Jair Bolsonaro parece gobernar montado en un impulso. El presidente brasileño jura que no hay premeditación detrás de sus declaraciones y gestos incendiarios, que acumuló incluso más que de costumbre durante los últimos días. “Soy así mismo. No tengo estrategia”, le dijo esta semana a una periodista de O Globo que lo corrió por los pasillos del Palacio de Planalto. El reportaje no estaba previsto, pero Bolsonaro improvisó y se dejó interrogar durante 15 minutos en su despacho. El mismo le prestó una birome a la entrevistadora para que anotara bien claro que no se arrepiente de nada y que no piensa revisar su estilo ni su discurso.
A siete meses de su asunción, Bolsonaro muestra su versión más radical, parecida a la que exteriorizaba en la etapa prematura de su campaña política, cuando aún nadie se lo tomaba en serio como candidato. La profundización de su agresividad es motivo de atención para algunos de sus aliados, a quienes preocupa que la tendencia del mandatario a ir al choque en temas secundarios desvíe el foco de atención de la “agenda positiva” del gobierno, centrada en la reforma económica.
La lista de ofensas, provocaciones, amenazas o falsedades proferidas por Bolsonaro en los últimos diez días es extensa. A saber:
1-Le dijo al periodista Glenn Greenwald, cofundador del medio que filtró los diálogos del ex juez Sérgio Moro que probarían su parcialdiad en la causa contra Lula da Silva, que iba “a pasar un tiempito en la cárcel”.
2-Insultó a los gobernadores del noreste al referirse a ellos como “gobernadores de Paraíba”, un término despectivo que se usa en Río de Janeiro para menospreciar a la gente de la región más pobre del país.
3-Dejó plantado al canciller francés para ir a la peluquería, en otro giro de su mala relación con el gobierno de Emmanuel Macron, de quien lo separa la cuestión ambiental. A propósito de ese tema, Bolsonaro también puso en duda la veracidad de datos oficiales sobre la alarmante deforestación del Amazonas, y después despidió al responsable del estudio científico, el físico Ricardo Galvão, con quien mantuvo una larga polémica pública.
4-Su obsesión negacionista con la última dictadura militar es un capítulo aparte. Es allí donde mejor se trasluce que Bolsonaro le sigue hablando al segmento más conservador de la sociedad brasileña: al núcleo duro de sus votos. Esta semana jugó al límite al hacer comentarios hirientes sobre el padre desaparecido de Felipe Santa Cruz, presidente de la Orden de Abogados de Brasil, con la que Bolsonaro está enemistado. “Un día, si el presidente de la OAB quisiera saber cómo es que su padre desapareció en el período militar, le cuento”, ironzó.
Bolsonaro criticó las cifras "sensacionalistas" sobre la deforestación de la Amazonía brasileña
Ante las críticas, posteó luego un video en el que, mientras se cortaba el pelo −cuando debía reunirse con el canciller francés−, agregó: “No fueron los militares los que lo mataron. Había ajusticiamientos. Las personas de la propia izquierda, cuando desconfiaban de alguien, simplemente lo ejecutaban”. Sin embargo, la investigación de la Comisión Nacional de la Verdad −que, según Bolsonaro, solo produjo “mentiras”− esclareció que Fernando Santa Cruz padre, miembro de un grupo católico opositor al régimen militar, desapareció tras ser detenido por agentes del Estado. Al momento de su arresto, tenía 26 años, empleo y dirección fija, es decir que no estaba clandestino. El esparcimiento de rumores o informaciones falsas también forma parte de la estrategia comunicacional de Bolsonaro.
Entornos. Según Folha de São Paulo, esta versión recargada del presidente deja atónitos a los militares que integran el gobierno y a algunos miembros de la base aliada en el Congreso, que intentan dilucidar a qué responde su intempestividad. Algunos de ellos interpretan que el “sector ideológico” del bolsonarismo, inspirado por la figura del gurú político Olavo de Carvalho, lo impulsa a ir al choque porque sigue operando con una lógica de campaña. También señalan como responsables por ello a sus hijos, intocables para Bolsonaro, que se irrita cada vez que la prensa los critica.
Lo que preocupa a los aliados es que la acumulación de polémicas enrarezca el clima necesario para alcanzar los consensos políticos que reclama el “círculo rojo” brasileño. En lo inmediato, eso es nada menos que la aprobación de la reforma jubilatoria en el Congreso. En estos días, el Poder Legislativo se encuentra en receso. Habrá que ver si Bolsonaro mantiene su verba inflamada una vez que se retomen las sesiones.
MC