Durante los últimos meses, el fenómeno bitcoin mantuvo un protagonismo inexcusable en los medios de comunicación. A medida que el precio de la divisa transitó su vertiginoso recorrido –de U$S 425 a principios de 2016 a los US$ 19 mil en diciembre y los US$ 11 mil a mediados de enero–, el debate sobre su rol en la economía global se precipitó. Políticos, financistas y economistas, entre ellos el premio nobel Joseph Stilgitz, han expresado su escepticismo sobre la moneda digital.
El desacuerdo principal se reduce a las diferentes creencias acerca del papel y el poder de los reguladores financieros sobre la famosa y volátil criptomoneda. Pero también sobre las bondades que presentaría un futuro con una moneda no fiduciaria y “democratizada” globalmente mediante internet. Algunas voces han defendido la idea de que el bitcoin puede ayudar a expandir inmensamente el acceso a los servicios financieros en los excluidos de la banca tradicional.
En un mundo bitcoin, ¿cuánto se reduciría la exclusión financiera? En el Global Findex del Banco Mundial, las razones más comunes que dan los dos billones de individuos no bancarizados para no tener una cuenta son: la falta de dinero, no tener ninguna necesidad, utilizar la cuenta de algún familiar y el costo de los servicios. Siguen la distancia física de las instituciones, falta de documentos de identificación apropiados y la falta de confianza en la institución financiera.
Mientras que el bitcoin y las criptomonedas podrían ayudar a reducir el costo de las transacciones en los mercados no competitivos y resolver el problema de la distancia, en términos relativos no serían la panacea. Pero no hay motivos para creer que lo harían mejor que las soluciones de dinero móvil (por ejemplo, la billetera PIM) que además tienen la ventaja crucial de poder incorporarse a los sistemas regulatorios existentes.
En términos macro, el legado del bitcoin (blockchain) presenta bondades y en dimensiones de lo que sería una inclusión financiera responsable. Esto es, además de la velocidad y el abaratamiento de los costos de transacción, la seguridad y la transparencia son dos activos invaluables. La adopción masiva de esta tecnología aún no parece algo tan tangible ni cercano. La sustitución por tecnología blockchain significa una inversión de tiempo y dinero.
Tal vez el esfuerzo más ambicioso sea el de ripple, una moneda digital para bancos impulsada por Accenture Ventures, SCB Digital Ventures, Siam Commercial Bank, Santander, Bank of America, Merrill Lynch, Standard Chartered, Westpac, el Royal Bank of Canada, BBVA y American Express. Esta criptomoneda y su sistema permitirían enviar y recibir dinero y liquidar transacciones entre 5 y 10 segundos (más rápida que el bitcoin).
El entorno regulatorio también impone desafíos para su aplicación masiva en el corto plazo. Para ejemplificar el desconcierto de los reguladores frente a esta revolución tecnológica basta mencionar el caso local de la reforma tributaria debatida en el Congreso, donde se impulsó tasar a toda “moneda digital” a la par de los activos financieros.
En el largo plazo, la estipulación de un posible marco regulatorio común entre países alimenta incertidumbre sobre la jurisdicción. Ya que su emisión no se encuentra regulada por ningún Banco Central o gobierno que las respalde, limita el monopolio de los Estados en política monetaria.
¿Qué es el blockchain?
Blockchain es la tecnología detrás del bitcoin. Fue desarrollada por Satoshi Nakamoto pocos meses después del colapso de Lehman Brothers que marcó el inicio de la crisis financiera global en 2008. Nakamoto publicó un documento que presentaba una versión de dinero electrónico cuyo fin era, mediante esta tecnología pionera, permitir la realización de pagos directos entre personas sin necesidad de recurrir a una institución financiera. Nakamoto es el seudónimo escogido por el autor del documento creador del bitcoin, quien continúa en el anonimato.
El blockchain es una base de datos distribuida y segura (gracias al cifrado) que registra bloques de información y los enlaza para proporcionar la recuperación y validación de la información. Debe haber varios usuarios (nodos o, “mineros” en el bitcoin) que se encarguen de validar esas transacciones. La ventaja es que sería una forma de registro compartida, donde existen copias en la red de dicha creación y modificación del gran archivo, al que ninguna persona puede acceder ni modificar sin el permiso del resto de los usuarios.
Estas características permiten que exista, por una parte, integridad plena en el documento. Por otra, posibilita que se conozcan y registren los movimientos y cambios que se han realizado en él. Por esto el bitcoin y las otras criptomonedas que emularon la tecnología blockchain exponen ventajas tales como el ahorro en los costes de transacción en la medida en que desaparecen los intermediarios.
* Carballo (Universidad Autónoma de Madrid, UCA y Cenes de FCE-UBA / Conicet) / Vacalebre (Pontificia Universidad Católica Argentina, UCA)