En un delicado equilibrio entre aptitudes técnicas y juego geopolítico, en la Organización Mundial de Comercio (OMC) se está desarrollando el primer round para la elección de un nuevo Director General. En ese proceso comienzan a ponerse a prueba algunas de las hipótesis de cómo será el mundo post-pandemia.
La OMC es, desde 1995, la pieza central del régimen multilateral de comercio. Es el foro para las negociaciones multilaterales de aranceles y normas, ofrece un sistema de solución de diferencias y monitorea el cumplimiento de las reglas por parte de sus Miembros. A diferencia del FMI o del Banco Mundial no tiene un board de directores, sino que es una organización “dirigida por sus miembros” sobre la base del consenso. La OMC cuenta con una Secretaría, encabezada por el Director General, cuyas principales funciones son la prestación de asistencia administrativa y técnica y la facilitación de las negociaciones entre los miembros. Se trata de un puesto técnico, pero también, sujeto a la geopolítica.
Tras la renuncia anticipada de Azevêdo, el proceso de selección de un nuevo director se inició el 8 de junio. Durante 30 días, los países miembros pueden presentar sus nominaciones para cubrir el puesto. Una vez finalizado este plazo, los candidatos se reúnen con todos los miembros para dar a conocer sus puntos de vistas y responder inquietudes. Un comité especial realiza consultas con el fin de evaluar las preferencias y reducir el número de candidatos. Luego, se presenta a los miembros de la OMC el nombre que tiene más posibilidades de lograr el consenso, para que, finalmente se designe al nuevo Director General.
Al día de la fecha, solo cuatro países han presentado candidatos. México fue el primero al nominar a Jesús Seade Kuri, su negociador en el T-MEX (el nuevo acuerdo comercial firmado junto a EEUU y Canadá), y por quien Argentina ya definió su apoyo. Nigeria y Egipto fueron los siguientes al nominar a Ngozi Okonjo-Iweala y Abdel-Hamid Mamdouh respectivamente. La primera cuenta con amplia trayectoria en finanzas, economía y desarrollo internacional tanto en el ámbito público como privado. El segundo, por su parte, es abogado con más de 15 años como Director de la División de Comercio en Servicios e Inversiones de la OMC. Moldova presentó como candidato al ex Canciller Tudor Ulianovschi. Además de las nominaciones formales, circulan otros nombres como los de Arancha González Laya, ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España; Eloi Laourou, embajador de Benin en Naciones Unidas; y Phil Hogan, el Comisario de Comercio de la Unión Europea.
La elección de uno de estos candidatos como nuevo director no es un paso rutinario sino que, dado el contexto actual, es una prueba para las hipótesis que plantean el fin o quiebre de las instituciones del orden liberal internacional (instituciones sobre las que se construyó la globalización). La OMC, piedra angular de ese orden en materia de relaciones comerciales internacionales, arrastraba casi dos décadas de problemas reiterados, con el bloqueo del Órgano de Apelaciones en diciembre pasado como la manifestación más resonantes. Pero la renuncia anticipada de Azevêdo agregó un nuevo momento al proceso: ahora, el gobierno de EEUU, principal crítico de la OMC, debe decidir si avalará o vetará la elección de un nuevo director. Y el resto de los miembros de la organización debe también evaluar qué harán en razón de dicho posicionamiento. Con una nueva persona al mando el régimen de comercio internacional podrá re-definirse y re-adaptarse a las transformaciones del orden internacional; pero si esta elección fracasa, es muy probable que el organismo acreciente su crisis y caiga en una profunda irrelevancia. En este sentido, la elección de un nuevo Director General de la OMC es una suerte de aro que el orden internacional tiene que atravesar: si tiene éxito, manifiesta su vigencia; si fracasa, abona las teorías de un sistema internacional más entrópico, menos multilateral, menos cooperativo y menos institucionalizado.
La elección del nuevo Director General es además un testeo de la flexibilidad posible en el eje de cooperación-conflicto que tiene la relación entre EEUU y China. La bipolaridad ascendente condiciona la dinámica de los organismos internacionales. Un sistema basado en el consenso difícilmente podrá salir airoso si lo que prima es una disputa de liderazgos y esferas de influencia. Sin dudas que la elección de un nuevo Director General, para ser posible, tendrá que posicionarse por sobre la disputa bipolar. Tanto China como EEUU tendrán que habilitar ese juego, mostrando sus capacidades de proveer bienes públicos globales como la previsibilidad del comercio internacional o las instituciones internacionales, si lo que interesa es mantener un foro multilateral para las relaciones comerciales internacionales. Así lo que suceda en Ginebra puede ser un termómetro para otros ámbitos de la política y la economía internacional. En este punto todos tienen que ponerse de acuerdo -o no oponerse- para que persista el multilateralismo. Otros actores como la Unión Europea, India, o Japón también pueden incidir en cuáles son los incentivos para que esa cooperación efectivamente se dé.
Por último, se trata también de una prueba relativa al sentido que van adquirir las relaciones comerciales internacionales post-pandemia. Si bien es cierto que el Director General es más bien un facilitador de los procesos, es necesario reconocer que esa facilitación puede priorizar ciertos modos de resolución sobre otros. Por ejemplo, cuál es el grado de transparencia con el que se negocian distintos temas; cómo se suplen las carencias de los países menos desarrollados respecto del comercio en el funcionamiento operativo de la OMC y de sus negociaciones; cuánto énfasis reciben las cuestiones de género y comercio; cuál es el grado de innovación que puede haber en los procesos en curso. En esto se trata más de una cuestión de agencia que de estructura. Las personas importan, y reflejan un conjunto de valores y principios.
Las relaciones comerciales internacionales, y con ello la OMC, son un indicador del clima con el que funciona el sistema internacional. La elección del Director General de este organismo, lejos de ser un juego diplomático distante que acontece en Ginebra, es la puesta en escena de las tensiones que atraviesan hoy a la política y la economía internacional. En pocas semanas contaremos con algunos indicios de la poca o mucha profundidad de los cambios que implique el mundo post-pandemia.
*Doctora en Relaciones Internacionales. Profesora en UNR e investigadora en CONICET.
**Investigador en el Grupo de Estudios sobre Negociaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario.