Esta semana se cumplieron 60 años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Gran parte de este nuevo ejemplar del L´Osservatore Romano en lengua española está dedicado a esta histórica conmemoración. Desde su portada con la frase “Redescubrir el Concilio” se afirma su vigencia.
Además de abundantes artículos escritos por las principales plumas vaticanistas, a doble página central se incluye en forma completa la homilía del Papa Francisco en la memoria litúrgica de San Juan XXII. En la misma, celebrada en la basílica vaticana el pasado 11 de octubre, el sumopontifice expresó que el Concilio “fue para reavivar su amor que la Iglesia, por primera vez en la historia, dedicó un Concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión. Y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor, se redescubrió como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo”.
El Papa Bergoglio continuó: “Pero estemos atentos: ni el progresismo que se adapta al mundo, ni el tradicionalismo o el ‘involucionismo’ que añora un mundo pasado son pruebas de amor, sino de infidelidad. Son egoísmos pelagianos, que anteponen los propios gustos y los propios planes al amor que agrada a Dios, ese amor sencillo, humilde y fiel que Jesús pidió a Pedro. ¿Me amas tú? Redescubramos el Concilio para volver a dar la primacía a Dios, a lo esencial, a una Iglesia que esté loca de amor por su Señor y por todos los hombres que Él ama, a una Iglesia que sea rica de Jesús y pobre de medios, a una Iglesia que sea libre y liberadora”.
El Santo Padre finalizó su homilía diciendo: “Te damos gracias, Señor, por el don del Concilio. Tú que nos amas, líbranos de la presunción de la autosuficiencia y del espíritu de la crítica mundana. Líbranos de la autoexclusión de la unidad. Tú, que nos apacientas con ternura, condúcenos fuera de los recintos de la autorreferencialidad. Tú, que quieres una grey unida, líbranos del engaño diabólico de las polarizaciones, de los 'ismos'. Y nosotros, tu Iglesia, con Pedro y como Pedro te decimos ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amamos’” (cf. Jn 21,17).
El Papa Francisco recordó que “la pobreza no se combate con el asistencialismo sino con un trabajo digno”. Del mismo modo, lanzó la invitación a “luchar contra los males de la especulación que alimenta vientos de guerra”. Dichas palabras fueron dirigidas por el Papa a los participantes del Congreso de la fundación Centesimus annus - Pro Pontífice, recibidos en audiencia la mañana del sábado 8 de octubre, en la Sala Clementina.
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Durante su elocución que se transcribe en forma completa en la página séptima de esta edición del periódico vaticano, Francisco también afirmó: “Por tanto, el desarrollo o es inclusivo o no es desarrollo. Y entonces, esta es nuestra tarea, en particular la vuestra en cuanto fieles laicos, hacer ‘fermentar’ la realidad económica en sentido ético, el crecimiento en el sentido del desarrollo. Y vosotros tratáis de hacerlo, a partir de la visión del Evangelio. Porque todo nace de cómo se mira la realidad. Todo nace de cómo se mira, y desde dónde se mira. Solamente es lícito mirar a otro de arriba en una situación: para ayudarlo a levantarse. No más. Este es el único momento lícito para mirar desde arriba hacia abajo. La mirada de Jesús sabía ver un gesto de don total en la pobre gente que ponía dos monedas en el arca del Templo (cf. Mc 12,41-44). La mirada de Jesús salía de la misericordia y de la compasión por los pobres y los excluidos. ¿De dónde sale mi mirada? Una pregunta que nos ayudará siempre. El crecimiento inclusivo encuentra su punto de partida en una mirada no replegada sobre sí misma, libre de la búsqueda de la maximización del beneficio”.
«Es escandalosa la exclusión de los migrantes. Es más... es criminal, los hace morir delante de nosotros», lo dijo el Papa Francisco celebrando el domingo 9 de octubre, en la plaza de San Pedro la misa para la canonización de los beatos Juan Bautista Scalabrini y Artémides Zatti, dos ejemplos de inclusión frente a las «tantas desigualdades y marginaciones» presentes en el mundo. En su mensaje, que se publica en forma completa en este ejemplar, el sumo pontífice también expresó: “Me da miedo cuando veo comunidades cristianas que dividen el mundo en buenos y malos, en santos y pecadores; de esa manera, terminamos sintiéndonos mejores que los demás y dejamos fuera a muchos que Dios quiere abrazar”.
“Por favor, hay que incluir siempre, tanto en la Iglesia como en la sociedad, todavía marcada por tantas desigualdades y marginaciones. Incluir a todos. Y hoy, en el día en que Scalabrini se convierte en santo, quisiera pensar en los migrantes. Es escandalosa la exclusión de los migrantes. Es más, la exclusión de los migrantes es criminal, los hace morir delante de nosotros. Y es así que hoy tenemos el Mediterráneo, que es el cementerio más grande del mundo. La exclusión de los migrantes es repugnante, es pecaminosa, es criminal. No abrir la puerta a quien tiene necesidad. ‘No, no los excluimos, los enviamos a otra parte’: a los campos de concentración, donde se aprovechan de ellos y son vendidos como esclavos”, agregó.
Al finalizar la misa para las canonizaciones, desde el atrio de la basílica de San Pedro, el Papa guió la oración del Ángelus, que introdujo saludando a los fieles devotos de los nuevos santos, recordando la beatificación de María Costanza Panas y el 60o aniversario del inicio del Concilio Vaticano II —uniendo a esto un sentido llamamiento contra la amenaza nuclear que hoy como entonces pesa sobre la humanidad— y rezando por las víctimas de la masacre en una escuela en Tailandia. El Papa Francisco expresó: “A propósito del inicio del Concilio, hace 60 años, no podemos olvidar el peligro de guerra nuclear que en aquel entonces amenazaba al mundo. ¿Por qué no aprender de la historia? También en aquella época había conflictos y grandes tensiones, pero se eligió la vía pacífica. Está escrito en la Biblia: «Así habla el Señor: “Deténganse sobre los caminos y miren, pregunten a los senderos antiguos dónde está el buen camino, y vayan por él: así encontrarán tranquilidad para sus almas”» (Jer 6,16).