Los atletas, técnicos y árbitros también pueden morir por coronavirus. Eso lo sabían quienes, convocados por Yamil Bukele, presidente del Instituto Nacional de los Deportes (INDES), acudieron la mañana del 30 de abril al Gimnasio Nacional para recibir una donación.
Como parte del escenario se colocaron las bolsas con víveres cerca del banner con los logos oficiales, aunque el foco se encontraba sobre la mesa y siete objetos hechos de una película de plástico transparente.
En algún momento de la ceremonia oficial, Jorge Aguilar, titular del Fondo Ambiental de El Salvador (Fonaes), tomó la palabra y comentó de qué se trataba. Levantó con la mano izquierda una de las hojas plásticas de 36 gramos de peso que, recortadas y cerradas en círculo, se convierten en una pantalla facial.
“Se elaboró estas máscaras full cara porque los médicos lo han dicho claramente: el virus puede ingresar por los ojos, la boca y la nariz”, explicó el funcionario público.
Koky, como sus allegados llaman al avezado motociclista que en 2013 completó los más de 8 mil kilómetros del Rally Dakar en los desiertos de América del Sur, dijo estar convencido de que con esas caretas, Fonaes, la institución que preside desde junio de 2019, aportaba a la contención de la COVID-19 en El Salvador.
Era un momento importante para él: su nombre quedaría ligado a una acción benéfica, así fuera de modestas dimensiones.
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Pero ese momento no sería el único del día en que su nombre ocuparía el interés público. A menos de tres kilómetros de allí, el nombre de Koky Aguilar aparecería vinculado a otro tipo de careta: la de contratista del gobierno del presidente Nayib Bukele.
A pesar de que la ley de compras del Estado salvadoreño prohíbe expresamente que un funcionario haga negocios con el propio gobierno, ese jueves 30 de abril quedó constancia oficial de que Koky Aguilar, ahora con la gorra de empresario, firmó con el Ministerio de Salud un contrato de un cuarto de millón de dólares para venderle caretas de plástico, similares a las que ese mismo día en su carácter de funcionario donó a los deportistas.
El ministro de Salud, Francisco Alabí, envió ese día a los diputados de la Asamblea Legislativa un informe de las primeras compras que se habían hecho para hacer frente a la pandemia. En la casilla número 20 del documento elaborado por el Ministerio de Salud se puede leer: “Máscaras protectoras, Insema SA de CV, $250,000.00”.
Insema SA de CV es una compañía propiedad de Koky Aguilar, el funcionario-empresario, fundada en 2001 para reciclar plástico, papel y aluminio, materias primas que se envían a la planta de una empresa hermana instalada en Honduras. Ahí se procesan y se obtiene, entre otros productos, resina PET grado alimenticio, el material con el que fueron elaboradas las caretas donadas a los atletas y las vendidas al gobierno del que forma parte.
Así que ese último día de abril los diputados pudieron haber reparado en que para el gobierno de Nayib Bukele —quien en febrero de 2019 ganó la Presidencia de El Salvador con la bandera de la lucha contra la corrupción de “los mismos de siempre”— el servicio público es compatible con los negocios personales.
Koky Aguilar no debió haber vendido nada al Ministerio de Salud (Minsal) por al menos dos razones. Primero, porque viola el artículo 5 de la Ley de Ética Gubernamental que le exige evitar cualquier conflicto de interés.
En segundo lugar, porque la Ley de Adquisiciones y Contrataciones Públicas (Lacap) prohíbe que los funcionarios sean contratistas del Estado. “No podrán ofertar en ninguna institución pública”, dispone el artículo 26 de la Lacap.
La pandemia, sin embargo, fue el argumento que el gobierno de Bukele usó en marzo para pedir a las y los diputados que aprobaran el decreto del régimen de excepción, estado que permite suspender derechos fundamentales de la ciudadanía.
Salud con Lupa buscó al Ministerio de Salud y al funcionario para pedirles que explicaran las razones por las cuales, a pesar de que la Lacap prohíbe a Aguilar ser contratista del Estado, le otorgaron un contrato a su empresa, pero ninguno respondió.
Abogados consultados mencionan que sólo existen dos posibilidades: en el gobierno se tiene la convicción de que las disposiciones de emergencia anulan la prohibición establecida en la ley o decidieron no acatarla.
Los funcionarios están inhibidos de convertirse en contratistas del Estado con el fin de preservar el respeto a los principios de libre competencia, probidad, igualdad e imparcialidad en los que se basa la Lacap.
Para hacer negocios con el Estado es obligatorio firmar una declaración en la que se da fe de estar cumpliendo las disposiciones legales del país, entre las que se encuentran las establecidas en los artículos 25 y 26 de la Lacap, que sancionan los conflictos de interés y prohíben tajantemente ser proveedor y funcionario a la vez.
La ley establece que la violación de esta disposición constituye una falta grave, con sanciones que incluyen el cese de los funcionarios involucrados y la inhabilitación de la empresa para participar durante cinco años como proveedor del Estado salvadoreño.
Estas sanciones deberían aplicarse si estuvieran funcionando completamente los controles de la Lacap, pero el gobierno realizó varias jugadas que modifican el mecanismo de contrataciones directas previsto en la ley especial para compras de emergencia. (Ver recuadro: El hoyo negro de Fopromid)
Aunque el lunes 15 de junio Koky Aguilar aceptó conceder una entrevista a Salud con Lupa, el funcionario ya no respondió posteriormente a las peticiones de esta reportera.
Koky Aguilar, al igual que Nayib Bukele, es un político alejado de la vida cotidiana de los partidos tradicionales, aunque de tanto en tanto coquetea con ellos. Como cuando, por ejemplo, tuvo una breve incursión en el partido de derechas Arena e intentó convertirse en 2014 en candidato a alcalde de Santa Tecla.
Sin embargo, luego de un breve periodo, súbitamente anunció que no competiría por la candidatura de este partido para la alcaldía tecleña. “Me he dado cuenta de que la política no es lo mío”, dijo a los periodistas en aquella ocasión.
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Cinco años más tarde, dio un paso atrás en sus convicciones. Al arrancar el gobierno de Nayib Bukele en junio de 2019, Aguilar aspiró a ocupar el puesto que el presidente decidió entregar a su hermano Yamil Bukele. El gobernante, en cambio, lo nombró a cargo de Fonaes, la institución responsable de administrar las compensaciones ambientales.
Y en los meses que han pasado desde entonces Aguilar parece haber cambiado ya completamente de opinión. Al final, se convenció de que la política sí es lo suyo y el sábado 13 de junio anunció que participará en las elecciones internas de Nuevas Ideas, el partido del presidente Bukele, para conseguir la candidatura a la alcaldía de Santa Tecla en las elecciones de 2021.
Una vez hecho el anuncio, Koky Aguilar recibió muchas felicitaciones. Una de las primeras fue la de Michelle Sol, la viceministra de Vivienda y esposa del secretario del presidente Bukele, Ernesto Castro, quien le escribió en Twitter: “Gracias madrina por el apoyo”, respondió Aguilar, adjuntando una foto en la que ambos muestran mucha familiaridad.
A mediados de marzo, el fantasma del coronavirus ya era una realidad en América Latina. El presidente Nayib Bukele se jactaba de que El Salvador se había adelantado a países como México y Estados Unidos en medidas como el cierre de fronteras.
“El mundo NO ESTÁ haciendo lo suficiente para detener el virus”, escribió entonces en su cuenta de Twitter. “En serio, no sé que esperan en la AsambleaSV. ¡Necesitamos el Estado de Excepción ya!”, tuiteó el 14 de marzo.
La Asamblea, después de un estira y afloja, aprobó un decreto de emergencia que no restringía mayormente los derechos ciudadanos, pero sí abría la puerta para agilizar las compras del Estado.
En Comprasal, el sitio en internet en el que el gobierno está obligado a publicar todas las adquisiciones de bienes y servicios, es posible rastrear 11 órdenes de compras directas de necesidades relevantes como alimentación para centros de cuarentena, adquisición de trajes de protección personal e incluso el equipo para las pruebas de polimerasa (PCR) que sirven para detectar el contagio.
Ana Orellana, quien se encontraba a cargo del Ministerio de Salud cuando inició la emergencia sanitaria, emitió esas órdenes de compra con la justificación razonada que solicita el artículo 72 de la Lacap. Allí quedó constancia sobre cómo y por qué se decidieron tales compras con los fondos de emergencia.
En el caso del dispositivo para analizar las pruebas PCR, por ejemplo, se detalló que una de los dos empresas llamadas a participar no cumplió con todos los requerimientos; y que a la segunda se le compró con un precio 22% mayor de lo presupuestado, sobrecosto que era necesario aceptar para dar respuesta oportuna a la pandemia.
Ya con la declaratoria de emergencia en sus manos, el presidente Bukele no dejó de quejarse de los reclamos de los diputados para que haya transparencia en el manejo de los recursos públicos. Y no ha dejado de hacerlo hasta la fecha.
Sin embargo, la declaratoria original de emergencia no lo dejó satisfecho por completo, pues no quería seguir un modelo de trabajo con procedimientos de emergencia ya previstos en la ley, mismos que obligan al Ejecutivo a emitir justificaciones razonadas de las compras públicas.
Una y otra vez insistió en que mientras su gobierno se esforzaba al máximo para contener al nuevo virus, los diputados buscaban obstaculizar su labor y en colocarle trabas porque querían verlo fracasar en su propósito de evitar miles de muertes.
En medio de esa retórica, el Ejecutivo logró que el 23 de marzo se aprobara el decreto 606 para reformar la Ley de Emergencia y establecer que el Ministerio de Hacienda generara lineamientos específicos para la aplicación de compras.
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Esta disposición, al final, se convirtió en un cheque que le permitió al gobierno evadir por la puerta trasera algunos principios que fomenta la Lacap, como el de igualdad y publicidad.
Esta permisividad se constata en el caso de compras a proveedores extranjeros. Los lineamientos emitidos por la Unidad de Compras y Adquisiciones (UNAC) de Hacienda, por ejemplo, facultaron a los encargados de todos los ministerios para obviar que las empresas en el exterior tengan la documentación en regla, “en función de tiempos, escasez de proveedores en el mercado, a efecto de no poner en riesgo la atención a la pandemia”, argumenta la disposición.
Además, otorgó licencias para que en lugar de invitar a empresas a competir, se proceda a emitir directamente una orden de compra a un proveedor único en función de la premura. También se autorizó que el pago se realice de manera anticipada.
La relajación de los mecanismos de control llegó al extremo de colocar al Estado en indefensión ante posibles incumplimientos de los contratistas. “Los lineamientos de la UNAC incluso autorizan obviar entrega de garantías en algunos momentos, algo que la Lacap no permite”, destacó la presidenta de la Corte de Cuentas, Carmen Rivas, en una entrevista televisiva.
Es decir, el Estado no podría reclamar las garantías en caso de que algún proveedor incumpla con los plazos o especificaciones de los productos o servicios adquiridos.
Aun así, el gobierno no logró todo lo que pretendía y terminó sujetándose a un poco de control. Los diputados dejaron establecido que el gobierno está obligado a presentar a la Asamblea un informe mensual de los bienes adquiridos, incluyendo proveedor y monto erogado.
La cláusula que los diputados introdujeron a última hora molestó al secretario privado del presidente, Ernesto Castro, que había llegado a la sesión plenaria la noche del 23 de marzo: “Estamos de acuerdo con dar transparencia. Habíamos acordado que después de 30 días de finalizada la emergencia, pero no… ¡Ya basta de estas actitudes! ¡El Ministerio de Salud está viendo cómo salva vidas, no como estos diputados, que solo vienen acá a hablar babosadas!”, expresó con exaltación.
Ese fue uno de los primeros exabruptos de uno de los hombres más cercanos a Bukele. A medida que los diputados pretendían eliminar las disposiciones transitorias e incrementar los controles, el secretario privado volvía a lanzar expresiones airadas.
Esa línea agregada de última hora obligó al Ministerio de Salud a enviar algunos detalles de los gastos realizados durante las primeras cuatro semanas. Y así lo hizo con el informe del 30 de abril, donde apareció la compra de caretas a la empresa de Koky Aguilar.
Salud con Lupa preguntó el 25 de mayo al Ministerio de Salud el precio unitario de las caretas compradas a la empresa de Aguilar como parte del pedido con un valor de un cuarto de millón de dólares; tres semanas después, aún no se recibía respuesta.
La paralización de actividades en el Estado incluyó colocar en cuarentena las solicitudes de información pública. El portal de compras no reporta actualización de las adquisiciones durante la pandemia. La información escasea y hasta el 15 de junio, el Ministerio de Salud aún no había enviado el segundo informe mensual de compras a la Comisión Política de la Asamblea.
El tour de donativos
Jorge Aguilar no solo se preocupó el 30 de abril de que su nombre quedara vinculado a la entrega del donativo de caretas a los deportistas. Se han registrado varios episodios similares, en los que su imagen de benefactor se confunde o se mimetiza con su rol de contratista.
El 20 de abril de 2020, en plena crisis sanitaria y económica por el cierre de la gran mayoría de empresas, en la página de Facebook del Parque Industrial Verde se publicó el siguiente post:
“El Ministerio de Salud de El Salvador ya recibió su pedido de máscaras protectoras faciales”. Al texto lo acompañaba una imagen de dos jóvenes descargando cajas con el logo de Invemask en el Centro Internacional de Ferias y Convenciones (Cifco).
Invemask es la marca con la que se comercializan las caretas recicladas producidas por la empresa del funcionario.
El post fue compartido seis veces. Una de las cuentas que lo hizo fue la de la página de Koky Aguilar.
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Parque Industrial Verde también aparece en el currículum oficial del presidente de Fonaes. Fue fundado en 2012 y es un proyecto que engloba a sus dos empresas recicladoras: Insema, la más antigua, dedicada al procesamiento de materiales no ferrosos, ferrosos, plástico y cartón; y Zartrex, que es más reciente y se encarga de reciclar componentes electrónicos.
El Parque Industrial Verde funciona como una gran planta industrial de desechos en el municipio de Soyapango, al oriente de la capital de El Salvador, y es la marca comercial que en las redes sociales ampara a ambas empresas para hablar de la importancia del reciclaje.
Antes del anuncio de la entrega del pedido a las autoridades de Salud, Parque Industrial Verde había colocado otro post: una donación directa al Hospital Rosales. Dos empleados aparecen en la acera del principal hospital de tercer nivel de El Salvador con tres cajas. No se aprecia quién entregó el donativo. Esa publicación también recibió su respectivo “like” del presidente de Fonaes.
Cuando Invemask se lanzó al mercado, el video difundido por Parque Industrial Verde para mostrar cómo se arma la careta de plástico reciclado incluía un detalle curioso: la música de fondo es la misma que ha utilizado el gobierno de Bukele en sus anuncios.
El día en que Aguilar apareció donando las caretas a los deportistas ya había hecho una gira para repartirlas en los ministerios de Trabajo, Defensa, Economía y en algunas alcaldías. Sin embargo, ese jueves 30 de abril, cuando apareció junto a Yamil, hizo una revelación: “Como ustedes sabrán, existió la campaña #RetoRecicla y se pudo recolectar aquellas botellas postconsumo… surgió la idea de poderlas convertir en un artículo de primera necesidad.”
Lo que Koky Aguilar no informó es quién elaboró y cuántas caretas se produjeron con los 4.5 millones de botellas plásticas que el gobierno recolectó el primer fin de semana de febrero, para lo cual invirtió más de 200 mil dólares. Cada una se pagó a cinco centavos de dólar.
El #RetoRecicla fue la manera de dar la vuelta al problema de basura que el mismo gobierno generó luego de repartir miles y miles de botellas con agua en toda el área metropolitana de San Salvador, ante una súbita contaminación del agua potable producida por algas. El mismo presidente declaró que él no bebería de esa agua.
Cuando Nayib Bukele tuiteó la foto en que aparece frente al volcán de 4.5 millones de envases plásticos recogidos durante el #RetoRecicla, escribió: “Queremos que vean qué pasará con las botellas que recolectamos juntos”.
Su gobierno, sin embargo, nunca transparentó el camino que siguieron esas botellas. Las escenas en las que se ha mezclado la entrega de donativos a entidades de gobierno, con las entregas de las caretas vendidas al propio gobierno, dificultan el rastreo de los detalles del negocio.
Nadie ha informado, además, si el plástico recogido en la campaña #RetoRecicla fue el insumo con el que se fabricaron las caretas vendidas al gobierno o a qué empresa se contrató y cuánto le pagaron por realizar la transformación industrial de esas botellas de plástico.
En Comprasal aparece un dato: Fonaes solicitó un servicio de compactación del plástico recolectado, pero no detalla a quién se le asignó. La empresa Mudanzas Tecleñas ganó la licitación –452 dólares– por transportarlo al lugar de procesamiento. La empresa declinó proporcionar la información.
Algunos ciudadanos vieron con suspicacia que Koky Aguilar estuviera involucrado en la campaña #RetoRecicla por sus actividades empresariales. A las críticas hechas en redes sociales de que ese esfuerzo terminaría beneficiándolo, el propio Aguilar contestó: “En Bolproes (Bolsa de Productos y Servicios). Ahí se colgará y licitará”, escribió, para dar a entender que todo sería transparente y se tramitaría de manera independiente.
Sin embargo, no ha sido así. La página de internet de Bolproes no reporta ninguna licitación de Fonaes en los últimos meses.
Eso no detuvo, por supuesto, el tour de donativos. Entre el 22 de abril y el 15 de mayo, el Koky Aguilar funcionario entregó una docena de donativos a distintas instituciones públicas y organizaciones humanitarias, según fue publicando en sus cuentas de redes sociales. “Se nos ha encomendado por el señor presidente poder llevar insumos a todo aquel que lo necesita”, dijo en la sede de la institución de socorro Comandos de Salvamento.
A pesar de que el Ministerio de Salud había comprado las caretas recicladas a la empresa de Aguilar, éste también publicitó que hizo donaciones directas a los hospitales San Rafael y Saldaña, los dos centros que en ese momento eran el foco de atención de pacientes de la COVID-19.
La última entrega se realizó el 15 de mayo a personal de noticias Megavisión. Allí soltó un dato redondo: Fonaes había donado ya 25 mil caretas. Sin embargo, el 1 de junio como parte del balance del primer aniversario de gestión presidencial, Fonaes publicó que habían dado la mitad: 12,000.
Todas las cajas y bolsas que entregaba llevaban el logo de “Invemask, hecho en Honduras”, porque la planta Invema donde se elabora la resina PET de grado alimenticio se encuentra instalada en San Pedro Sula
Allí es donde Insema envía los productos que recoge en El Salvador, según detalló un representante de Parque Industrial Verde a los miembros de la Junta Directiva de ANDA, la administradora de agua, que llegó a presentar un proyecto de reciclaje.
En dicha reunión, por cierto, también estaba Koky Aguilar, pero del otro lado de la mesa, con la careta de presidente de Fonaes.
Aunque originalmente, la empresa producía resina para recipientes de bebidas o aceites comestibles, elaborados con plástico reciclado, en cuestión de semanas creó una nueva línea para el sector salud. “Decidimos darle la cara al Covid”, decía el primer post que se publicó el 5 de abril.
Dos días después de que anunció su intención de inscribirse como precandidato a alcalde, Aguilar concedió una entrevista a un programa matutino de la radio Punto105.
Cuestionado por el conductor Tony Cabezas si no tenía “una cola pateada” para poder competir por la alcaldía de Santa Tecla, el empresario y funcionario no dudó. Contundentemente, dijo: “Tengo las manos limpias”.
Con información de David Bernal
*Este reportaje forma parte del Programa Lupa, liderado por la plataforma digital colaborativa Salud con Lupa, con el apoyo del Centro Internacional para Periodistas (ICFJ).