“Es candidatísimo”. Hasta hace diez días, Jair Bolsonaro dormía con el enemigo. Por lo menos, así lo creía. Para el presidente de Brasil, Sérgio Moro era (y sigue siendo) una amenaza para su reelección en 2022, según confió a diputados aliados y reconstruyó Folha de S.Paulo. Con la salida explosiva de su ex ministro de Justicia y Seguridad, pareció confirmar ese diagnóstico. La Triple “M” que amenaza su permanencia en el poder comienza por Moro pero no termina con él, sino que continúa con el juez del Supremo Tribunal Federal (STF), Celso de Mello, y finaliza con Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados. Ellos tienen el poder para secuenciar el Genoma Bolsonaro y desarrollar una vacuna contra el autoritarismo que infecta a Brasil.
Moro apuntó al punto débil del presidente: sus hijos. Sin mencionarlo directamente, su denuncia explotó cerca del senador Flavio Bolsonaro, investigado por un esquema de lavado de dinero de las milicias. Una investigación de The Intercept reveló que el primogénito de Bolsonaro financió con dinero público –desviado de su despacho en la Asamblea Legislativa- la construcción ilegal de edificios en la favela Río de las Piedras, en Río de Janeiro. El emprendimiento de real estate se concretó en sociedad con miembros de un grupo paramilitar investigados por el asesinato de Marielle Franco.
Interrogarán a gabinete brasileño en investigación a Bolsonaro
Los abogados de Flavio pidieron nueve veces la suspensión de la investigación de la Policía Federal en la Cidade Maravilhosa. Luego de fracasar en sus intentos, ingresó en escena el Palacio del Planalto, según el relato de Moro. “Vos tenés 21 superintendencias, yo solo quiero una, la de Río de Janeiro”, escribió Bolsonaro en un mensaje de Whatsapp que el ex juez entregó el sábado pasado a la Policía Federal (PF). El dardo más filoso del emblema del Lava Jato amenaza con lastimar no sólo a los hijos del poder, sino también al presidente, al acusarlo públicamente de obstrucción a la justicia.
Bolsonaro temía que Moro se convirtiera en su sepulturero si lo promovía a juez de la Corte. El presidente creía que su ex ministro se volvería en su contra e investigaría a Flavio y Carlos Bolsonaro, su otro hijo en la mira de la justicia por presuntamente desviar fondos públicos para campañas sucias contra opositores en las redes sociales.
Moro no fue nominado a la Corte. No obstante, y como creía Bolsonaro, embistió contra su ex jefe político, al que acusó de interferencia política en la Policía Federal. El mensaje entrelíneas que soltó fue claro: el presidente quiere controlar y paralizar las investigaciones contra sus hijos.
La denuncia de Moro generó una nueva investigación, esta vez contra el propio presidente. Celso de Mello es el juez relator del caso que impulsa el fiscal general, Augusto Aras, en el Supremo Tribunal Federal (STF). De conocida trayectoria en defensa de los derechos humanos y las garantías constitucionales, el decano de la Corte aceleró las pesquisas, poniendo un plazo de cinco días para la declaración de Moro y autorizando las testimoniales de los ministros de la Presidencia, Walter Braga Netto; de Seguridad Institucional, Augusto Heleno; y de la Secretaría de Gobierno, Luiz Eduardo Ramos, los militares que, según Moro, fueron testigos de la supuesta presión de Bolsonaro.
Qué tiene que pasar para que haya un 'impeachment' a Bolsonaro
Rodrigo Maia, el calculador, frío y hábil presidente de la Cámara de Diputados, es el último eslabón de la cadena. Aguardará al avance de las investigaciones mientras avanza la negociación de Bolsonaro con el Centrão, un bloque de partidos tradicionales que, si se alían al gobierno, lo blindarían en el Congreso. Por estar protegido por fueros, el presidente sólo puede ser investigado por el STF si lo autoriza previamente el Poder Legislativo. En 2017, ese cuerpo protegió a Michel Temer, denunciado por corrupción por el ex fiscal general Rodrigo Janot. La batalla entre Maia y Bolsonaro puede girar no sólo en torno a la apertura de una investigación penal, sino también ser decisiva para abrir un impeachement.
Al impacto del coronavirus, que dejó en Brasil más de 114 mil infectados y 8 mil muertos, se le sumó una aguda crisis política de inciertas consecuencias. Moro, Mello y Maia amenazan al Palacio del Planalto. Mientras tanto, una cuarta "M" espera relamiéndose el desenlace desde la comodidad del Palacio de Jaburu. Su nombre es Mourão. Hamilton Mourão.