Hace casi 30 años, el 20 de diciembre de 1989, después de que los Estados Unidos invadiera Panamá con el objetivo de derrocar al tirano y narcotraficante Manuel Noriega, el fallecido presidente estadounidense George H. Bush (padre) despertó casi a las 4 de la mañana a su par argentino, Carlos Menem, para darle la noticia.
En una serie de memorandums hasta ahora confidenciales, que ahora pueden visitarse online gracias a la panameña Comisión 20 de diciembre de 1989 y el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Washington, consta que a las 3.41 Bush le decía por teléfono al riojano que el ataque militar que Estados Unidos acababa de desplegar en Panamá era para “proteger vidas americanas” y “ayudar a los panameños a restaurar el Gobierno democrático”.
"Perdone que lo llame a esta horrible hora de Dios. Esta noche hemos dado órdenes para que las tropas se desplieguen en Panamá”, le dijo el mandatario estadounidense. “Tuvimos que tomar acciones”, le dijo Bush a Menem. “Noriega había declarado la guerra, su Ejército había asesinado a un oficial de la Marina estadounidense y golpeado a otro y acosado a su esposa”, le explicó Bush. Por ello, justificó, “tuvimos que tomar acciones”.
Carlos Menem agradeció la llamada a Bush, pidiéndole que no se preocupara por la hora y le preguntó qué había sucedido con el general Noriega. “Desconocemos la situación de Noriega. Creemos que está en [la Ciudad de] Panamá. No ha sido detenido hasta este momento”, explicó el republicano. Antes de cortar la llamada, Menem le ofreció su ayuda en lo que pudiera ser útil, y deseó feliz Navidad a Bush y a su esposa. Unos 24.000 soldados estadounidenses estaban en Panamá.
Manuel Noriega, un antiguo jefe de los servicios de seguridad e inteligencia de Panamá, se convirtió en el hombre fuerte del país centroamericano de 1983 a 1989. En el país instaló una dictadura feroz mientras suministraba todo tipo de apoyo a los Estados Unidos a cambio de la ayuda de la CIA contra la insurgencia local. Paralelamente, Noriega sumió a Panamá en una crisis económica, política y social sin precedentes en la historia del país. La censura a la prensa y los opositores fue terrible, y todos los que protestaron fueron aniquilados, como el popular opositor Hugo Spadafora, decapitado en 1985.
En 1988, Noriega fue acusado en un tribunal de Estados Unidos de tráfico de drogas y un año después, en diciembre de 1989, tras unas elecciones fraudulentas y un intento fallido de autogolpe de Estado, George Bush dio la orden de comenzar a bombardear Panamá, la conocida como “Operación Causa Justa”, para tratar de capturar al tirano. Noriega se entregó el 3 de enero de 1990 y pasó los siguientes 17 años de su vida en una cárcel federal de Miami, condenado por tráfico de drogas, lavado de dinero y vínculos con el crimen organizado.