
En ambas regiones, el acuerdo ha suscitado oposición. En Europa el sector agrícola-ganadero de Francia, Irlanda y Polonia lo percibe como amenaza a sus intereses. Además, las exportaciones de Mercosur deberán superar las preocupaciones de los ambientalistas y cumplir con rigurosas normas sanitarias/fitosanitarias y laborales. Un inesperado obstáculo a la ratificación del acuerdo ha surgido a raíz de la tragedia ambiental en la Amazonía y un subsecuente un altercado diplomático entre el presidente Bolsonaro y el presidente Macron, quien ha retirado su apoyo al acuerdo. En el Mercosur, la oposición al acuerdo, al menos en Argentina, ha sido expresada por empresarios proteccionistas, líderes sindicales anacrónicos y políticos populistas.
Implicaciones estratégicas. Aunque el pacto tiene sus detractores, es de subrayar que el compromiso se basa no sólo en intereses económicos/comerciales, sino que también en una fuerte afinidad político cultural resultante de las grandes migraciones europeas que poblaron y desarrollaron los cuatro países del Mercosur en los siglos XIX y XX. Este vínculo histórico ha contribuido a superar la distancia y las asimetrías para formar una alianza que busca la prosperidad para ambas regiones.
El pacto, basado en normas y estándares rigurosos, tiene además implicaciones globales. Constituye una victoria de la cooperación entre dos bloques democráticos, con el potencial de devenir en una alianza estratégica y significativa en la defensa y promoción del libre comercio y la democracia. Ello de particular importancia en un mundo multipolar, cada vez más turbulento con la nueva prominencia de una China y Rusia antidemocráticas y revisionistas, y caracterizado por la lucha por el poder y su balance en lo económico, militar, cibernético y espacial. Un nuevo escenario global que ha sido facilitado por una administración estadounidense aislada y absorta en si misma, que parece ignorar su responsabilidad e interdependencia con el orden internacional liberal del que se ha beneficiado y que sus propios líderes construyeron después de la Segunda Guerra Mundial.
*Ex funcionario de la OEA, enseña en la Universidad George Washington. **Dirige un programa de geo-economía en la Universidad Johns Hopkins.